Cap. 23 Francesco

Punta Dorada, diciembre 2017

El mes de noviembre fue de mucha actividad para el GA, pues aparte de dedicarse a seguir paso a paso los que habían dado Natalio y Cattaneo, se aplicaron con su eficiencia característica a desmantelar sus planes y a neutralizar la amenaza de hacer pública la identidad y filiación de Natalio con los Del Piero, algo esto último que corrió a cargo de los informáticos, pues los planes de Cattaneo para hacer pública la información, involucraba a los medios de comunicación.

Una vez resuelto eso y que Luciano se deshizo de aquel molesto individuo, no sin antes mostrarle en detalle cómo había desecho todos sus planes, decidió dedicar su atención a otro asunto pendiente. Francesco Rossi.

No era que Luciano se hubiese olvidado del asunto y era algo que tenía no solo muy presente, sino que ya había dado algunos pasos en relación con aquello, pero ahora le faltaba la autorización de Ángelo.

Aquel día cuando Luciano llegó a Aravera había mucha actividad, pues era el día del cumpleaños de los gemelos Genovesse y todos parecían muy atareados en la preparación del mismo, y la verdad era que Luciano no quería ni enterarse de lo que grandes y chicos les tenían preparado a aquellos dos. Después de saludar a los chicos y de conversar un momento con los GA que en teoría supervisaban a los menores, se fue al despacho, aunque aún tendría que esperar un poco ya que Ángelo todavía no bajaba del habitual descanso posterior a la comida.

• Luciano – dijo Ángelo al entrar y ver la nube de humo
• AG – contestó él  a modo de saludo

Un poco después del reconocimiento oficial de Luciano como otro miembro de la familia, probados locos como Fabiano, los gemelos, Silvano y Fredo, comenzaron a fastidiarlo diciéndole que ya no podía llamarlo AG sino tío Ángelo, pero si bien Luciano intentó no prestarles atención, llegó el momento en que colmaron su paciencia y sacudió a cuatro de ellos, y si Fabiano se salvó, fue porque no estaba presente.

• ¿Succede?
• Tenemos un problema que no tendría por qué serlo, pero que tú te empeñas en convertir en uno – le dijo

Ángelo se frotó la frente como siempre y cada vez que hablaba con aquel irritante muchachito.

• Luciano, te agradecería…
• Franco – dijo interrumpiéndolo
• Ya te dije que no
• Bien, pero te sugiero entonces prepararte para enfrentar el enorme problema que te vengo anunciando, porque la criatura encontrará la manera de hacer lo que quiere tanto si te gusta como si no, y como lo hará por su cuenta, no tengo forma de protegerlo, de modo que cualquier mal que pueda sobrevenirle será tu culpa y no la mía
• ¡La seguridad de nuestra familia está a tu cargo!
• Ah sí, eso ya lo sé, pero si haces memoria y sé que la tuya es muy buena, recordarás que ni un ejército podría impedirnos a ciertos individuos hacer lo que nos da la gana – dijo incluyéndose
• Escucha muchachito, en tú época no contábamos con una organización como el GA, que se supone tiene el mejor entrenamiento
• Y estás entonces sugiriendo asignarle oficialmente un GA al señor Rossi ¿no?
• Si es lo que hace falta para mantenerlo a raya…
• No serviría de mucho, porque te recomiendo de  nuevo acudir a tu buena memoria y recordar lo que sucedió con Ícaro
• ¡Entonces no sirven para nada!
• AG, se les asigna la seguridad de un objetivo y cumplen con ello, pero para lo que tú quieres con relación a Francesco, sería necesario encerrarlo en una celda, a menos claro, que decidas que el chico necesita una vigilancia de 24 horas, como en efecto es, para lo que sería necesario entonces asignarle unos tres GA que no lo dejen ir solo ni al baño, algo que puede hacerse, pero que aparte de la inversión de recursos en una sola persona, también generará la curiosidad de sus parientes y tendrás que dar muchas explicaciones. Por otra parte, te ganarás la mala voluntad del sujeto en cuestión y créeme, eso es mal asunto, y…
• Ya cállate – le ordenó – Yo hablaré con el niño
• ¿Estás seguro que quieres hacer eso? – le preguntó con una sonrisa malvada en los labios
• No, pero alguien debe hacerlo
• Buena suerte entonces – le dijo poniéndose de pie y abandonando el despacho

Aproximadamente media hora después, Piero fue en busca de Franco y lo hizo pasar.

• ¿Querías hablarme, tío?
• Así es, Franco – le dijo – Siéntate

Aunque ya llevaba varios años conviviendo con el chico, y sabía que no era de la clase aprensiva, comprobó una vez más que a pesar de que estaba bastante seguro que en las últimas horas había hecho una buena cantidad de diabluras, no estaba en lo más mínimo preocupado por haber sido llamado allí.

• Franco, entiendo que eres muy hábil para los números
• Encuentro que las matemáticas poseen una belleza que no posee nada más en el mundo
• ¿Disculpa? Creo que no entiendo bien eso – y seguramente así era, pues nunca le habían gustado de manera especial y Franco esbozó una sonrisa
• Casi nadie lo entiende, porque cuando escuchan belleza, piensan en pintura, música, escultura, pero sucede que los números también tienen su belleza y esta radica en su perfección
• En su perfección – repitió Ángelo
• Creo que iniciaste mal, AG – murmuró Luciano que lógicamente no se habría perdido aquella conversación ni aunque su vida dependiese de ello
• Así es tío, porque supongo que sabes, como lo sabe todo el mundo, que las matemáticas son exactas, no dependen de la apreciación, el pensamiento o el sentimiento de nadie. La obra de un artista siempre va a depender de su estado de ánimo, mientras que un resultado matemático siempre será el mismo independientemente de si estás triste o feliz, y de allí que posea una belleza única pues no cambiará con nada ni será diferente dependiendo de los ojos que la miren.
• Entiendo – dijo Ángelo, aunque Luciano dudaba que entendiese algo – Supongo entonces que estudiarás alguna carrera relacionada con las matemáticas
• Como tengo – puntualizó – que estudiar algo, sí, y aunque sé que me iría igual de bien estudiando cualquier cosa, me dedicaré a la matemática pura