Destino de Sangre (libro 14. Familia)

Cap. 29 Un mal día

 

Punta Dorada, julio 2018

El cuarto cumpleaños de los gemelos Del Piero estaba siendo preparado como si se tratase de todo un acontecimiento. Debido a lo sucedido el año anterior y que fastidió tan inconvenientemente los planes de Giulio, este año no estaba dispuesto a permitir que nada lo fastidiase, y aunque todavía faltaba un mes para eso, los arreglos ya habían dado inicio. Sin embargo, a ellos nunca les faltaba un motivo de preocupación, y el mismo se presentó justo el día del cumpleaños de Giulio.

Normalmente, los cumpleaños eran celebrados en casa y solo con unos pocos invitados que no eran familia directa como los Sabattini o Alfredo, pero en aquella oportunidad, Giulio decidió que quería celebrarlo únicamente en compañía de su mujer. Aquello a quien no gustó en lo más mínimo fue a Ángelo, pero Kelly se encargaría de resolverlo.

  • Debes entenderlo, abogado
  • ¿Qué es lo que tengo que entender? ¿Qué ese niño quiere excluirnos?
  • No seas necio, solo quiere pasar algo de tiempo con su esposa
  • ¡Viven juntos!
  • Claro, pero por una parte tanto Giulio como Mila trabajan mucho, y aunque trabajan en el mismo lugar, no lo hacen juntos. Y por otra parte, cuando llegan a casa, los niños demandan mucha atención porque aún están pequeños, así que es lógico que quieran algo de tiempo para ellos y tú vas a dejarlos en paz

Ángelo dejó de discutir y Giulio pudo continuar con sus planes. De manera que el mencionado día y si bien fue despertado por los tres chicos con muchísimo escándalo, y desayunó con la familia, al finalizar el desayuno él y Damila partieron. Como era su costumbre, Giulio no le había dicho a Damila a dónde iban, así que cuando llegaron al embarcadero y notó que se dirigían al complejo de La Ciénaga, Damila se sintió muy contenta.

  • Hoy quiero que hagamos el mismo recorrido que hicimos en nuestro primer paseo juntos, bebé – le dijo mientras la ayudaba a bajar del auto

Y en verdad Giulio se había esmerado, porque cuando se aceraron al embarcadero, lo primero que Damila vio fue el bote en el que habían hecho aquel primer viaje, pero, además…

  • Bienvenidos – los saludó el mismo sujeto que había hecho el traslado en aquella ocasión

Damila sabía, porque el mismo Giulio se lo había dicho, que José Colmenares, nombre del individuo, había recibido una subvención del Consorcio para equiparse con una flota de naves y sería el encargado de hacer los traslados, y cuando Damila le había preguntado la razón, Giulio había sonreído.

  • Porque los Del Piero somos agradecidos, bebé – le dijo – y ese hombre mostró una enorme preocupación por tu seguridad aquel día, de manera que siempre le estaré agradecido por ello.

No obstante, como Damila sabía que ahora José era el  dueño de una enorme flota de naves muy modernas, le extrañó ver la vieja embarcación y él debió notarlo.

  • Ahora tengo unas mejores gracias a su esposo, señorita – le dijo – Perdón, señora Del Piero – se corrigió – pero conservo esta, ya que fue mi primer medio de sustento
  • Y me alegro que así sea – dijo Giulio – porque de lo contrario no habríamos podido hacer lo que estamos por hacer

Se subieron a la embarcación y mientras Giulio escuchaba algo que le estaba diciendo el hombre, Gianpaolo le lanzó a Damila un envase.

  • ¿Qué sucede contigo, Fabiani?
  • Ya sabes, para que los mosquitos no mueran envenenados – le dijo él

Damila rompió a reír, pues recordó eso del primer viaje. La travesía la hicieron sin inconvenientes al menos para ellos, porque Fredo y Gianpaolo estaban convencidos que si Giulio seguía con aquella conducta empalagosa, iban a morir de un coma diabético.

Cuando llegaron a la otra orilla, le agradecieron al barquero y caminaron hacia un vehículo rústico que ya los esperaba. Aunque ya Damila había vuelto en muchas otras ocasiones, siempre lo había hecho en avión y llegaban hasta el complejo turístico por otra vía, pero aquel día estaban realizando exactamente el mismo recorrido.

  • Un momento – dijo Damila después que llevaban un buen rato de camino – Ya pasamos el punto en el que Fabiani dijo que debíamos continuar caminando
  • Claro, pero ya no es necesario hacerlo de ese modo y no quiero que te canses, bebé

Fredo ahogó la risa, pues era verdad que Giulio se preocupaba por la comodidad de Damila, pero también por la propia y era seguro que él no quería hacer aquel trayecto andando.

  • Detente, Fredo – le ordenó Damila y él obedeció de inmediato – Dijiste que haríamos el recorrido exactamente igual, G – dijo sujetándolo por un brazo y tirando de él para que bajase
  • Bebé, ni siquiera vamos adecuadamente vestidos o calzados
  • Pues quítate la chaqueta, y no creo que sea una gran pérdida si arruinamos los zapatos, porque estoy segura que en ese súper lujoso hotel que construiste, hay suficientes tiendas donde poder adquirir otros – le dijo y comenzó  caminar

Lo de las tiendas era cierto, pero lo que Damila parecía haber olvidado, era que Giulio no iba a comprar zapatos en ninguna parte, pues los suyos seguían siendo fabricados a medida, lo afortunado era que como pensaban quedarse allí esa noche, con seguridad Fredo se había encargado de supervisar que le empacasen todo cuanto pudiese necesitar y eso incluía más zapatos.




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