Luciano llegó a la base, se bajó de la moto y encendió un cigarrillo mientras abarcaba con la mirada las enormes instalaciones; miró hacia uno de los campos de entrenamiento y vio a un grupo ejercitándose, ladeó un poco la cabeza al escuchar unas risas y vio a Khabir, Dinka y Leonardo que corrían hacia el edificio donde estaban las habitaciones.
Tiró la colilla y se disponía a caminar hacia el edificio cuando escuchó la voz de Fabrizzio.
Como en aquel momento se escuchaba el sonido de motores, miró hacia arriba y sonrió, pues tres aviones efectuaban maniobras aéreas, pero por la forma tuvo pocas dudas de que debía tratarse de Silvano, Valentino y posiblemente Gianluca que era quien gustaba de espectáculos circenses, pues había nacido y crecido en uno, como decía Alberto.
El último grupo de aspirantes era el conformado por Andrik, Aren, Jaro Zahir y Franco, de modo que el resto de los chicos que iban y venían por la base, ya eran agentes Alfa, así que Luciano sintió deseos de reír al verlos dejar lo que estuviesen haciendo y adoptar posición de firmes cuando lo vieron acercarse, y si esto le hacía gracia, era porque aquellos individuos seguían comportándose como cuando eran aspirantes, mientras que los únicos que aún lo eran, lo que no parecían ser, era tan aprensivos, pues o bien no se les daba bien aquello del respeto, o simplemente estaban más locos que el resto, aunque Dante había agregado otra posibilidad.
Por supuesto, todo lo que había dicho era otra necedad marca Dante, pues Luciano no quería que le temiesen ni quería vapulearlos, solo se comportaba con ellos como con cualquier otro grupo, es decir, intentaba sorprenderlos para medir su capacidad de reaccionar adecuadamente ante cualquier situación.
Luciano continuó hacia el edificio sin prestar atención a los chicos que parecían haber suspendido no solo sus actividades, sino las respiraciones también, y cuando entró fue que se permitió reír. Mientras caminaba, se preguntó qué hacer con aquel lugar en el futuro próximo, pues en breve ya ninguno de ellos estaría allí. Desalojó aquello de sus pensamientos para concentrarse en lo que lo había llevado a la base y juntó las cejas, pero reajustó la expresión y deteniéndose introdujo un código de acceso y entró.
Si alguien que no perteneciese al programa, hubiese entrado al Laboratorio de trabajo de los informáticos, seguramente se habría preguntado por qué los dueños permitían a aquellos párvulos jugar con material y equipos que sin duda costaban una fortuna. Sin embargo, la verdad era que aquellos chicos eran el motor, la vida y la razón de ser de aquel departamento. Aunque Luciano había demorado un poco, finalmente había puesto en marcha aquel proyecto.
Cuando a Luciano le planteaban algo nuevo, no era que se lanzaba a ello sin pensar, como eran los casos de Fabiano y Silvano, o como había sido Carlo, sino que se comportaba como Ángelo, es decir, escuchaba, analizaba, y si le parecía viable, ventajoso o productivo, entonces lo ponía en ejecución; la diferencia entre Ángelo y él, era que el primero, y dependiendo del planteamiento, solía protestar o gritarlo mucho, aunque terminase aceptando después de haberse dado tiempo para asimilarlo, mientras que Luciano se ahorraba los gritos, aunque no necesariamente los comentarios ácidos.
La anterior, era la conducta que había seguido cuando Yuri dijo que si tuviesen tiempo, podrían no solo de desarrollar sus ideas, sino de hacerse cargo de la ejecución, ensamblaje y puesta en marcha de las mismas. Inicialmente Luciano había dicho que en efecto no tenían tiempo para eso, aparte de que no les reportaría ninguna ganancia, pues era un hecho cierto que estaban muy ocupados en aquel momento.
No obstante, y como siempre, después de analizar el asunto, llegó a la conclusión de que, estando consciente de que tenían en el programa a unos sujetos que sin duda y de no estar allí, serían o bien criminales informáticos, o se habrían convertido en unos de los mejores desarrolladores en su área, y, a pesar de que justo en ese momento, aquello no le reportaría ningún beneficio directo al Consorcio, que era su segunda preocupación después de la seguridad de la familia, quizá no lo haría en forma inmediata, pero sí a futuro, y como estaba seguro que ese futuro no estaba muy lejos, decidió darle luz verde a Favio y a un enfermizamente emocionado Yuri, para que le presentasen un proyecto aceptable y con miras a convertirse en una industria rentable.
Independiente de lo que pensase Luciano con relación a la inmediatez de los hechos futuros, sus hombres lo conocían bien y casi podían predecir sus reacciones y decisiones, porque no solo le presentaron el mencionado proyecto casi antes de que terminase de decirlo, lo que demostraba en principio que sabían que en algún momento lo autorizaría, sino que el mismo estaba pensado para convertirse en una empresa con la solidez necesaria como para formar parte del Consorcio, demostrando con lo segundo, que tenían claro por donde iban los intereses de Luciano.