Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 21 Preparando el camino

 

Nicola Del Piero fue un hombre que como todos los que llevaban su sangre, lo que más amaba en la vida era primero a su familia y segundo a su suelo natal, de manera que, cuando tomó la terrible decisión de enviar a lo quedaba de la primera, fuera de Sicilia, y aun sabiendo que era improbable que pudiesen regresar, o al menos no los que se marchaban y no pronto, conservó la esperanza de que algún día los descendientes de éstos lo harían, así que también se aseguraría de que para cuando lo hicieran, no solo pudiesen volver a su patria, sino al hogar que lo había sido de todas las generaciones anteriores. Nicola fue también un hombre inteligente, así que cuando tomó la decisión y mucho antes de ponerla en ejecución, había tomado tantas precauciones para asegurarse de lo anterior como le fue posible. Antonio Genovesse se encargó de viajar a Suiza para colocar las escrituras de la propiedad de Mesina en la bóveda de un banco, pero también de que la llave de la mencionada bóveda le fuese remitida a Guido apenas su nieto llegase a las nuevas tierras donde se establecería. El dinero de la venta del resto de las tierras y propiedades, fue colocado en un banco internacional a nombre de Guido, así como las inversiones que había hecho en diversas partes del mundo para que su nieto no tuviese problemas y sí muchas ventajas para iniciar una nueva vida allá a donde fuese. Una vez que tuvo todo aquello resuelto, fue que le participó a su nieto su decisión. En principio Guido no estaba para nada de acuerdo y así lo manifestó.

  • ¡No voy a abandonar mi patria solo porque ese…!
  • Guido
  • ¡No soy un cobarde, abuelo!
  • Por supuesto que no, y porque no lo eres es que obedecerás. La valentía no solo pasa por enfrentar sin temor la posibilidad de la muerte, sino que, en este caso, por la osadía de establecerte en otras tierras para proteger a tu familia y ofrecerles la posibilidad de vivir y la de prepararse para regresar a sus tierras cuando sea posible.

Guido terminaría por ceder, porque si bien era terco y orgulloso, y aquello fue un duro golpe para ambas cosas, también amaba a su familia y eso zanjó la cuestión.

El día de la partida, Nicola los abrazó y los besó a todos, y su corazón se hizo pedazos cuando los vio abordar la nave que los alejaba de su patria para siempre, porque sabía que al menos él, no los vería nunca más.

  • Lo lamento – les dijo a Antonio Genovesse y a Enrico Rossi – pero es la única manera de…
  • No tienes que disculparte, Nico – le dijo Antonio – primero porque eres tú quien toma las decisiones, y segundo, porque sabemos tan bien como tú, que es la única manera de mantenerlos a salvo
  • Y yo quiero recordarte que de no haber sido por ti, ni siquiera tendría una familia, así que la estás salvando por segunda vez, de modo que siendo Tonino un Rossi, puedes tener la seguridad de que ninguno que lo sea lo olvidará jamás, así que tanto él como sus descendientes, seguirán honrando el juramento que te hice un día y sin importar dónde estén, seguirán siendo leales a tu sangre

Todos los Del Piero conocían las generalidades de esta historia, pero no  el detalle de que seguían siendo los dueños legítimos de la propiedad de Mesina, pues de esto se enteraba solo quien fuese la cabeza de la familia cuando la asumía, ya que el Consiglieri le hacía entrega de una carta que después de ser leída, era nuevamente sellada y entregada al Consiglieri, quien era también el custodio de la llave de la bóveda donde se guardaban las escrituras y un par de cosas más que solo le serían entregadas a aquel Del Piero que lograse llevar a su familia a casa.

Ningún Consiglieri había conocido nunca el contenido de la carta ni de la bóveda a pesar de la enorme confianza que les tenían, y no lo veían como desconfianza, sino que tanto los unos como los otros, se limitaban a seguir las órdenes de Nicola. Sin embargo, Luciano era Luciano, y cuando se enteró de aquel detalle por la conversación sostenida entre Ángelo y Albano con motivo de la entrega de la mencionada llave cuando Albano había asumido efectivamente el puesto de Consiglieri, se propuso averiguar de qué iba todo aquello, así que se fue derecho a ello y finalmente se había enterado de todo. Después de leer la misiva, volvió a sellarla, se montó en un avión y fue a verificar lo que decía la carta. Una vez que tuvo todo el panorama claro, y siendo que en su opinión estaban muy cerca de volver a casa, fue a hablar con Ángelo.

Aquella no fue una conversación sencilla y por primera vez Luciano estuvo seguro que en verdad Ángelo intentaría matarlo, aunque personalmente no entendía por qué, pero la verdad era que nunca lo entendía. Sin embargo, una vez que escuchó todo lo que Ángelo estuvo gritándole por más de una hora, pudo exponer sus planes. Si había alguien que quisiese regresar, ese era Ángelo, pero pensó que Luciano exageraba mucho con eso de que estaban a punto de lograrlo. Aun así, le dio el permiso que entre otras cosas pensaba que el niño aquel no necesitaba, porque seguramente habría hecho lo que le diese la gana con o sin autorización.

Sin duda Luciano era un individuo muy ocupado, porque aparte de la cacería que le tenía a los Madonia y de no dejar de fastidiarles las cosas donde quiera que las tuviesen, de atender los problemas personales de Ángelo o del bambino, o los que daban los miembros de la familia por separado, después de la boda de Giulio, tuvo tiempo también de poner en marcha la remodelación de la casa grande. Sus aliados en aquello fueron los miembros del AF, y por supuesto Fabiano y Silvano no podían estar más emocionados, así que fueron unos entusiastas partícipes del asunto.




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