Destino de Sangre (libro 14. Familia)

Cap. 13 Larga noche

 

Punta Dorada, septiembre 2017

En ocasiones Ángelo no podía dormir y se levantaba, encendía su portátil y revisaba cualquier asunto pendiente o contrato en curso hasta que le daba sueño, pero aquella noche y aunque lo intentó, no podía concentrarse en nada, pues su mente estaba llena de imágenes del pasado. Rememoró la conversación que tuviese con su padre debido a su terca posición con respecto a Luciano; la posterior que tuvo con Gianni cuando le pidió que informase al niño lo sucedido con sus parientes; las muchas veces que se cuestionó su buen juicio por la indecente cantidad de dolores de cabeza que le dio Luciano en su adolescencia; el día que Luciano enfureció por el desdichado asunto de Anabel, y aunque Gianni estuvo seguro de que el chico en verdad iba a matarlo, él lo estaba en el sentido contrario, pues a pesar de que terminó diciéndole lo que quería saber, después pensaría que Luciano no habría actuado en su contra; y más recientemente, el dolor demencial que lo había atacado cuando vio que la vida de Luciano se escapaba y él no podía hacer nada. Después de este repaso, pasó a la culpa, algo más bien normal tratándose de él como sucedía cada vez que algo salía mal, y era evidente que algo había salido muy mal si había otro Di Castello respirando por allí. Él podría haber aceptado que hubiese otros, pero en Italia, donde para el momento de los hechos tenían pocas posibilidades de verificar nada, pero que estuviese en su propio terreno era inaceptable para él.

Mientras Ángelo estaba atormentándose por algo que escapaba por completo de su control, Fabiano estaba en uno de los salones frente a una botella, y aunque ya había bebido mucho, se puso de pie con rapidez girándose además con su automática en la mano. Por muy ebrio que estuviese y no lo estaba tanto, sintió la presencia y al volverse vio a las tres silenciosas figuras que se aproximaban.

  • Es mal asunto intentar sorprenderme de este modo, pequeño Nico – dijo con voz áspera – Y en cuanto a ustedes, nunca han tenido el juicio suficiente como para recordar que ya los apalee una vez por entrometidos
  • Te queda mal a ti primo, hablar del juicio de nadie – dijo Albano
  • ¿Y quién crees que iba a atacarte en tu propia casa, necio? – preguntó Silvano
  • Por creer, ya estoy dispuesto a creer cualquier cosa

Arezio que no había dicho nada, fue a sentarse junto a él sirviéndose una porción del ambarino líquido.

  • Búscate la tuya – le dijo Fabiano de malos modos
  • ¿Qué piensan? – preguntó Albano despachando a continuación el contenido de su vaso
  • Tutto ciò che penso, sarà sbagliato [1] – dijo Arezio
  • Claro, porque tú no piensas, sciocco – le dijo Fabiano
  • Creo que ya has tenido suficiente de esta compañía, Biano – le dijo Silvano apartando la botella

Todos sabían que eso era cierto, porque cuando Biano se ponía de aquel humor, era porque había bebido mucho estando insólitamente preocupado por algo, ya que aquel loco titulado no solía preocuparse por nada en la vida.

  • Y tú no tienes derecho a decirme lo que puedo o no puedo hacer, Nico – dijo en tono peligroso
  • Vamos a calmarnos – intervino Albano
  • ¡No te metas!
  • Biano, no tengo muchas ganas de acomodarte un puñetazo – dijo con fastidio – Entiendo que lo que está haciendo…
  • Ey – lo detuvo Silvano señalándose el oído
  • No soy estúpido, Silvano – dijo él sabiendo que con aquel gesto se refería a su costumbre de llevar activo el DTR día y noche
  • Bien, entonces y si alguien quiere escucharme, están preocupándose neciamente por algo que no merece la pena
  • Ergo, piensas que no es cierto – dijo Albano
  • Claro que no es cierto – contestó él – ¿Creen que si fuese así, precisamente Lucky no lo sabría? Pero vayamos un poco más allá, si fuese cierto ¿cuál sería el problema?
  • ¿Cuál sería el problema? – vociferó Biano
  • Baja la voz, estúpido – lo silenció Silvano – ¿Acaso quieres despertar a todos?
  • ¡Al demonio con eso!
  • En verdad te estás rifando una sacudida, primo
  • Solo inténtalo, Carlo Silvano – dijo poniéndose de pie
  • Silvano – dijo Albano – Me inclino a sustentar tu misma opinión en lo básico, pero en cuanto a la posibilidad de que fuese cierto, no creo que a nadie le guste estar emparentado con esos tales
  • Escuchen, lo que ha de ser será con o sin nuestro consentimiento, porque en cualquier caso nadie va a pedirnos opinión, y ciertamente no tenemos injerencia ni podemos modificar algo que ocurrió hace un montón de años
  • Puedo entender eso – dijo Albano – lo extraño aquí no es la posibilidad real o no, sino que Lucky se lo haya ocultado a tío Ángelo
  • Vamos hombre, no le dice todo siempre
  • Ya lo sé, pero esto es importante
  • Porque es un necio arrogante que se cree por encima del prójimo – dijo Biano, aunque no le prestaron atención pues sabían que hablaba el alcohol
  • ¿Y no se les ha ocurrido pensar que solo intenta ahorrarle mortificaciones como lo hace siempre?
  • Eres un Del Piero, muchachito – dijo Fabiano en tono ominoso – Y se supone que deberías estar de nuestra parte y no de la de él




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