Giancarlo había salido de su último examen de un humor criminal y sin compartir la alegría que parecían sentir los demás sabiendo que con aquella prueba terminaban definitivamente el año. Como para cuando llegaron a casa seguía igual, a nadie le extrañó que no quisiese bajar a almorzar.
Franco asintió y se tranquilizó. Él sabía que Gianni no era del tipo conformista, y algo por debajo de la nota máxima era inaceptable para él. Sin embargo, Franco pensó que como aquella era la última, lo importante era que hubiese aprobado, pues aquel era su último año de escuela y estaba seguro que, como en la Universidad no tendría que ver la condenada materia, le iría mucho mejor.
Los chicos se preparaban para ir a su clase de pintura, y aunque por un momento Franco pensó que Gianni se negaría a ir, cuando Piera y Federico se despedían de Kelly y Ángelo, él bajó en carrera.
Normalmente, cuando un miembro de la familia salía, un AA sobrevolaba la ruta; no era que fuesen justo encima de sus cabezas y solo se aseguraban que no hubiese inconvenientes atascos o cualquier otra cosa que pudiese causar retrasos. Sin embargo, como no solo eran los que estaban por salir, los que tenían alguna actividad en distintos lugares, había otros AA sobrevolando la ciudad.
Franco y Dinka iban en el auto con los chicos mientras que Martino iba en el segundo coche escolta, que era el que iba en la retaguardia junto con Zahir y Aren, y en el coche escolta que los precedía, iban Andrik y Jaro junto a los GE de apoyo. Por supuesto, eran más de los usuales debido a la adición del grupo de Franco, pero se las habían arreglado para que aquello no representase un problema.
Si bien al principio, y cuando se habían instalado en Punta Dorada, solían llevar menos escolta, a medida que había ido avanzando el tiempo, y como todos los que interesaban, sabían que la familia residía en aquella ciudad, las conformaciones de la escolta para salir a cualquier lugar, eran iguales a las que habían existido en El Valle.
Llegaron al taller de arte sin novedad y el personal de seguridad se preparó para pasar las próximas dos horas mortalmente aburridos. No obstante, no sería así, porque Franco y compañía no le daban oportunidad a nadie para aburrirse, así que ese día las habituales burlas de los AA que estuviesen de guardia se verían muy disminuidas.
Piera al igual que su abuela, se desvivía por los helados, de modo que cuando se acercaba la hora de la salida, Andrik llamó la atención de Franco.
Nadie, salvo Gianni, Federico y sus GA, entendía por qué teniendo una enorme provisión de helado en casa, había que comprarle un helado a la gemelita antes de llegar a Aravera. Sin embargo, era algo que se había iniciado a raíz de un día en el que la señorita Del Piero había salido de su clase de pésimo humor y Paulo había decidido con rapidez, enviar al chofer por un helado, pues así como Gianpaolo hacía frente al mal humor de Damila con chocolates, él enfrentaba el de la gemela con helados. La cuestión era que se había impuesto la costumbre y Franco fue a cumplir con ello estando de vuelta solo unos segundos antes de que la niña saliese.
Se subieron al coche y como Gianni estaba de mejor humor, iban charlando animadamente, o por mejor decir, él intentaba hacerlo cuando Franco lo dejaba, pero de pronto el segundo calló cuando Piera le introdujo una cucharada de helado en la boca. Franco compuso muy mala cara, porque a pesar de que él había aprendido a comer casi cualquier cosa durante el entrenamiento, si había algo que no había soportado nunca, eran los frutos rojos, y como el helado era de frambuesa, casi se vomita.
Franco estaba teniendo problemas para no reír, pero las ganas de hacerlo se le pasarían muy pronto.