Punta Dorada, abril 2014
Una vez que abandonaron la clínica, y aunque Giulio estaba tan emocionado como Damila e igual quería decírselo a todo el mundo, logró convencer a su mujer de no hacerlo del mismo modo como ella había dado la noticia de su embarazo.
Giulio cerró los ojos con resignación mientras que Gianpaolo reía con disimulo, y cuando llegaron a casa, Fredo sujetó al GA.
La risa de Ginpaolo fue coreada por todos sus compañeros y de hecho pensaron que si de veras existía un Dios, y suponiendo que éste fuera justo, aquellos chicos serían los encargados de hacer pagar a Fredo todo lo que él mismo le había hecho al prójimo.
Aquel día Giulio no fue a trabajar como le era habitual una vez que dejaba a Damila en casa o en la universidad después del control, sino que se quedó todo el día consintiendo a su mujer y haciendo los más alocados planes para cuando nacieran sus hijos.
Normalmente a Damila comenzaba a latirle el corazón en forma indecente cuando Giulio sonreía, pero aquella desbordante felicidad le producía un sentimiento tan intenso que casi era doloroso, no obstante, se obligó a prestar atención pues él estaba hablando.
Aquello sí pareció mortificar a Giulio, porque enseguida dejó de reír, algo que Damila lamentó, y se le dibujó una arruga en el frente, algo que a la chica le extrañó poco, pues era lo habitual cuando algo lo disgustaba o preocupaba.
A partir de allí y una vez recuperado el control, Giulio puso en ejecución todas sus habilidades de litigante en una amplia exposición de los hipotéticos motivos por los que podía ser importante aquel detalle, con el fin de ocultar de la forma más efectiva, el simple y muy común hecho de que como casi todo hombre que espera a su primer hijo, quería que fuese un chico.
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Ángelo había tenido una mañana espantosa, porque por empezar, ese día tenían una reunión en la escuela, y aunque eso no tendría por qué haberle causado ningún trastorno, pues quienes habitualmente se ocupaban de aquello eran las mujeres, no había manera de que aquel individuo superase su manía por acompañar a la suya a todas partes quisiera ella o no. Sin embargo, y aunque ya había asistido a varias con anterioridad, ese año los niños parecían decididos a ser expulsados. La familia tenía diez niños en aquella institución, pero también estudiaban allí los dos hijos de Antonio, así que en conjunto tenían una docena de chicos allí, y a pesar de que todos tenían a sus padres o abuelos como en el caso de los Genovesse, salvo por Gianni, ningún otro habría sido responsabilidad de Ángelo, pero este sujeto era lo bastante necio como para haberla asumido por todos, de modo que tuvo que hacer frente con estoicismo, a la indecente catarata de quejas de los maestros. Los más problemáticos y como cabía esperar, eran Gianni, Renzo, Franco y Amelia, pero para sorpresa al menos de Ángelo, el hijo mayor de Antonio y que compartía el nombre con su padre, pero al que todos llamaban Tony, parecía una amenaza de la misma especie; y en el caso de su hermana, la dulce Aniella, lo único que tenía de dulce, eran las toneladas de éste que comía, porque por lo demás, todos parecían sostener que era una especie de anticristo versión femenina.
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Editado: 26.06.2022