Dante no había regresado con el equipo después de la captura de Tomasino, pues su trabajo era atormentar a aquel sujeto y ciertamente lo estaba haciendo.
Aquel parecía un monólogo ensayado y era lo que repetía a diario, de modo que en algún momento Tomasino se planteó que aquel individuo fuese en realidad un androide.
Aquella era una tortura extra, pues solo le llevaban una comida que él encontraba desagradable y no porque en realidad lo fuese, sino que era una comida extranjera a la que él no estaba acostumbrado, y con muchas cosas que ni siquiera conocía. La única oportunidad en la que le habían servido una lasagna, casi se vomita al probarla, pues naturalmente no era hecha en casa, sino una de esas vulgares cosas empaquetadas que comían en el resto del mundo.
Tomasino, y si bien no tenía esperanzas de sobrevivir, estaba muy confundido, porque había sido llevado a un yate donde tenía todas las comodidades, desde Tv hasta un bar bien provisto, y si no fuera por el detalle de que no podía abandonarlo y que tenía que soportar día y noche a aquel sujeto, casi habría sido un cautiverio agradable.
El día que había sido recluido allí, él había pensado que iban a lanzarlo desde el helicóptero donde lo transportaban, pero luego recordó, y este no era un pensamiento feliz, que aquel no era el estilo de los Del Piero. Unos días después, recibió la visita del tal Italo, y lo que le dijo era algo que se repetía en su cabeza día y noche.
Permaneció mucho rato en silencio y Tomasino pensó que no diría nada más, aunque no sería así.
Después de eso, Tomasino sintió que sujetaban su pierna y un momento después le colocaban una especie de argolla de acero en el tobillo.
Dicho esto, le dio la espalda y se marchó. En el tiempo que llevaba allí no había vuelto a verlo, pero la compañía no era mucho mejor, porque aparte de que no se callaba nunca, lo que demostraba lo que habían dicho siempre los compañeros de Dante con relación a que escucharlo ya era en sí mismo una tortura de la peor especie, le hacía extensos relatos de cómo habían acabado con todos los que habían enviado a asesinarlos, pero luego comenzó a describirle cómo estaban destruyendo sus negocios y cada día le llevaba noticias de algún nuevo desastre. Con las cosas así, Tomasino estaba viviendo esos días al borde del colapso, porque al estrés de ver cómo se desmoronaba su imperio, se sumaba el no saber nada de su familia y el tener que escuchar a aquel odioso sujeto casi las veinticuatro horas del día, y si su corazón aún no había sufrido el mencionado colapso, era porque también le daban una inmejorable atención médica, algo que no entendía de ninguna manera y que venía a sumarse a todo lo anterior.