Destino de Sangre (libro 14. Familia)

Cap. 30 Cumpleaños

 

Punta Dorada, agosto 2018

El día del cumpleaños número cuatro de los gemelos, su habitación amaneció muy concurrida, pues los padres de los niños y sabiendo la desquiciada costumbre de los padrinos de éstos de llevárselos a cualquier improbable lugar incluso antes del amanecer, decidieron que ese día no sucedería, o al menos no antes de que ellos pudiesen felicitarlos como era debido.

  • Son ustedes muy desconsiderados – se quejó Silvano
  • ¿Nosotros? – preguntó Giulio con incredulidad
  • En verdad eres muy desvergonzado, Carlo Silvano – agregó Damila
  • ¿Bebé? – escucharon la voz adormilada de Pierangelo y ambos corrieron hacia la cuna
  • ¡Tantii auguri, il mio bambino! – exclamó Giulio alzándolo, y después de darle un beso se lo pasó a Damila
  • Feliz cumpleaños, Piero – le dijo  ella abrazándolo
  • Buongiorno principessa – dijo él que aun parecía medio dormido

Después de eso el chico pasó a brazos de Luciano, Fredo y Silvano, de manera que el escándalo despertó a Giuliano primero que comenzó a gritar para que lo sacasen de la cuna, y luego a la gemela que pareció comprender primero que su hermano, la razón para tanto alboroto.  Giulio abrazó y  besó a su hija hasta que un muy molesto Silvano se la quitó de los brazos. Una vez que todos la felicitaron y abrieron los primeros regalos, Giuliano pareció recordar.

  • ¡Milita, vienni qui! – la llamó y ella se acercó – Ayúdame – le dijo
  • ¿A qué?
  • Allí – dijo señalando el armario
  • ¿Cómo hiciste para colocarlos allí? – le preguntó después que bajó los paquetes
  • Ghost ayudó – dijo él mientras cargaba con los paquetes – Piero, toma – le dijo y el chico se olvidó de todo lo demás para abrir aquel
  • ¡Fratello! – exclamó con emoción

Pero así como Pierangelo estaba emocionado, los mayores lo que estaban era asombrados, porque el regalo que Giuliano le acababa de dar al gemelo, era un violín.

  • ¿G? – dijo Damila mirando a su marido
  • Te juro que no tengo nada que ver con esto, bebé
  • Culpable – dijo Fredo cuando ella posó sus ojos en él
  • ¿No te parece que está muy pequeño, Rossi?
  • Lo que a mí me parezca es irrelevante, Mila – dijo él – porque Giuliano estuvo fastidiándome alrededor de tres semanas para que fuéramos a comprar los regalos de cumpleaños, pero cuando le dije lo mismo que tú estás pensando, me mandó a paseo argumentando que eso era lo que quería Piero.
  • Y tú no eres lo bastante consciente…
  • ¡Me amenazó!
  • Tú eres el adulto, necio
  • Necio sí, ¿adulto? Dudoso – opinó Luciano
  • Cállate, Del Piero, porque tú no eres mucho mejor

Inicialmente a Luciano lo había fastidiado mucho que ella cambiase el Michelangeli por Del Piero cuando estaba muy molesta, pero como sabía que estaba tan cerca de hacerla cambiar de parecer como de hacer salir balas de sus dedos, intentó ignorar el asunto.

  • G – dijo Pierangelo después mirar, admirar y remirar su nueva posesión – ¿Me enseñas? – preguntó con una nota de ansiedad en la voz
  • Claro, príncipe – le dijo alzándolo – pero eso llevará un tiempo – le advirtió, pero el chico insistió
  • Dimmi – dijo sosteniendo el instrumento casi en la cara de Giulio
  • A ver – le dijo colocándolo de nuevo en el piso – primero debes conocerlo ¿bueno? – y comenzó a explicarle acerca de las cuerdas el arco y quién sabía qué otra cosa más
  • ¡Liano! – exclamó Pierangeli y Damila se preparó para ver la otra sorpresa, aunque no dejó de mirar mal a Fredo primero

En el caso de Pierangeli, Giuliano le había regalado algo más normal según los parámetros de aquellos chicos, pues se trataba de una Tablet, algo que la niña a sus escasos y recién estrenados cuatro años, ya manejaba muy bien las de sus padres. No obstante, Damila pensaba que allí había algo muy mal, pues habría considerado más lógico que el interés por la tecnología lo tuviese el varón y no la hembra, pero teniendo en cuenta que Silvano había estado regalándole teléfonos móviles incluso antes de que ella tuviese idea de lo que eran, bien pensado no era tan extraño.

Una vez pasado el alboroto de los presentes, aunque parecía que a Pierangelo la emoción iba a durarle mucho, la gemela miró a Silvano.

  • Dov’è? – preguntó y él se rascó la cabeza
  • Piera…
  • ¡Padrino! – exclamó en un tono que reflejaba con claridad su enfado
  • Escucha linda…
  • Deja – dijo ella y caminó hacia Luciano – Papá – dijo elevando los brazos – ¿Andiamo?
  • Seguro, pero tenemos que esperar a tus hermanos y debes… cambiarte de ropa
  • ¡Piera! – exclamó Silvano horrorizado, pues era él quien habitualmente se hacía cargo de aquel trámite cuando iban por los niños




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