Luciano se había marchado en cuanto la niña se había dormido, y por el furioso taconeo de sus botas en el pavimento, los que estaban en las instalaciones supieron que venía del peor humor, pues habitualmente, y a menos que lo estuviesen viendo, nadie lo escuchaba acercarse y solían querer morir cuando escuchaban su voz a sus espaldas con independencia de lo que estuviese diciendo. Todavía los GA no habían llegado a un acuerdo con relación a qué les sentaba peor, si no escucharlo acercarse, que era lo habitual y siempre terminaban sorprendidos en especial si estaban haciendo algo indebido, o enterarse sin posibilidad de error, cuando venía en aquel estado, porque así no estuviesen haciendo nada mal, quien estuviese a la vista igual podía salir muy mal parado.
No obstante, algo, aunque no sabían bien el qué, les indicó que aquello no era con nadie que estuviese a la vista y no se movieron, y en realidad ni siquiera respiraron hasta que lo vieron desaparecer por el pasillo.
Entre tanto, Luciano que ya estaba llegando a su despacho, continuaba dando órdenes.
Todos sabían que cuando Luciano estaba en las instalaciones y si no especificaba el lugar sino que solo decía aquí, eso significaba su despacho, un lugar que si bien los pocos que habían entrado a él, consideraban espectacular, no era un sitio al que quisieran volver, pues cuando lo habían hecho era porque se habían metido en algún lío de proporciones inmanejables. Aunque no era el caso de Dalmiro ni de los instructores, igual no era que muriesen por ir, ya que estaban al tanto de que Luciano era demasiado inquieto y cuando quería algo, simplemente aparecía donde ellos estuviesen. De modo que mientras se dirigía hacia allá, Dalmiro iba preguntándose quién y qué disparate habría hecho. Se detuvo un momento ante la puerta intentando colocar sus emociones en pausa para poder estar en capacidad de salvar el cuello de cualquiera de las criaturas, aunque a veces se preguntaba si valía la pena, después de lo cual llamó y entró sin esperar autorización, pues si había sido llamado, era seguro que Luciano no iba contestar.
Dalmiro perdió toda esperanza y por varios motivos diferentes. Aunque él había sido uno de los que más se opusiese al desordenado ingreso de aquellos chicos, y a la posterior conformación del grupo, una vez hecho, afrontó la situación como de costumbre, pero por una parte, aquellos muchachitos habían sido con mucho los más revoltosos y eso podía considerarse una hazaña, porque después de haber pasado por Nico, Carmelo, Gianpaolo, Valentino, Silvano, Stefano y Darío, que alguien los superase y en realidad eran cinco, era una barbaridad. Sumado al hecho cierto de que los niños eran una catástrofe, por lo menos la mitad del GA se empeñaba o bien en protegerlos, aunque en opinión de la otra mitad era el resto de la humanidad la que necesitaba ser protegida de aquella amenaza, los instructores y a pesar de que ninguno de ellos calificaba en el renglón de paternal o siquiera simpático, parecían igualmente inclinados a defender a quienes a todas luces no lo necesitaban. Y para coronar toda la situación, el mismo Dalmiro había caído en el juego, aunque eso era más bien poco novedoso, pues él siempre había visto a casi todos aquellos niños como los hijos que nunca tendría y sin tener en cuenta que muchos de ellos nunca fueron mucho menores que él. Pese a todo lo anterior, no habían podido evitar los castigos que además se merecían y que no fueron tantos como debieron ser, especialmente los de Franco y Jaro que habían superado a Nico y a Valentino en visitas a las celdas, pero aun así, seguían siendo estudiantes brillantes aunque muy problemáticos.
Aquella respuesta le indicó con claridad a Dalmiro que las proporciones del lío en el que estaban metidos los niños eran apocalípticas, porque Luciano solo en unas dos o tres ocasiones y por causa de angelitos como Nico, Valentino y Silvano, había hecho referencia a aquello.
La pregunta de Luciano obedecía a que sabía exactamente qué estaban estudiando y coincidía con Dalmiro en que eran carreras que exigían estudio y concentración, pues como cabía esperar, Zahir estaba estudiando Astrofísica, mientras que Franco se había tirado de cabeza en la matemática pura.