Cap. 16 ¿Aclarando?
Punta Dorada, septiembre 2017
Luciano que conocía bien a Ángelo, al verlo frotarse la frente, decidió que ya había llegado el momento de finalizar con aquello.
- AG. Como te dije, esto era una pérdida de tiempo y creo que ya quedó demostrado que tenía razón, así que aquí no hay nada más qué escuchar
- Tal vez – dijo Giulio abriéndose paso entre Ángelo y Alessandro – pero yo quiero escuchar lo que tiene que decir – dijo clavando los ojos en los de Luciano
- Bambino, como acabo de decir…
- Te escuche, pero es mi tiempo y yo decido cómo perderlo. Los demás pueden marcharse si quieren – dijo y apartándolo miró a Natalio – ¿Cómo termina o cómo comienza esta historia? – le preguntó en tono amable y Natalio suavizó la expresión
Aquella era una característica de Giulio que él sabía explotar muy bien, pues a diferencia de Ángelo cuya agresividad y dureza solía intimidar a quienes lo escuchaban, Giulio exhibía una amabilidad, una simpatía y un aire general de dulzura a la que era difícil sustraerse, y era eso lo que siempre había hecho que en la escuela y la universidad, sus compañeros lo siguiesen como abejas a la miel. Lo que no sabían y solían descubrir muy tarde a un altísimo costo, era que la máxima que reza que quien está o se relaciona de manera muy cercana con una cabeza coronada, son los más propensos a perder las propias, pues los seres más temperamentales eran los príncipes reinantes y Giulio había nacido siendo uno.
- Imagino que es posible conseguir un café aquí ¿no? – preguntó a nadie en particular, pero su petición ya había sido transmitida, y luego miró a Natalio – ¿Fumas? – le preguntó ofreciéndole uno de sus cigarrillos y sentándose frente a él – Si tú estás dispuesto a contarme, yo lo estoy a escucharte – le dijo
Siendo que Giulio era la primera persona que lo trataba con amabilidad y que no lo miraba con desprecio, Natalio estuvo en mejor disposición para continuar, aunque los demás pensaron que no sabía el infeliz, que posiblemente el sujeto que le hablaba era quizá el que más lo despreciase y quien no dudaría ni un segundo no solo en ordenar su ejecución, sino que era perfectamente capaz de sacarle el corazón él mismo.
Como Giulio era compulsiva y obsesivamente ordenado, y los informes que leía debían estar presentados según esos parámetros, pero sabiendo además que era muy improbable que Natalio tuviese ni la más lejana idea de cómo presentar los posibles hechos en un orden cronológicamente aceptable, y habiendo demostrado también que su cabeza parecía un laberinto, decidió que él dirigiría el relato.
- ¿Me equivoco al pensar que Giacomo no sabía nada de este parentesco? – le preguntó
- No podría decírtelo con exactitud, porque no lo conocí mucho y en realidad lo vi solo algunas veces y yo estaba muy pequeño
- Entiendo, pero… ¿cómo fue entonces que te enteraste de esto?
- Porque yo hice lo que nadie había hecho
- ¿Y qué fue eso?
- Investigué
- Entiendo eso también, pero alguna razón debiste tener para pensar e investigar acerca de un parentesco del que nadie te había hablado
- No fue eso lo que quise investigar primero porque no lo sabía, pero una cosa me llevó a la otra y…
- Espera – lo detuvo Giulio y como en ese momento llegaba un BA con el café que había pedido, le pasó una taza a Natalio y después de beber un sorbo de la suya, continuó – ¿Qué fue lo que quisiste investigar en primer lugar?
- Para acabar con un enemigo hay que conocerlo, conocer sus debilidades y sus fortalezas, así que me dediqué a averiguarlo todo acerca de los Del Piero. La historia más reciente me llevó hasta Guido, pero no podía pasar de allí si no iba a Sicilia y eso hice. Tuve la buena suerte de encontrarme con que mucha gente allá recuerda o sabe del exilio y quién lo ordenó, así que no descansé hasta obtener una cita con algún Madonia importante hasta que finalmente la conseguí con Don Tomasino
- ¿Sabes? Me cuesta un poco imaginar que Don Tomasino se aviniese amablemente a hablar con un desconocido de su historia familiar
- Y no lo hizo, porque los Madonia de ahora son tan arrogantes como los Del Piero – dijo con desprecio y pareciendo olvidar que con quien hablaba era uno
- ¿Y cómo te las arreglaste entonces? – preguntó y Natalio sonrió
- Ese es otro estúpido arrogante que contestó a todo, pues le dije que era un escritor buscando una historia interesante
- Una estrategia muy inteligente, pero dudo mucho que Don Tomasino te haya hablado del parentesco ¿o sí?
- Claro que no, pero tampoco fue que me dijese mucho que no hubiese podido averiguar de cualquier habitante de Mesina, porque más que todo me habló de sus planes de venganza, aunque me parecieron más bien ideas absurdas y sin una forma específica
- ¿Y no pensaste en aliarte con él? Así las cosas te habrían resultado más fáciles ¿no?
- Por supuesto que no, por empezar y como dije, creo que ese tipo no tenía ni idea de qué o cómo hacer nada, y segundo, la guerra entre los Del Piero y los Madonia, no tiene nada que ver con mi venganza
- Comprendo. Entonces después de hablar con Don Tomasino acudiste a alguien más
- No, acudí a la biblioteca de la municipalidad de Mesina, pues aunque tuvieron propiedades y vivieron por períodos de tiempo en Palermo, era Mesina su tierra de origen. Hablé con mucha gente incluidos dos sacerdotes que parecían tan ancianos como Matusalén, y leí durante tantas horas que casi me quedé ciego, pero en el siglo XVI, me encontré con el apellido Di Castello
- ¿Qué leíste exactamente?
- Como te dije, leí mucho, y como no sabía cómo separar unas cosas de otras, lo mismo leía crónicas de las distintas épocas como libros en los que parecían haber llevado cuentas, y fue en uno de esos donde lo vi. Pietro Di Castello
- ¿Y qué relación tenía con los Del Piero?
- Era una especie de capataz según lo que entendí, porque yo aprendí a hablar italiano, pero lo que nunca aprendí bien fue la gramática, así que me costaba entender algunas cosas que estaban, además, y en su mayoría, escritas a mano. Pero fue más fácil dar con otros registros que hablaban de un gran escándalo en el que se vio involucrada la familia Del Piero. Según lo que leí, por esa época se instaló un tribunal de la inquisición en Mesina, y una de las mujeres que fue acusada de brujería era hija de Pietro Di Castello. Bianca era su nombre. No entendí mucho acerca del proceso, pero debieron encontrarla culpable, porque fue condenada, y lo que sí estaba perfectamente claro y repetido, era que la chica antes de ser quemada en la hoguera, lanzó una maldición sobre todos los varones Del Piero.