Destino de Sangre (libro 13. Última Generación)

Cap. 32 Cuenta pendiente

 

El Valle, enero 2014

Los Argento habían tenido una navidad más bien triste por la ausencia de los gemelos, de manera que Mariano decidió hacer venir a sus nietos para fin de año, y aunque éste estuvo mucho más animado, la nota discordante la puso Rosella, pues había bebido mucho y comenzó a decir cosas que todos concluyeron eran disparates. Sin embargo, la noche terminaría de forma abrupta.

  • Esa estúpida e insulsa niña debió morir y ahora yo estaría con Giulio – dijo en forma por demás inapropiada

Aunque Mariano estaba horrorizado y furioso a partes iguales, no tendría ocasión de expresarlo, porque Romano caminó  con extraordinaria rapidez hacia su hermana y la abofeteó con suprema ira.

  • ¡Romano! – exclamaron varias voces
  • ¡Ningún hombre que lo sea golpea a una mujer, Romano Argento! – vociferó Bruno
  • Si todos ustedes parecen creer que voy a morir por estar enamorado de la mujer de uno de los Del Piero más peligroso que haya visto este mundo – dijo el chico mirando a sus asombrados parientes – ¿Qué creen que le sucederá a esta necia si alguno de ellos la escucha decir lo que acaba de decir?
  • Está… ebria – dijo Bernardo
  • Lo está, pero eso no cambia en nada lo que piensa y es algo que ha pensado siempre – y en este punto se volvió hacia su hermana – Si yo no tengo ninguna oportunidad, tú estás mucho más lejos de conseguir la atención ya no digamos el amor de un individuo que no te la dio ni siquiera cuando éramos solo niños y tú ibas por ahí tras él comportándote como una perra en celo
  • ¡Bambino! – exclamó Mariano, pero sería la primer vez que Romano no le prestase atención a su abuelo
  • Si antes Giulio solo te despreciaba, puedes apostar tu vida a que ahora te odia después de la bochornosa forma en la que te comportaste el día de la inauguración, y ciertamente te destrozaría con sus propias manos si te escuchase – le dijo con desprecio y luego miró a sus padres – Ustedes pueden sentirse agradecidos si con esa bofetada deja de pensar, y sobre todo, de decir cosas que la llevarán directamente al panteón familiar

Dicho esto abandonó el salón con su gemelo corriendo tras él. Mariano ordenó que llevasen a Rosella a su habitación, y cuando se quedó solo, pensó que aunque ya habían pasado cinco meses de la boda de Giulio y Damila, a Romano parecía no habérsele pasado la intoxicación, así que tomó la decisión de volver a enviarlo fuera del país lo antes posible para evitar desastres. Lo que no sabía Mariano en ese momento, era que si bien era mejor  mantener a su nieto alejado del peligro, se estaba preocupando por el Argento equivocado, algo que no demoraría mucho en descubrir.

El primer día del año la mayoría de los varones Argento parecían poco inclinados a dejarse ver, de manera que Mariano desayunó solo en compañía de sus nueras, porque Rosella tampoco apareció ni en ese momento ni en el resto del día, y aunque Mariano pensó que debía tener una seria conversación con aquella muchachita, decidió esperar. La conversación que no retrasó fue la que tuvo con el gemelo.

  • Nonno, si me llamaste para reñirme por…
  • No – lo detuvo Mariano – te llamé para decirte que vuelves a Europa mañana mismo
  • ¡¿Qué?! – exclamó más que preguntó Romano – ¡No puedes hacerme esto!
  • Romano, sabes que es lo mejor – puntualizó
  • Estás siendo injusto y es por Rosella por quien deberías preocuparte
  • Y lo hago, pero también me preocupas tú
  • Nonno, sé que tengo todos los defectos del mundo, pero no soy estúpido, de modo que no voy a correr neciamente hacia una muerte segura

Aunque la última cosa que quería Mariano era enviarlo lejos de nuevo, pues amaba al gemelo en forma desmedida, justamente por eso fue que no hubo argumento válido que lo indujese a cambiar de opinión. Con las cosas así, aquella fue una noche muy larga sobre todo para Rodolfo, que tuvo que aplicarse mucho para evitar que su hermano cogiese sus cosas y abandonase la casa quien sabía hacia dónde. No obstante, hacia las nueve de la mañana siguiente, Romano seguía furioso y Rodolfo consideró ir por su padre, pero antes de tomar una decisión, otro asunto se presentaría y el mismo congelaría el discutido viaje de los gemelos.

Graciela, la madre de los gemelos y Rosella, había estado lógicamente preocupada por su hija, pues sabía que después de lo sucedido esa noche de año nuevo, don Mariano iba a tomar medidas y seguramente no iban a gustarle, porque ya tenía a dos de sus hijos lejos básicamente por el mismo asunto. Graciela, al igual que todos los miembros de la comunidad italiana de El Valle, sabía que los Del Piero eran intocables y por extensión todos sus parientes que incluía no solo a los Genovesse y a los Rossi, sino a los mismos Argento, pero pertenecer a aquel elitesco círculo no les estaba sirviendo de mucho a sus hijos, y por el contrario, estaba trayéndole muchos problemas. Por todo lo anterior, decidió tener una larga conversación con su díscola hija para convencerla de disculparse apropiadamente con su abuelo antes de que éste tomase una decisión drástica como la que había tomado con Romano. Sin embargo, el primer día del año Rosella estaba destruida por lo mucho que había bebido, así que decidió no insistir, pero al día siguiente cuando entró a la habitación de su hija y no la vio en la cama, algo que por aproximación podía atribuirse al tan llevado y traído  sexto sentido, le indicó que algo estaba muy mal y comenzó a gritar.




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