Destino de Sangre (libro 14. Familia)

Cap. 2 Propuesta

 

Punta Dorada, agosto 2017

Luciano salió del baño y después de colocarse los pantalones y calzarse, iba a revisar algo en su portátil cuando llamaron a la puerta.

  • Avanti – dijo

Pero prestó atención, porque los que solían ir a su habitación cuando estaba en la mansión, no se caracterizaban por llamar antes de entrar. Sin embargo, compuso expresión de fastidio al ver a su visitante.

  • Buongiorno Luciano
  • Aurelio – dijo girándose hacia el vestidor

Los gemelos Rossi, Aurelio y Aurelia, eran hijos de Aureliano quien había enviudado cuando los niños estaban aún pequeños. Aurelia era una chica despierta y muy habladora, característica ésta que compartía con su hermano, mismo que hasta donde sabía Luciano, le había dado toda clase de dolores de cabeza a su progenitor comenzando por el insólito hecho y más bien en fecha reciente, de haberse montado en un avión rumbo a Italia. Aquello le había reportado pésimas consecuencias tanto al angelito como a Luciano, pues Ángelo y como cabía esperar, había montado en cólera haciéndolo responsable por aquella seria falla de seguridad.

Los gemelos a la fecha tenían diecinueve años, la niña, y aunque había iniciado una carrera en la universidad, había abandonado y luego había fastidiado a Fredo hasta que él se avino a preguntarle a Giulio si había posibilidades de que su prima trabajase en el complejo, pues se interesaba por la hotelería. Giulio no había puesto objeciones y la única condición que le puso fue que terminase la carrera.

Aureliano y aunque amaba a sus hijos, encontraba muy problemático el cuidado de los mismos, pues aquello y en principio según el credo de los Rossi, correspondía a las mujeres, de manera que aunque las tías de los niños se habían encargado de aquello, los chicos echaban en falta a una madre, y en cuanto se habían trasladado a Punta Dorada, también ellos habían adoptado a Kelly como madre. Evidentemente la influencia de ésta había surtido algún efecto en los chicos y al menos la gemela había dejado de meterse en problemas por cuenta propia o por la de su hermano, pero el mencionado hermano seguía siendo un incordio, algo que quedó demostrado cuando el año anterior y al cumplir los dieciocho, había hecho lo anteriormente expuesto ganándose un horroroso castigo por parte de sus parientes y en aquella ocasión ni siquiera Kelly había podido evitarlo. Sin embargo, cuando finalmente lo habían dejado salir de su habitación, Kelly había tenido una larga charla con él en la que incluía desde el hecho de que ya no era un niño y debía ser responsable por sus actos y ser consciente de que éstos afectaban a su familia, hasta ponerle de ejemplo la dedicación y preocupación de los miembros del grupo de seguridad que arriesgaban sus vidas para protegerlos, y la terrible situación en la que los había colocado. Aquella conversación parecía haber tenido más efecto que la paliza y el encierro, porque el chico parecía exclusivamente dedicado a sus estudios y ni siquiera participaba mucho en las salidas con sus primos. No obstante, algo de lo dicho por Kelly, aunque nadie sabía el qué, parecía haber hecho que Aureliano comenzase a seguir a Luciano a todas partes mientras estaba en casa, y era por eso que Luciano se sentía sumamente fastidiado en aquel momento, pero como no tenía por costumbre maltratar a los niños, intentó amarrar la lengua, aunque le era literalmente imposible ser simpático en casi ninguna circunstancia a menos que fingiese serlo cuando perseguía algo en particular.

  • ¿Qué quieres, Aurelio?
  • Nada, solo te traje espresso
  • Te lo agradezco, pero no tienes por qué molestarte
  • No es molestia, ya sabes que los Rossi…
  • Eh, eh – lo detuvo – yo no soy ni un Del Piero ni un Genovesse
  • No tienes el apellido, pero todos sabemos que eres como un hijo para tío Ángelo y…
  • ¡Ja! Sí claro
  • … un hermano para el bambino – concluyó el chico
  • Aun así, esto no es necesario y creí que lo habíamos aclarado con suficiencia, Aurelio

Luciano ya había tenido aquella odiosa conversación con el muchachito quien había expuesto con claridad y suprema necedad en opinión de Luciano, su intención de ser para él lo que era Fredo para Giulio, así que después de recordarle que él no era un Del Piero ni un Genovesse, lo había enviado a paseo, pero aunque Aurelio no había insistido en el asunto, seguía comportándose de aquella manera que fastidiaba tanto a Luciano.

  • ¿Qué harás hoy? – preguntó Aurelio cambiando de tema – ¿Te quedarás un rato en casa?
  • No, tengo trabajo por hacer
  • Claro, pero en algún momento debes tomarte un descanso y podríamos…

Luciano gimió internamente preguntándose por qué razón el universo consideraba prudente endilgarle a otro Mauro si ya tenía bastante con el primero.

  • Bueno, avísame si te animas – le dijo Aurelio y abandonó la habitación

Luciano no se había enterado de a qué podía animarse, y en cualquier caso no le interesaba, así que cogió la taza y se acercó a la ventana. Ya Luciano tenía treinta y un años, y en realidad ese año cumpliría treinta y dos, pero lo que no tenía era una vida, pues la misma giraba en torno a los problemas de los Del Piero, la seguridad de los Del Piero, sus manías, sus locuras y un largo etcétera que no le dejaba tiempo para mucho más. No era que él quisiese o tuviese otros planes, pero en ocasiones se sentía cansado, no físicamente, sino mental y emocionalmente, porque a pesar de la creencia generalizada de que era una máquina sin sentimientos, seguía siendo un ser humano y en verdad se preocupaba y quería a todos aquellos cretinos que incluía lógicamente a los Genovesse y a los Rossi, aunque había algunas excepciones en las tres listas, pero se preocupaba y los cuidaba a todos por igual.

  • Como debe ser – murmuró fijando sus ojos en el coche que en aquel momento rodeaba la glorieta enfilando hacia la salida  a una velocidad indecente teniendo en cuenta donde estaba y que tendría que frenar al llegar a la puerta




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