Punta Dorada, julio 2018
El cuarto cumpleaños de los gemelos Del Piero estaba siendo preparado como si se tratase de todo un acontecimiento. Debido a lo sucedido el año anterior y que fastidió tan inconvenientemente los planes de Giulio, este año no estaba dispuesto a permitir que nada lo fastidiase, y aunque todavía faltaba un mes para eso, los arreglos ya habían dado inicio. Sin embargo, a ellos nunca les faltaba un motivo de preocupación, y el mismo se presentó justo el día del cumpleaños de Giulio.
Normalmente, los cumpleaños eran celebrados en casa y solo con unos pocos invitados que no eran familia directa como los Sabattini o Alfredo, pero en aquella oportunidad, Giulio decidió que quería celebrarlo únicamente en compañía de su mujer. Aquello a quien no gustó en lo más mínimo fue a Ángelo, pero Kelly se encargaría de resolverlo.
Ángelo dejó de discutir y Giulio pudo continuar con sus planes. De manera que el mencionado día y si bien fue despertado por los tres chicos con muchísimo escándalo, y desayunó con la familia, al finalizar el desayuno él y Damila partieron. Como era su costumbre, Giulio no le había dicho a Damila a dónde iban, así que cuando llegaron al embarcadero y notó que se dirigían al complejo de La Ciénaga, Damila se sintió muy contenta.
Y en verdad Giulio se había esmerado, porque cuando se aceraron al embarcadero, lo primero que Damila vio fue el bote en el que habían hecho aquel primer viaje, pero, además…
Damila sabía, porque el mismo Giulio se lo había dicho, que José Colmenares, nombre del individuo, había recibido una subvención del Consorcio para equiparse con una flota de naves y sería el encargado de hacer los traslados, y cuando Damila le había preguntado la razón, Giulio había sonreído.
No obstante, como Damila sabía que ahora José era el dueño de una enorme flota de naves muy modernas, le extrañó ver la vieja embarcación y él debió notarlo.
Se subieron a la embarcación y mientras Giulio escuchaba algo que le estaba diciendo el hombre, Gianpaolo le lanzó a Damila un envase.
Damila rompió a reír, pues recordó eso del primer viaje. La travesía la hicieron sin inconvenientes al menos para ellos, porque Fredo y Gianpaolo estaban convencidos que si Giulio seguía con aquella conducta empalagosa, iban a morir de un coma diabético.
Cuando llegaron a la otra orilla, le agradecieron al barquero y caminaron hacia un vehículo rústico que ya los esperaba. Aunque ya Damila había vuelto en muchas otras ocasiones, siempre lo había hecho en avión y llegaban hasta el complejo turístico por otra vía, pero aquel día estaban realizando exactamente el mismo recorrido.
Fredo ahogó la risa, pues era verdad que Giulio se preocupaba por la comodidad de Damila, pero también por la propia y era seguro que él no quería hacer aquel trayecto andando.
Lo de las tiendas era cierto, pero lo que Damila parecía haber olvidado, era que Giulio no iba a comprar zapatos en ninguna parte, pues los suyos seguían siendo fabricados a medida, lo afortunado era que como pensaban quedarse allí esa noche, con seguridad Fredo se había encargado de supervisar que le empacasen todo cuanto pudiese necesitar y eso incluía más zapatos.
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Editado: 28.07.2022