Punta Dorada, septiembre 2017
En la mansión y después de la precipitada salida de los hombres, Damila fue a sentarse al lado de su madre.
Pierangeli y como cabía esperar, tenía una de las más extensas colecciones de muñecas que se podía encontrar; las había de todos los tamaños, que hablaban, caminaban o cualquier otra cosa posible, pero estaban de adorno, pues a ella los únicos juguetes que le interesaban, aunque no lo eran, era la colección de ferraris a escala que poseía Giulio, de manera que tanto el padre como el abuelo y por allí casi todos con excepción de Nicola que seguía haciendo traer muñecas de todas partes del mundo, habían comenzado a proveer a la gemela de los mencionados carros. Por extraño que pueda parecer, Pierangeli nunca había destrozado ninguno como eran los casos de la mayoría de los varones, pues ella se contentaba con mirarlos y acariciarlos como si fuesen mascotas. Por todo lo anterior y si en verdad Emiliano había roto aquel carrito, lo extraño era que la gemela no la hubiese emprendido en su contra, porque la muchachita no tenía tamaño para el carácter que se gastaba, y Fredo que era quien lo había sufrido, siempre decía que lo mismo había sucedido con Giulio, quien desde siempre se mostró igual de agresivo cuando algo contravenía sus deseos.
Aquello las extrañó aún más y vieron que Franco se llevaba una mano a la cabeza.
En otro salón discutían los jóvenes Rossi, es decir, Enrico, Marcelino, Aurelio y su hermana.
Y a decir verdad no entendían nada, porque ellos sabían que Enrico parecía haber perdido la cabeza por Paola Gianetti desde que la viese en la boda de Giulio, y en los últimos tres años y si bien no habían podido verse mucho, porque los Gianetti vivían fuera del país, habían logrado mantenerse en contacto y durante el último año su relación parecía haberse consolidado, la cuestión era que aún no se lo decían a sus padres y a Enrico se le estaban acabando las excusas para emprender viajes. La preocupación de Aurelio no estaba justificada, aunque él no lo sabía, porque ciertamente Vincenzo había dado el aviso correspondiente a Luciano y éste estaba perfectamente al tanto de lo que estaba ocurriendo, solo que había decidido esperar un poco para ver si el asunto pasaba a mayores, pues Enrico y hasta hacía poco, no era muy juicioso en cuestión de chicas, aparte de que era muy joven aun.
Aurelio, Marcelino y Enrico, se habían apresurado hacia ella y su hermano la había abrazado en la creencia de que aquello era un ataque, pero solo se trataba de un rayo que parecía haber impactado muy cerca.
Kelly se había quedado paralizada y se había cruzado de brazos en actitud de protección mientras que Bianco había corrido hacia el salón.
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Editado: 28.07.2022