Destino de Sangre (libro 13. Última Generación)

Epílogo

 

Punta Dorada, enero 2015

Cuando Albano y Silvano habían iniciado la cuenta regresiva y tenían en sus manos las botellas para descorcharlas en cuanto terminase el año,  Ángelo pasó un brazo por los hombros de su mujer mientras miraba a su familia reunida en pequeños subgrupos familiares. Giulio tenía un brazo alrededor de la cintura de Damila que tenía en brazos a Pierangelo, mientras que con el otro él sujetaba a su aun pequeña pero inquieta hija; Nino y Cristian hacían más o menos lo mismo con sus esposas e hijos; Fabiano estaba peleándose con Gianni; Arezio tenía alzado a Federico; el resto de los Rossi y los Sabattini intentaban que sus retoños se mantuviesen cerca; y Francisco Javier abrazaba a su mujer, pero en el caso de Sofía quien la tenía en brazos era Iván Damilo mientras la chiquita tiraba de los cabellos de Sara. Cuando murió el último segundo de aquel año, Ángelo apretó a Kelly contra su pecho después de darle un beso.

Una vez que todos se habían expresado sus buenos deseos para el año que se iniciaba, pasaron al comedor y la cena transcurrió en medio de un alboroto colosal. Don Guido miró a Ángelo y se sintió satisfecho, pues lo había conocido toda su vida y no recordaba haberlo visto tan feliz en ningún momento de la misma.

Mucho más tarde y mientras las mujeres se encargaban de enviar a los niños a la cama, Ángelo entró un momento al estudio, se sirvió una copa y la elevó hacia la pintura de Don Carlo.

  • Otro año, papá – le dijo – La familia ha crecido mucho, y aunque aún no he podido regresarlos a casa, te aseguro que sigo trabajando en ello – hizo una pausa y luego agregó – Hoy te sentirías tan orgulloso del bambino como lo estoy yo, no voy a decir que lo ha hecho solo, pero ha levantado un imperio en estas tierras, es padre de dos hermosas criaturas y es feliz
  • Seguramente se siente tan orgulloso de él como de ti, abogado – escuchó y se volvió con rapidez
  • Bambina…
  • Vamos, es hora de que descanses y también estoy segura que él estaría de acuerdo conmigo – dijo señalando la pintura

Ángelo dejó la copa sobre el escritorio y sujetando la cintura de su mujer, abandonaron el despacho, pero en cuanto ellos salieron, Luciano salió de donde había estado y también miró la pintura.

  • Cada vez falta menos, Don C – dijo – Tal vez no este año o el próximo, pero antes de lo que nadie imagina, estaremos de vuelta en nuestra tierra

Dicho esto, apagó las luces y también abandonó el despacho. Subió y entró a la habitación que compartían los gemelos y Giuliano que ya dormían solos, se acercó a las cunas y estuvo un largo rato mirando a los bebés. Giuliano y  Pierangelo dormían pacíficamente mientras que Pierangeli tenía los ojitos abiertos, así que Luciano sonrió y la alzó.

  • Veamos signorina, debería estar durmiendo, pero parece usted en desacuerdo – le dijo – ¿Te gustaría escuchar una historia?

Favio y Yuri que eran los informáticos de guardia se miraron con algo cercano a la incredulidad, porque aquella habitación estaba en el mismo estatus que el despacho de Ángelo, es decir, tenía un monitoreo de 24x24, y si bien Silvano y Luciano eran visitantes frecuentes, especialmente en las noches, Luciano generalmente se contentaba con mirarlos un rato y luego se marchaba, de modo que aquella variante los había sorprendido, pero iban a sorprenderse aún más al escuchar la historia que su jefe le estaba contando a la niña, pues era la de los Del Piero. Pierangeli finalmente se dormiría, él la colocaría en la cuna y después de darle un beso en la cabecita y un breve vistazo a los tres, abandonó la habitación pensando que aún faltaba mucho por hacer, pero se juró a sí mismo que por mucho que faltase, aquellos niños crecerían en el lugar que les correspondía costase lo que costase.

Luciano se había pasado media vida peleándose con Ángelo por un motivo o por otro, de lo que no parecía muy consciente era de lo mucho  que se le parecía tanto en carácter como en la decisión de hacer efectivo aquel juramento de llevar a la familia a casa, pero como eso no sucedería esa madrugada y ya estaba haciendo todo lo que podía, decidió darse un momento para el descanso y ya mañana continuaría en la cruzada que se había convertido para él, en una forma de vida.




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