La tarde había sido extraña para los que estaban en casa, pues fue inevitable que los más pequeños notasen las ausencias y que comenzaran a preocuparse, pero su forma de manifestarlo era en una quietud muy poco usual. En el caso de Piero y en cuanto había llegado a casa, se había ido derecho a buscar a Kelly.
Si bien la gemela era la más unida a Kelly, no por eso el gemelo la quería menos, y el caso de Giuliano era muy parecido al de Giulio, pues en opinión de Ángelo, lo de aquel niño era obsesión y no amor.
Kelly se había girado caminando hacia un sillón y haciéndole señas a Pierangelo para que se acercara.
Kelly se preocupaba mucho por Piera, en principio porque desde que les informaron la condición con la que había nacido, no había dejado de sentirse responsable. Segundo, porque ella tenía más paciencia que Damila y con la gemelita había que tener mucha. Y tercero, intentaba que en lo posible, la niña mantuviese sus inquietos pies en la tierra, pues todos parecían empeñados en convencerla de que era la emperatriz del universo por una parte, y por la otra, todos pensaban que la niña tenía una exacerbada tendencia a la imaginación y hablaba por ejemplo, de seres féricos o de cosas igualmente improbables como si realmente existiesen, y Kelly sabía a título personal, el mal asunto que podía ser aquello y no quería que su nieta pasase por lo que había pasado ella.
Sin embargo, hacía relativamente poco tiempo, Pierangelo había entrado una tarde en la que ella intentaba escribir el epílogo de una de sus historias, y aunque el niño solo le había dado un beso y le había pedido autorización para tomar un libro de historias mitológicas bellamente ilustrado y que parecía gustarle mucho desde que Ángelo se lo obsequiase a su esposa en la última navidad, un rato después Kelly lo escuchó reír y cuando lo miró, el niño levantó la cabeza.
Kelly dejó lo que estaba haciendo y fue a sentarse al lado del chico que en aquel momento pasaba la manito por la lámina que mostraba la actividad mencionada.
Un sinfín de cosas pasó por la mente de Kelly, pero no estaba muy segura de cómo continuar, pues Piero solo tenía cinco años, sin embargo, decidió arriesgarse.
Aquel nombre no le decía nada a Kelly, pero aun así siguió conversando con él de aquel supuesto hogar, y aunque en ella no habría cabido la sorpresa, lo que sí hizo fue comenzar a preocuparse por Piero también. De lo que Kelly no era muy consciente, era de lo improbable que sería que sus nietos fuesen perseguidos por sustentar aquel tipo de ideas, y si ella lo había sido, era porque sufría de otra condición de más difícil manejo y nula comprensión. No obstante, después de aquella conversación, ella corrió hacia el ordenador y colocó el nombre que Piero había mencionado, y para su sorpresa, o quizá no tanta, la ciudad en cuestión no solo había existido, sino que estuvo localizada en la costa norte de Sicilia, pero por muy adelantado que fuese Pierangelo en sus estudios, aquello era historia antigua y no había forma de que él lo supiese, y la única que existía, nadie iba a creerla. Con las cosas así, Kelly decidió hablar con las dos únicas personas que no la mirarían como si estuviese loca, pero como Luciano no estaba disponible por el momento, hizo algo que no había hecho antes.
Samuel se preocupó mucho al recibir aquella llamada, pues como se dijo, él la llamaba por lo menos una vez a la semana, pero ella nunca lo había hecho, de manera que era lógica su preocupación, pero intentó serenarse, porque también estaba bastante seguro de que si ella estuviese en alguna clase de crisis, no iba a llamarlo.
Y efectivamente había estado. Ella le contó lo sucedido con el gemelo y Samuel se fue derecho a hablar con el chico primero antes de intentar ninguna otra cosa, pues además, para hacer algo más, necesitaría el consentimiento de sus padres. Sin embargo, aquello lucía innecesario, porque Pierangelo parecía llevarles ventaja, y después de un par de conversaciones con el niño, Samuel se dedicaría a buscar la información que evidentemente le faltaba, pero antes tuvo que hablar con Kelly.