Destino de Sangre (libro 14. Familia)

Cap. 12 Pruebas

 

Punta Dorada, septiembre 2017

Una vez que Silvano tranquilizó a Damila, bajó a toda prisa pero no para abandonar la casa, sino para poder hablar sin ser escuchado por ella.

  • Bite, comunícame con el infeliz – pidió
  • En este momento no es posible, Ícaro
  • ¡Maldición hombre, esto es urgente!
  • Le daré tu mensaje en cuanto sea posible

Silvano se tranquilizó pues él era un Alfa y sabía que había momentos en los que en verdad era imposible establecer algunas comunicaciones. Mucho más tarde entró de nuevo a la habitación de los niños y vio que los dos chicos ya estaban dormidos mientras que la gemela seguía despierta y con un libro de láminas en las manos, así que la sacó de la cuna y fue a sentarse en un sillón.

  • A ver princesa – le dijo – ¿Quieres que te lea una historia?
  • No, tu non papá

Aunque Silvano siempre había sido consciente de que a pesar de que él era el padrino de la gemela, ella había desarrollado un enorme apego a Luciano, fue en ese momento que se sintió furioso por ello, pero se controló lo mejor que pudo y comenzó a hablarle de mil cosas hasta que al final y siendo alrededor de las tres de la mañana, la chiquita fue vencida por el sueño. Él la colocó en la cuna con cuidado y aun estuvo un rato más allí antes de irse a su habitación.

Durante los dos siguientes días las cosas no variaron mucho y ya todos comenzaban a preocuparse seriamente, pues como era lógico, habían notado la actitud de la niña, pero las cosas empeoraron porque la gemela comenzó a rechazar también la comida, y lo único que medio comía y eso con mucho esfuerzo, era helado. Silvano trató de recabar la ayuda de Franco que era quien desde siempre conseguía casi cualquier cosa de Pierangeli, pero aquel personaje parecía del mismo humor que la niña, aunque por otros motivos, mismos que estaban relacionados con el mismo personaje, de modo que con las cosas así, Silvano perdió la paciencia.

  • ¿Bite, al menos podrías decirme si le diste mi mensaje a Lucky?
  • Recibí tu mensaje y voy en camino – le contestó Luciano

Para extrañeza de los que escuchaban, Silvano no dijo nada, o al menos no a él, porque se fue derecho a la habitación de los niños.

  • Piera – dijo al entrar, aunque ella le prestó escasa atención – Lucky viene en camino – y en esta ocasión la niña sí lo miró
  • Viene – dijo
  • Sí princesa, ya viene

Sin embargo, la gemela debió concluir que ya no significaba lo mismo para él que para ella, porque después de unos minutos, se giró de nuevo y recostó la cabeza en el sillón. Silvano comenzó a pasearse por la habitación y los niños pensaron que estaba jugando y comenzaron a seguirlo y a reír, pero cuando él estaba a punto de decir quién sabía qué, se abrió la puerta dando paso al personaje que tenía armado todo aquel lío.

  • ¡Papá! – exclamó Pierangelo corriendo hacia él y Luciano los alzó tanto al gemelo como a Giuliano, pero después de un rápido saludo, los colocó en el piso y se dirigió hacia la personita que lo miraba con los ojos muy abiertos y expresión tormentosa
  • Malo – fue lo primero que dijo
  • Acabas de romper mi corazón, Piera

Pero un minuto después, la niña se había aferrado a su cuello y parecía a punto de asfixiarlo.

  • Non viene – dijo entre sollozos – ¿Perchè?
  • Vamos señorita Del Piero, usted sabe que debo trabajar

No obstante, le tomaría un tiempo larguísimo lograr que la niña se tranquilizase, y aunque la habitación se llenó, pues todos los chicos habían ido en cuanto Emiliano les había avisado que Lucky había llegado, y también se presentaron Giulio, Damila y Kelly, la gemela no le permitió moverse ni hablar con nadie hasta mucho después.

  • Tal vez consigas que se avenga a comer, porque no lo ha hecho como es debido y Angélica está a punto de suicidarse – le dijo Damila
  • ¿Cómo está eso de que no has comido, Piera?
  • Helado – dijo ella
  • Eso no es comida
  • Bambina come
  • Entiendo – dijo él – pero veamos, no serás mucho más grande de lo que eres ahora si no comes, y si es así, no podré llevarte a pasear en avión otra vez – le dijo y la niña juntó las cejas en forma idéntica a su progenitor - ¿Sabes? Yo no he comido y tengo mucha hambre ¿me acompañas? – le preguntó y Pierangeli se apresuró a asentir

Aunque no comería mucho, Angélica estaba tan contenta de que por lo menos comiese algo, que comenzó a llenar de besos a Luciano causando la escandalosa hilaridad de Fredo.

  • Te sugiero dejar de reír, Atila – le advirtió Gianpaolo – porque lo conoces lo suficiente como para saber que va a cobrártelo a precio de oro

Pero aquel incordio ignoró la advertencia tal vez pensando que cualquier castigo valía la pena por lo que estaba viendo.




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