Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 44 Otra boda

 

Aunque estaban bastante seguros de que no había una amenaza inmediata para ellos, Luciano igual se ocupó de organizar la seguridad para la boda, como siempre, y después de revisar por última vez el club, que ese día permanecería cerrado para los demás, se fue a casa. Cuando llegó, y si bien los menores de la familia ya estaban tomando un temprano desayuno, pues debían alistarse para ir a la iglesia, no vio a Italo entre ellos, así que no se entretuvo y subió, pero cuando iba por el pasillo, escuchó voces y se detuvo acercándose al MM cuya puerta estaba abierta.

Unos minutos antes, Damila había entrado a su rincón mágico y comenzó a mirarlo todo, pero un momento después había comenzado a llorar. Giulio, que había estado buscándola, y al no encontrarla ni en la habitación de los niños ni en la de Kelly y Ángelo, preguntó a los que estaban de guardia y estos le indicaron donde estaba, se alarmó mucho al verla en aquel estado.

  • ¡Bebé! – exclamó corriendo hacia ella – ¿Qué tienes? ¿Te sientes mal?
  • Sí G – le dijo para horror del individuo que ya iba a comenzar a gritar llamando a Fredo, pero la voz de Damila lo detuvo – ¿Qué va a suceder con todo esto? – le preguntó
  • ¿Con qué?
  • Con esto – insistió ella señalando a su alrededor y fue cuando él entendió

Durante los últimos días, las empleadas habían estado recogiendo y empaquetando aquello que la familia se llevaría, pues en breve, y como les había anunciado Luciano, irían los encargados del traslado de muebles y todo aquello que quisieran llevarse.

  • Bebé, te prometo que haré construir un lugar igual en nuestra nueva casa – le dijo Giulio

Luciano había escuchado y sonrió pensando que lo más seguro era que si Damila no se calmaba de forma inmediata, Giulio terminaría por decirle que ya lo había hecho, arruinando así la sorpresa que quería darle, pues naturalmente y siendo tan obsesivo como era, había perseguido a Luigi con saña para que diseñase los planos de ciertos espacios de la casa para que estos pudiesen ser replicados en la nueva, y naturalmente eso incluía tanto la habitación en la que se encontraban, como la propia y el estudio de Kelly.

Luciano entró a su habitación, se cambió a toda prisa y luego se fue a la de Italo y lo encontró de pie frente al espejo con expresión de disgusto.

  • ¿Buenos días? – saludó con duda
  • Hola papá – dijo él
  • Tengo la impresión de que algo va mal
  • Seguro, esto – dijo el chico sujetando la chaqueta del traje – ¿Por qué tengo usar… este disfraz?

Luciano rio y el chico giró la cabeza con la intención de decir quién sabía qué, pues le había tomado más bien poco tiempo entender que si sus hermanos decían que él era irritante, su padre le llevaba una grosera ventaja y era un ser simplemente maligno, pero al mirarlo, compuso expresión de incrédulo disgusto.

  • ¿Por qué tú te ves genial y yo parezco un payaso? – preguntó con ira
  • Por empezar, yo siempre me veo bien, niño – le dijo no contribuyendo a mejorar el ánimo de Italo – y en tu caso es imposible que te veas mal, porque eres una copia de un servidor. Sin embargo, ya que te niegas a llevar un corte de cabello decente, entonces… – dijo acercándose y recogiéndole el cabello, se lo llevó hacia atrás – Mejor ¿no crees?

Italo o bien no estaba muy convencido, o simplemente no quería darle la razón a aquel portento de arrogancia, así que nada dijo.

  • Cualquiera de ustedes que tenga una de esas infames cintas para el cabello, que se presente en la habitación de Italo, ya

No había transcurrido ni un minuto cuando se abrió la puerta dando paso a Paulo y más atrás venían Daiki, Khabir, Dinka, Gianpaolo, Aren y Hans.

  • No es Rapunzel – les dijo extendiendo la mano

Sin embargo, aunque había sido Paulo el primero en llegar, Luciano tomó la que le estaba dando Daiki, porque él tenía el cabello negro y el objeto en cuestión era del mismo color, mientras que no todos los demás lo eran. Después que los chicos abandonaron la habitación, Luciano se disponía a colocarle a Italo la cinta cuando él se la quitó.

  • Puedo hacerlo solo

Concluido el asunto, y aunque Italo no estaba especialmente contento y seguía pensando que se veía muy mal, abandonaron la habitación.

  • ¡Santa Madonna! – exclamó Enzo que fue el primero con el que se tropezaron
  • ¿Qué sucede, Rossi? ¿Acaso viste un fantasma? – le preguntó Luciano mientras continuaban su camino

Sin embargo, los chicos que estaban al inicio del pasillo, entendían perfectamente al individuo, porque si bien todos eran conscientes del parecido entre padre e hijo, y de hecho eso había causado mucha sorpresa cuando lo habían visto por primera vez, como Italo llevaba el cabello muy largo, eso establecía una pequeña diferencia, pero sin todo aquel cabello en la cara, ambos se veían idénticos. Aunque Luciano sabía lo que estaban pensando, no les prestó atención y siguió su camino como si nadie los estuviese mirando con aquella expresión de sorpresa.

  • Atila – dijo un poco más tarde y cuando ya solo esperaban por Giulio y su pequeña familia para salir.
  • Sus majestades aún no deciden si se ven lo bastante bien – le contestó Fredo
  • Dile al bambino que si me hace subir…
  • Puedo decirle lo que quieras a él, pero ya puedes encerrarme en un calabozo, porque no le diré nada a Piera
  • Todavía es temprano, Alex – le dijo Kelly al ver su expresión de disgusto, mientras que Ángelo miraba su reloj en evidente desacuerdo




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