Destino de Sangre (libro 13. Última Generación)

Cap. 26 Esperado

 

Punta Dorada, diciembre 2013

A Kelly le llevó una indecente cantidad de tiempo, en opinión de Ángelo, hacer que Giulio se tranquilizase, pero una vez que estaba más o menos calmado, se giró hacia Ángelo.

  • ¿Será que puedes hacer algo útil, abogado? – le preguntó mirando a Giulio

Después de esto los dejó solos y salió con intenciones de ir a ocuparse de Damila. Si Kelly no lo había hecho en forma inmediata, era porque sabía que Damila siempre había sido mucho más práctica y menos complicada que Giulio. Se detuvo un momento al ver que Mazariello y Alfredo aún estaban en el hall despidiéndose de Albano.

  • Señor Mazariello – dijo acercándose – Alfredo, lamento mucho la abrupta interrupción, pero…
  • No tienes que disculparte – la interrumpió Albano para quien aquello en efecto era del todo innecesario y más si lo hacía una Del Piero
  • Sí, sí tengo que hacerlo, pues estos caballeros estaban ocupados y mi hija interrumpió de forma muy desconsiderada su trabajo
  • No se preocupe, señora Del Piero – dijo Mazariello apenadísimo como sí el fuese culpable de algo – le aseguro que estábamos por terminar – mintió con convicción y se despidió a toda prisa

Alfredo que gozaba de un poco más de confianza en aquella casa, le sonrió a Kelly.

  • El trabajo no puede ser más importante que una noticia como la que tenía que dar su hija – le dijo
  • Gracias Alfredo, y te esperamos esta noche

Kelly subió y en esta ocasión fue detenida por Marino que acababa de enterarse de la noticia por Enzo.

  • ¡Felicidades! – le dijo abrazándola

Entre tanto, Nino que había subido con Damila, hacía denodados esfuerzos porque la chica entendiese la posición de Giulio.

  • Mila debes entender, esta clase de noticias son… bueno…
  • Se supone que es lo que todos quieren ¿no?
  • Bueno sí, pero…
  • Pues no parece que sea el caso de él
  • Vamos Mila, lo conoces y sabes que siempre reacciona de forma exagerada ante todo – pero como ella seguía furiosa, agregó – Mira lo que me sucedió a mí
  • A ti no te sucedió nada
  • Ah sí, sí me sucedió
  • ¿Y qué fue eso?
  • Me desmayé como una frágil signorina, y créeme, eso es más vergonzoso

Damila que en realidad no sabía aquello, soltó una inmisericorde carcajada y fue lo que escuchó Kelly al entrar, de manera que se reafirmó en su idea de que con Damila sería más fácil. Sin embargo, no sería del todo así, porque Damila se negaría a ver a Giulio y de hecho se había ido a su antigua habitación, algo que por supuesto desató primero la ira del bambino, y luego su terror.

  • Me va a dejar – le dijo a Fredo que al igual que Ángelo, se había preparado para el mega drama
  • No digas necedades, Giulio
  • ¡No son necedades!
  • Claro que lo son, hombre – dijo con fastidio – Solo está molesta porque…
  • ¿Por qué? – preguntó al notar que Fredo se quedaba callado
  • Bueno porque… porque seguro esperaba que reaccionaras de otra forma, después de todo te estaba diciendo que van a tener un hijo

Sin embargo, Giulio seguiría en lo mismo y ya Fredo estaba a punto de suicidarse y preguntándose cuándo demonios iba a llegar Luciano, pero en ese momento se abrió la puerta dándole paso al personaje en cuestión.

  • ¡Por fin! – exclamó – ¿Acaso El Valle está en otro continente? – preguntó del peor humor

Por aquella forma de hablarle, Luciano concluyó que Giulio estaba dándole mucho trabajo, algo que no le extrañaba mucho y solo restaba saber cuánto tiempo iba a tomarle a él hacerlo salir del hueco.

  • ¿Puedo felicitarte? – le preguntó a Giulio y éste lo miró con el claro deseo de asesinarlo
  • ¿Crees que estoy como para ser felicitado?
  • Bueno, es lo que usualmente se hace  cuando uno se entera que su hermano va a ser padre ¿no?
  • ¡Estúpido infeliz! ¡Mila me odia!
  • Claro – dijo él en tono irónico
  • Ni siquiera quiere hablarme
  • Eso no es indicativo de que te odie y personalmente pienso que hay ocasiones en las que nadie quiere hacerlo

Fredo pensó que de aquella manera Luciano no contribuiría a resolver la situación, pero él parecía tener otras ideas.

  • Escucha bambino, en este momento deberíamos estar celebrando, así que…
  • ¿Eres imbécil o qué? ¿Qué se supone que celebre? ¿Que mi mujer va a dejarme porque soy un estúpido?
  • Pues ciertamente lo eres si piensas eso

Por un momento Luciano pensó que iba a golpearlo, porque Giulio se puso de pie, pero casi enseguida cayó de nuevo sujetándose la cabeza con las manos.

  • A ella no le gustan los niños
  • Definitivamente has perdido el juicio, Giulio – dijo Fredo – ¿A qué donna  no le gustan los niños?
  • A ella – insistió él – Nunca hablamos de tenerlos
  • A ver bambino, que no hablasen de ello no significa que no le gusten
  • ¡No le gustan! – exclamó – En una ocasión me dijo que no los tendría




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