Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 31 Del otro lado

 

Dante no había regresado con el equipo después de la captura de Tomasino, pues su trabajo era atormentar a aquel sujeto y ciertamente lo estaba haciendo.

  • Buongiorno, Tom – saludó como todos los días – Te traje el diario – agregó colocándolo sobre la mesa – ¿Ya desayunaste? Espero que no, porque yo no lo he hecho y odio hacerlo solo

Aquel parecía un monólogo ensayado y era lo que repetía a diario, de modo que en algún momento Tomasino se planteó que aquel individuo fuese en realidad un androide.

  • ¿Qué sucede? ¿No te gusta nuestra cocina?

Aquella era una tortura extra, pues solo le llevaban una comida que él encontraba desagradable y no porque en realidad lo fuese, sino que era una comida extranjera a la que él no estaba acostumbrado, y con muchas cosas que ni siquiera conocía. La única oportunidad en la que le habían servido una lasagna, casi se vomita al probarla, pues naturalmente no era hecha en casa, sino una de esas vulgares cosas empaquetadas que comían en el resto del mundo.

  • Vamos hombre, al menos esfuérzate, porque tendrás que acostumbrarte – siguió Dante mientras engullía lo que estaba servido – Los Del Piero que tu familia desterró, tuvieron que acostumbrarse a no poder comer aquello a lo que estaban acostumbrados, así que tú tendrás que hacer lo mismo
  • No tengo que acostumbrarme a nada
  • Bien, supongo entonces que querrás morir de hambre, pero eso no va a ser posible
  • Van a matarme de cualquier manera
  • De cualquier manera, no – le dijo – pero tampoco quieres saber de qué manera, créeme

Tomasino, y si bien no tenía esperanzas de sobrevivir, estaba muy confundido, porque había sido llevado a un yate donde tenía todas las comodidades, desde Tv hasta un bar bien provisto, y si no fuera por el detalle de que no podía abandonarlo y que tenía que soportar día y noche a aquel sujeto, casi habría sido un cautiverio agradable.

El día que había sido recluido allí, él había pensado que iban a lanzarlo desde el helicóptero donde lo transportaban, pero luego recordó, y este no era un pensamiento feliz, que aquel no era el estilo de los Del Piero. Unos días después, recibió la visita del tal Italo, y lo que le dijo era algo que se repetía en su cabeza día y noche.

  • Mira hacia allá – le ordenó cuando estaban en la cubierta – ¿Qué ves?
  • La playa – contestó de malos modos
  • Eso – puntualizó – es Sicilia, la tierra en la que naciste y a la que no volverás nunca más – y luego agregó – Eso que estás viendo, es lo mismo que vieron Guido Del Piero y todos aquellos que abandonaron Sicilia para no volver, pero hay una larga lista de diferencias entre ellos y ustedes, entre las que podemos destacar dos: la primera, que ellos amaban de verdad su patria y siempre conservaron la esperanza de volver, una que tú no tienes; y la segunda, que ellos trabajaron no solo por el bienestar propio, sino por el de aquellos que compartían su suelo, algo evidente por la forma en la que su recuerdo permanece vivo en la memoria colectiva, mientras que ustedes solo han sido una mancha en la historia de Sicilia, pero descuida, vamos a corregir ese error y en breve ustedes solo serán un mal recuerdo, y en unos años, ni siquiera eso.

Permaneció mucho rato en silencio y Tomasino pensó que no diría nada más, aunque no sería así.

  • En breve vendrán a reclamar lo que por derecho de sangre les pertenece y les ha pertenecido siempre, sin importar lo que ustedes hayan podido hacer para evitarlo, así que acostúmbrate a la vista, porque como dije, nunca más pisarás esas tierras

Después de eso, Tomasino sintió que sujetaban su pierna y un momento después le colocaban una especie de argolla de acero en el tobillo.

  • Como verás, somos muy civilizados y no vamos a confinarte a tu camarote, pero si intentas subir a cubierta sin una compañía adecuada, eso – dijo señalando el artefacto – disparará una alarma y no te gustará lo que sucederá, porque aparte de lo anterior, te dará una descarga eléctrica que será el menor de tus males, porque disgustar a este sujeto – dijo señalando a Dante – es un muy mal asunto. Por supuesto él no va a matarte, pero los huesos rotos son en verdad molestos, especialmente a tu edad.

Dicho esto, le dio la espalda y se marchó. En el tiempo que llevaba allí no había vuelto a verlo, pero la compañía no era mucho mejor, porque aparte de que no se callaba nunca, lo que demostraba lo que habían dicho siempre los compañeros de Dante con relación a que escucharlo ya era en sí mismo una tortura de la peor especie, le hacía extensos relatos de cómo habían acabado con todos los que habían enviado a asesinarlos, pero luego comenzó a describirle cómo estaban destruyendo sus negocios y cada día le llevaba noticias de algún nuevo desastre. Con las cosas así, Tomasino estaba viviendo esos días al borde del colapso, porque al estrés de ver cómo se desmoronaba su imperio, se sumaba el no saber nada de su familia y el tener que escuchar a aquel odioso sujeto casi las veinticuatro horas del día, y si su corazón aún no había sufrido el mencionado colapso, era porque también le daban una inmejorable atención médica, algo que no entendía de ninguna manera y que venía a sumarse a todo lo anterior.




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