Destino de Sangre (libro 13. Última Generación)

Cap. 38 Extraño

 

Punta Dorada, abril 2014

Una vez que abandonaron la clínica, y aunque Giulio estaba tan emocionado como Damila e igual quería decírselo a todo el mundo, logró convencer a su mujer de no hacerlo del mismo modo como ella había dado la noticia de su embarazo.

  • ¿Y por qué tenemos que esperar?
  • Mila, no quiero perder a tío Ángelo
  • ¿De qué hablas, G? – preguntó, pero antes de que él pudiese contestar, ella pareció atrapar la respuesta y sonrió en forma maligna – Ya entiendo y supongo que tienes razón, porque a juzgar por la cara de funeral que lleva Rossi y tu muy inconveniente desmayo, supongo que a Pa como mínimo le dará un infarto

Giulio cerró los ojos con resignación mientras que Gianpaolo reía con disimulo, y cuando llegaron a casa, Fredo sujetó al GA.

  • ¿Se puede saber qué es lo que encuentras tan gracioso?
  • Claro, la actitud de todos ustedes
  • ¿Ah sí? Pues veremos qué tan gracioso te parece cuando esos pequeños demonios comiencen a hacernos la vida miserable, porque supongo que tu estúpido cerebro se perdió la parte de que hasta que no sean un poco mayores, seremos nosotros los responsables de que conserven todas sus partes en su lugar. Sobre todo tú, pues los chicos pasan más tiempo con la madre – concluyó y Gianpaolo volvió a reír
  • Yo en tu lugar no estaría tan seguro de eso último, porque a juzgar por el modo como el padre se ha involucrado en el embarazo, creo que tienes pocas esperanzas de que cambie cuando nazcan. Así que yo en tu lugar iría aprendiendo cómo se prepara un biberón de forma adecuada

La risa de Ginpaolo fue coreada por todos sus compañeros y de hecho pensaron que si de veras existía un Dios, y suponiendo que éste fuera justo, aquellos chicos serían los encargados de hacer pagar a Fredo todo lo que él mismo le había hecho al prójimo.

Aquel día Giulio no fue a trabajar como le era habitual una vez que dejaba a Damila en casa o en la universidad después del control, sino que se quedó todo el día consintiendo a su mujer y haciendo los más alocados planes para cuando nacieran sus hijos.

  • Espera, espera – lo detuvo Damila cuando él estaba diciendo algo especialmente extravagante
  • ¿Qué?
  • No creo que a Pa le agrade mucho la idea de que comiences a tirar paredes y… – pero se interrumpió al verlo reír

Normalmente a Damila comenzaba a latirle el corazón en forma indecente cuando Giulio sonreía, pero aquella desbordante felicidad le producía un sentimiento tan intenso que casi era doloroso, no obstante, se obligó a prestar atención pues él estaba hablando.

  • Bebé, ya deberías saber que podemos tirar la casa entera y tío Ángelo no hará nada si eso nos hace felices. Es cierto que protestará y se quejará tutti giorni, ma non farà niente.
  • Bien, pero igual cálmate, porque ni siquiera sabemos si serán chicos o chicas

Aquello sí pareció mortificar a Giulio, porque enseguida dejó de reír, algo que Damila lamentó, y se le dibujó una arruga en el frente, algo que a la chica le extrañó poco, pues era lo habitual cuando algo lo disgustaba o preocupaba.

  • Certo – murmuró y luego la miró – ¿Y cuándo sabremos eso?
  • No tengo idea, pero no creo que eso sea muy importante ¿no?
  • ¡Claro que es importante!
  • ¿Y por qué exactamente? – preguntó en un tono que Giulio había aprendido, hacía muchísimo tiempo, que era peligroso
  • Pues… ya sabes, para decidir el color de las paredes y las cosas que hay que comprar. Además...

A partir de allí y una vez recuperado el control, Giulio puso en ejecución todas sus habilidades de litigante en una amplia exposición de los hipotéticos motivos por los que podía ser importante aquel detalle, con el fin de ocultar de la forma más efectiva, el simple y muy común hecho de que como casi todo hombre que espera a su primer hijo, quería que fuese un chico.

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Ángelo había tenido una mañana espantosa, porque por empezar, ese día tenían una reunión en la escuela, y aunque eso no tendría por qué haberle causado ningún trastorno, pues quienes habitualmente se ocupaban de aquello eran las mujeres, no había manera de que aquel individuo superase su manía por acompañar a la suya a todas partes quisiera ella o no. Sin embargo, y aunque ya había asistido a varias con anterioridad, ese año los niños parecían decididos a ser expulsados. La familia tenía diez niños en aquella institución, pero también estudiaban allí los dos hijos de Antonio, así que en conjunto tenían una docena de chicos allí, y a pesar de que todos tenían a sus padres o abuelos como en el caso de los Genovesse, salvo por Gianni, ningún otro habría sido responsabilidad de Ángelo, pero este sujeto era lo bastante necio como para haberla asumido por todos, de modo que tuvo que hacer frente con estoicismo, a la indecente catarata de quejas de los maestros. Los más problemáticos y como cabía esperar, eran Gianni, Renzo, Franco y Amelia, pero para sorpresa al menos de Ángelo, el hijo mayor de Antonio y que compartía el nombre con su padre, pero al que todos llamaban Tony,  parecía una amenaza de la misma especie; y en el caso de su hermana, la dulce Aniella, lo único que tenía de dulce, eran las toneladas de éste que comía, porque por lo demás, todos parecían sostener que era una especie de anticristo versión femenina.




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