Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 20 Peligroso

 

Aunque no había sido nada sencillo, de algún modo habían hecho entrar en razón a Giulio, pero él seguiría sintiéndose miserable y muy culpable por tiempo indefinido. Sin embargo, de forma inmediata lograron que dejase de considerar el suicidarse. Otra cosa que pudieron sortear fue el problemático acto de fin de curso de los niños, y de hecho Damila se sintió muy contenta y orgullosa, porque la obra era un musical infantil donde Piero había tenido que cantar y lo había hecho de forma maravillosa, algo no muy sorprendente teniendo en cuenta que tanto su abuela como varios miembros de su familia paterna tenían muy buena voz comenzando por su progenitor. En el caso de Piera lo que se habían sentido era sorprendidos, pues la niña se había destacado en una pequeña parte donde le tocó ejecutar una danza; Damila y Vladislav se habían mirado con idéntica expresión de sorpresa, porque Piera nunca había mostrado interés por el ballet, sin embargo, sus movimientos fueron técnicamente correctos, muy seguros y no evidenció la habitual torpeza de los niños pequeños. Todo salió tan bien, que Giulio se había olvidado que su hija no tuvo el papel que a su juicio merecía y corrió junto con su esposa cuando terminó el acto. A quien vieron primero fue a Piero, pues era el que destacaba por su altura, y él a su vez, al ver a su madre, apartó a quienes se interponían y corrió hacia ella.

  • ¿Te gustó, bebé? – preguntó con ansiedad
  • ¡Me encantó! Estuviste fabuloso, mi príncipe
  • Grazie principessa

La adoración de Piero por su madre era infinita, y mientras se mantenía muy tranquilo ante casi cualquier cosa, cuando se trataba de Damila, independientemente de la situación, el asunto podía variar mucho; así que mientras aceptaba y agradecía con serenidad las felicitaciones o cumplidos de los demás, cuando su madre lo felicitaba por cualquier cosa, él se sentía desmedidamente feliz, pero cuando la veía tan emocionada como en la presente ocasión por algo que él hubiese hecho, esa emoción se trasladaba de inmediato a su pequeño corazón haciéndolo latir de forma casi dolorosa y sus verdes ojos se llenaron de lágrimas.

Damila lo apretó contra su pecho, y aunque ella no era dada a las lágrimas, había descubierto que las de sus hijos abrían de forma violenta la puerta de las suyas.

  • Vamos  a felicitar a Piera – le dijo mientras le pasaba su manito por el rostro, Damila le sonrió y se encaminaron hacia donde estaba Piera

No obstante, al menos él no podría hacerlo de forma inmediata, porque al verlo, Giulio dejó de besar a su hija y se fue derecho a alzarlo y a abrazarlo mientras Damila se acercaba a su hija.

  • ¿Pensi che abbia fatto bene, bebé?[1] – le preguntó la niña
  • Absolutamente fantástico, Piera
  • ¡Síííííí! – exclamó ella - ¿Did you see, Biani? I’m as good as my mother [2]
  • Well, I won’t bet with you again, little girl [3]
  • ¡Fabiani! Deja de enseñarle esas cosas a mi hija – le dijo mientras la niña se reía – Escucha Piera, eso de apostar está mal
  • No si ganas – dijo ella exhibiendo una sonrisa maligna y muy familiar

Damila se llevó la mano a la frente pensando que, o mataba a todos los miembros de su familia, o se habituaba a que su hija aparte de lo que venía en su código genético, todos seguirían intentado inculcarle lo que no. Pero hizo eso a un lado ante el alborozo de su hija y se dedicó a abrazarla y a felicitarla.

  • ¿Dónde está Giuliano? – preguntó Giulio a nadie en particular
  • Liano é arrabiato – dijo Piera que en ese momento estaba en brazos de Silvano

Como lo dicho por Piera no contestaba la pregunta de Giulio, él y Damila comenzaron a buscarlo hasta que vieron a Fredo y caminaron hacia allá.

  • Quiero irme a casa – estaba diciendo el niño
  • Giuliano – dijo Giulio inclinándose para alzarlo – ya salimos de esto, así que no hay motivo para que sigas molesto
  • Va bene, pero me quiero ir a casa - insistió
  • Eso no es posible aún Giuliano, porque todavía falta la entrega de diplomas – le dijo Damila

Aquello era cierto, porque al final del acto cultural, los niños recibían sus diplomas por haber concluido el nivel, además de algún reconocimiento por el área en la que más destacasen.

  • Va bene – dijo él con una mueca de fastidio – pero quiero quitarme esta cosa – agregó señalando el traje
  • De acuerdo – le dijo Damila – ¿Pero me permites felicitarte?
  • ¿Perché?
  • Porque lo hiciste muy bien
  • Era un estúpido oso, Milita
  • Claro, pero un oso muy lindo, si me preguntas

Giuliano soltó una carcajada y la abrazó, yendo después en sana paz y de mejor humor, a cambiarse de ropa. Aquella era una las muchas cosas que había heredado Giuliano de su madre, es decir, pasaba de sus estados de ira o tristeza a la alegría sin mucho trámite.

Mientras los niños recibían sus reconocimientos, Damila notó la presencia de la que fuese su maestra de preescolar, algo que llamó su atención, porque ella se había jubilado dos años después que Damila abandonó la escuela, de manera que poco antes de marcharse, decidió acercarse a saludarla.

  • Señora Teresa, no sé si me recuerda, yo soy…
  • Damila Montiel – dijo la mujer estirando el brazo y tomando uno de sus rizos – Aunque hubiese cambiado tu carita, y no lo ha hecho, recordaría tu cabello – le dijo y ambas rieron, pues Teresa se había embarcado en la misma cruzada de Kelly por el cabello de Damila
  • Le aseguro que hago mi mejor esfuerzo, maestra




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