Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 28 Buenas nuevas

 

Una vez que todos habían podido felicitar a los gemelos, Luciano llamó la atención de Piera.

  • Te tengo una sorpresa que espero contribuya a hacer de este día mejor – le dijo y ella extendió las manos de forma automática – No, no puedo dártelo de ese modo – agregó y le hizo una seña a un inusualmente silencioso Franco
  • ¿Perché? – preguntó la niña
  • Porque es algo grande y no se puede, así que vuélvete – le dijo y ella obedeció

Aunque por un momento la niña se quedó estática, eso no le duraría gran cosa, pues a continuación lanzó un grito de salvaje alegría.

  • ¡Dar! – exclamó corriendo hacia su GA mientras Franco pedía permiso para retirarse
  • Feliz cumpleaños, Piera – le dijo Paulo alzándola 
  • ¿Dónde estabas?

Aquello era algo que les había dado unos cuantos dolores de cabeza, porque desde que operaron a Paulo, Piera era llevada a diario a verlo, pero en los últimos días eso no había sido posible, lo que no había contribuido en nada al humor de la niña.

  • Y esto – dijo pasando la mano por la incipiente barba que el chico se había dejado – no me gusta

Sin embargo, Paulo rio de lo segundo y se embarcó en una larga explicación de las razones por las que no había estado en la base, y como él la conocía bien, tenía cubiertas todas las posibles preguntas que ella pudiese hacerle, así que salió indemne del interrogatorio.

Como el desfile por la habitación de los niños había sido enormemente largo, Ángelo estaba mirando el reloj por enésima vez y encaminándose a la puerta para ir a ver qué sucedía, cuando aparecieron los gemelos y su comitiva, algo que pudo haberse traducido en mucho perjuicio para él, pues los primeros en entrar fueron Ángelo Silvano y Johan quienes parecían imposibilitados para caminar y siempre iban a todos lados corriendo.

  • ¡Silvano y Johan! – exclamó él
  • Ciao nonno – dijeron ambos como si nada

Ángelo era el único que llamaba Silvano al niño, pues se le hacía extraño llamarlo como a sí mismo, algo que hacía reír mucho a Kelly. Todos se estaban sentando cuando Piera, que aún utilizaba la silla alta al igual que sus hermanos, detuvo a Giulio.

  • ¿Dov’é Franco? – preguntó y Giulio miró a Fredo, pero el que se hizo cargo fue Luciano
  • Steel, preséntate en el comedor – le ordenó y miró a Piera – Ya viene

Piera le sonrió y dejó que Giulio la sentase. Franco había estado en el área de descanso de los agentes y era la primera vez que sus compañeros lo veían tan triste, pero sabiendo como sabían el motivo, lo habían dejado en paz, aunque lógicamente eso no aplicaba a Jaro que casi se gana una visita al hospital.

  • ¿Por qué no puedes dejarlo en paz, Candy? – le preguntó Zahir, pero él le contestó por señas
  • Porque no podemos dejar que se hunda.
  • Porque este cretino no es feliz si no está molestando a alguien – decía Aren para que Franco no notase el repentino silencio, mientras agregaba para los presentes – Ya sabíamos que esto iba a suceder, pero Candy tiene razón

Sin embargo, tuvieron que suspender su conversación cuando escucharon a la princesa preguntar por ellos, así que emprendieron la carrera incluso antes de que Luciano los llamase.

El día transcurrió sin mayores sobresaltos, aunque para Ángelo siempre los había y estaba convencido de que los niños querían asesinarlo. A mediodía llegaron Iván y Sara junto con los gemelos Genovesse y el alboroto se hizo mayor. Aunque Ángelo sabía que ni de chiste lo dejarían abandonar el área de la piscina, fue a refugiarse al lado de Don Guido que miraba todo el alboroto con una sonrisa en los labios, pero un poco retirado del peligro.

  • ¿Succede bambino? – le preguntó
  • ¿Es en serio? – preguntó él señalando sus pantalones donde Nina había volcado una bebida y donde se veía la mano de Ángelo Silvano dibujada con chocolate, por no hablar de su camisa, en la que se veían manchas de dulce cortesía de Sofía y Piera.
  • Kelly tiene razón y te quejas por deporte
  • Don Guido…
  • Míralos, bambino
  • Ya los veo lo suficiente – contestó y el hombre rio
  • Están sanos y son felices, es mucho más de lo que nos habríamos atrevido a esperar después de todo lo que hemos vivido ¿no crees?

Ángelo los miró y tuvo que estar de acuerdo con Don Guido, aquella era su familia y los amaba a todos y cada uno de ellos, pero esa sensación le duró hasta que Damilo y Marco Antonio casi los tiran de sus sillas, pues saltaron por encima de ellos huyendo de Ángelo Silvano, Johan y Mariano, o al menos eso creyó él, porque más atrás aparecieron Silvano, Iván y Arezio, así que pensó que ellos eran los que perseguían a los niños, pero en realidad ellos también estaban siendo perseguidos por Nino, Giulio y Enrico.

  • ¿Pero qué…? – comenzó, pero se interrumpió al escuchar otras dos voces conocidas
  • Voy a romperte el cuello, Biano
  • Vamos Lucky, el pequeño Nico dijo que no debías agitarte – dijo Biano pasando también como una flecha
  • ¡Luciano! – lo detuvo Ángelo – ¿Se puede saber…?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.