Una vez que Luciano había dejado a Giulio con Piera, había decidido ir a asegurarse de que Javier entendiese su mensaje.
Luciano se acercó y después de observarla y comprobar que en verdad estaba muy pálida, miró a Gianpaolo.
Silvano se había acercado a la cama y la estaba examinando él mismo. Luciano estaba bastante seguro que Silvano había superado a Damila, pero por algún motivo, cuando Damila presentaba aunque solo fuese un simple resfriado, él se comportaba como si la chica hubiese sido sometida a alguna cirugía de alta complejidad, y mejor ni hablar de los gemelos o Giuliano, porque cuando se trataba de ellos, Silvano podía competir con ventaja con Giulio. De modo que habían terminado por habituarse, así que una vez que él terminó su evaluación, Luciano le hizo una seña a Javier y él se acercó colocando un algodón bajo la nariz de Damila. Unos segundos después, ella comenzó a moverse.
Damila se tomó un momento para ordenar sus recuerdos, y por su expresión, ellos notaron que lo había hecho, pero que no iba a ponerse a gritar.
Luciano sonrió y se sintió más tranquilo, pues aquella era su Bambi de siempre. Sin embargo, una vez que ella abandonó la unidad, tanto él como Silvano miraron a Javier.
Dicho esto abandonaron la unidad rumbo a la sala de control, pues ya debían estar esperándolos.
Todos habían sido más o menos informados de lo sucedido por los mismos niños, pero cuando entraron a la sala de control, ya Ángelo iba en pie de guerra. No obstante, como Luciano no podía darse el lujo de perder el tiempo, pues tenía una operación en marcha y tendría que partir en breve, no podría hacerlo si no resolvía lo que acababa de suceder.
De un tiempo a esta parte, y cuando Nicola lo molestaba más allá de lo razonable y por cualquier motivo, Luciano lo llamaba de aquel modo, y la primera vez que había sucedido, lo había enviado derecho a la clínica con una violenta subida de tensión, pero en las dos o tres oportunidades posteriores, si bien no había terminado en la clínica, Nicola seguiría pareciendo muy enfermo cuando lo escuchaba, así que aquello había resultado más efectivo que un puñetazo.
Aunque las explicaciones lucían innecesarias, él lo que quería señalar era que, aunque la intención había sido igualmente mala, era muy improbable que aquello hubiese sido llevado a cabo por encargo de los Madonia.
Sin embargo, era posible que solo unos pocos estuviesen prestando verdadera atención a eso, pues no solo los Rossi, sino todos los demás, estaban boquiabiertos y en muchos casos aterrados, como los de Doménico y Enrico, viendo a Franco, pues si bien habían escuchado el relato de los niños, una cosa era escucharlo y otra muy distinta verlo con sus propios ojos, pues las imágenes superaban en mucho lo que habían escuchado.