Destino de Sangre (libro 14. Familia)

Cap. 43 Compromiso

 

Punta Dorada, diciembre 2018

El último día del año amaneció mucho más soleado que los dos días anteriores, de manera que los chicos y en su mayoría, estaban en diversas áreas del extenso jardín. Aquello no gustaba especialmente a los GA, pues aunque no tenían evidencia de una amenaza inmediata, que estuviesen tantos  niños correteando al descubierto no les lucía como la situación más segura. Sin embargo, todo se estaba desarrollando con relativa normalidad, porque ya Franco y Gianni se habían peleado por causa de las carreras de moto que evidentemente ya no eran las mismas que les había regalado Fabiano, sino unas más acordes con sus tamaños y edades.

La vieja pista y que inicialmente tenía unas dimensiones reducidas pues eran máquinas de poca velocidad, había sido extendida para horror de Kelly, pues no solamente veía el peligro, sino que habían destruido una buena parte del jardín lateral, y la parte posterior de la casa en donde antes había estado una glorieta,[1] había desaparecido dando paso a aquella monstruosidad que en su opinión estaba diseñada para que los niños se rompiesen el cuello.

  • Déjalo, Gianni – dijo Piera metiéndose entre ambos cuando se había suscitado la última discusión
  • ¡No te metas en esto, Piera! – exclamó Gianni

Giancarlo era sumamente sobreprotector con todas las niñas de la familia, era verdad que se peleaba a diario con Amelia por una cosa o por otra, pero eso no hacía diferencia y era el único que podía hacerlo, porque si era otro, enseguida se hacía acreedor a la ira del chico, de manera que escucharlo gritarle a una y en especial a esa, los sorprendió a todos incluido él mismo cuando lo notó, pero no alcanzaría a disculparse, pues lo próximo que sintió fue un doloroso puñetazo que lo hizo aterrizar en el piso.

  • Puedes gritarme e intentar golpearme si eso te hace feliz, Gianni, pero si vuelves a gritarle a Piera en mí presencia, necesitarás cirugía – le advirtió Franco con la misma serenidad que si le estuviese diciendo que irían a tomarse un helado
  • ¡Francesco Rossi! – exclamó Aurelio que venía en carrera junto con Enrico y Marcelino – ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer?
  • Eh, eh – lo detuvo Franco cuando Aurelio intentó sujetarlo – te sugiero no intentarlo si no quieres terminar en la misma situación, primo

El error de Aurelio estuvo en no escuchar, porque un segundo después estaba tirado en el piso y casi tira a Renzo que ayudaba a Gianni a ponerse de pie. Franco no lo había golpeado como a Gianni, sino que se había limitado a deshacerse de él en forma poco delicada.

  • ¿Algún otro quiere probar su necedad?
  • ¿Qué sucede contigo, Franco? – preguntó Enrico
  • Nada, pero por su propia salud, les recomiendo no meterse en lo  que no es su asunto – le dijo y se giró  hacia la gemela que miraba con los ojitos muy abiertos – Vamos Piera – dijo alzándola, pero antes de marcharse miró a Gianni – Cuando te recuperes del batacazo y si quieres, me buscas y seguimos con la práctica – después de lo cual sí se alejó
  • ¿Gianni, estás bien? – le preguntó Marcelino – Déjame ver…
  • Estoy bien, Marcelino – dijo él con fastidio
  • Lo lamento mucho, Gianni – se disculpó Enrico
  • ¿Por qué? Tú no hiciste nada
  • Pero Franco…
  • No eres responsable de lo que haga ese cretino, y en cualquier caso, no hizo nada muy diferente a lo que ha hecho siempre
  • De igual manera hablaremos con él para que se disculpe en forma apropiada, Gianni – dijo Aurelio y para sorpresa de éste, Gianni y Renzo rieron
  • Yo en tu lugar no lo intentaría – dijo Renzo
  • Escúchalo, porque por lo que acaba de ocurrirte, creo que no sería sensato – lo apoyó Gianni – y ya dejen de preocuparse, primero porque esto es algo que casi echaba de menos, y segundo, en esta ocasión es Franco quien lleva la razón, porque le grité a Piera, así que si alguien debe disculparse soy yo y no con él sino con Piera

Aunque los chicos no estaban muy seguros y de lo que sí lo estaban era que su tío Enrico iba a apalear a Franco si se enteraba de lo que acababa de hacer, decidieron no intervenir de ninguna manera y las cosas siguieron su curso normal.

Tony tenía la misma edad de Dino y de Renzo, es decir, un año más que Gianni y Franco, pero a diferencia de los dos primeros que parecían indigentes como decía Giovanna, él era un atildado caballerito que parecía mucho más preocupado por su apariencia que Gianni, y en opinión de Renzo, aquello era enfermizo. Sin embargo, tanto Gianni como Renzo juntaron las cejas cuando escucharon a Giovanna.

  • Vaya, señor Sabattini, está usted muy guapo esta noche – le dijo haciendo que el chico enrojeciese hasta la raíz de sus oscuros cabellos

Franco, y aunque no estaba con ellos, estaba cerca y escuchó, así que un poco después, se acercó a Giovanna.

  • ¡Ah Franco! – dijo ella cuando él se sentó a su lado – No había tenido oportunidad de decírtelo, pero estoy muy contenta pues te veo más tranquilo
  • Lo supongo, pero no estoy aquí para hablar de mis cambios, sino de los tuyos
  • ¿Qué quieres decir?
  • Tú y yo sabemos que eres una bruja sin corazón, algo que no me interesa de forma particular siempre y cuando no decidas fastidiar a uno de los nuestros




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