Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 34 ¿Padre?

 

Luciano pocas veces en su vida, salvo cuando estaba niño quizá, se había sentido tan en el aire como desde hacía ya varias horas, y aunque no era dado a la imaginación exacerbada, siendo que ya había pensado en todo lo posible, comenzó a pensar en aquello que no lo era, el asunto era que no encontraba nada así y que se correspondiese con la actitud de todos. Aquello solo hizo que la incertidumbre se tradujese en mal humor, pero igual tuvo que esperar a llegar a la base.

Dante se había dado la mayor de las prisas en organizar a los BA disponibles para que cubriesen a los GA, pues los había citado a todos de manera urgente en la sala de juntas de la base, algo que había sucedido apenas Luciano se había bajado del avión, así que para cuando estuviese de vuelta, ya todos estarían allí y eso incluía a los instructores.

  • No lo puedo creer – seguía repitiendo Dalmiro
  • Vamos jefe, cambia el CD, porque ya nos tienes aburridos – dijo Gianpaolo que siempre, y al igual que una buena parte de los Alfa, seguía llamando jefe a Dalmiro, pues él lo había sido de todos los BA

Dante se había apartado y estaba hablando con Danila, pero este no se veía muy feliz.

  • Hasta donde sé, no tenemos una celda de titanio, así que espero tengas una brillante idea de cómo voy a protegerme de su ira – le estaba diciendo Danila

En otro rincón, y esto era muy extraño, estaban los llamados hijos de Luciano, es decir, Pavel, Dinka, Valentino y Darío, pero los dos últimos tenían aspecto de estar a punto de descomponerse.

  • No puede ser – estaba diciendo Valentino
  • ¿Están seguros de esto, Hunter? – estaba preguntando Darío
  • Tan seguros como podemos estarlo – contestó Dinka
  • Y yo lo estoy de manera absoluta, porque…

Pero Pavel se interrumpió al ser consciente del repentino silencio, y cuando se giraron vieron que la razón acababa de entrar.

La intención de Luciano había sido la de hablar con Ángelo en su oficina, pero Piero le dijo que los estaban esperando en la sala de juntas, así que decidió encaminarse hacia allá con la insólita sensación de haber perdido el control de todo, con un humor cada vez más negro, y lo primero que vio no contribuyó de ninguna manera a mejorar nada de lo anterior.

  • ¿Qué estás haciendo tú aquí? – preguntó en tono peligroso a Dante
  • Verás Lucky, se presentó una situación algo… ¿anómala?
  • Dime lo que no sé, empezando por aclarar tu presencia donde no debes estar – puntualizó
  • Bueno Lucky…

Un recuerdo se activó en la memoria de Luciano, pues la única otra ocasión en la que Dante había lucido tan incapacitado para rendir un informe, se había encontrado con un no deseado hermano, así que clavó sus azules ojos en él.

  • ¿Dónde está? – preguntó
  • ¿Dónde está quién? – preguntó algo desconcertado Dante, pues aún no le había dicho nada en realidad
  • Ese a quién pareces muy interesado en que no vea
  • Lucky, primero… – estaba diciendo, pero Luciano le dio la espalda dirigiéndose a la puerta 
  • Hanna, dame un reporte de los detenidos y…
  • Lucky, tienes que escucharme primero, porque…
  • A un lado, Cassavacchi, y si dices una palabra más, no podrás decir ninguna otra en mucho tiempo

Todos sabían que cuando Luciano los llamaba por sus nombres o apellidos y no por sus alias, significaba que el nivel de su ira ya rebasaba los límites no solo de lo razonable, sino de lo seguro, pero, aunque existiese la posibilidad de que no lo supiesen, escuchar su tono habría despejado las posibles dudas. De manera que Danila se había movido con rapidez, pero con sigilo, con una hipodérmica en la mano, pues Dante pensó en evitar un posible suceso como el acaecido años antes cuando se vieron en la necesidad de atacarlo y donde algunos salieron bastante lastimados, así que decidió que era mejor estar preparados y que Danila tuviese listo un fuerte tranquilizante en caso necesario, pero furioso o no, Luciano seguía siendo Luciano.

  • Si das un paso más, lo que no podrás, será dar ningún otro, Six – dijo y Danila congeló sus movimientos
  • Luciano, antes de hacer cualquier barbaridad, debes escuchar lo que tenemos que decirte – intervino Ángelo
  • ¿Qué le sucede a todo el mundo? – preguntó, pero luego se centró en Ángelo – En primer lugar, eso, que según tú debo escuchar, nadie parece muy dispuesto a decirlo, así que hazte a un lado tú también o regresarás al lugar del que acabas de salir
  • Vamos a calmarnos – intervino ahora Silvano – Speedy, déjate de tantos rodeos y ve al grano

Sin embargo, la paciencia de Luciano ya se había agotado y corrió a todo lo que daba hacia el área donde solían colocar a la familia cuando se suscitaba alguna emergencia, pues Hanna ya le había informado que no tenían a ningún recluso, pero que había tres personas, cuyos nombres no estaban registrados, y que se encontraban en aquella zona. No obstante, las cosas iban a ponerse muy mal y de hecho Dante se cuestionaría su capacidad para ser el segundo comandante del GA, pues apenas Luciano abrió aquella puerta…

  • Vaya, vaya – escucharon él y los que venían detrás y que casi lo tiran – Hola… padre – dijo Ítalo – porque sin duda tú si eres el mío




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