Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 54 Guido Rossi

 

Faltando más bien poco para la inminente partida, Don Guido se acercó a Dinka que era uno de los que estaba de guardia en el pasillo.

  • Bambino
  • Dígame, señor Rossi
  • ¿Luciano ya regresó?
  • No, señor
  • ¿Podrías decirle por favor a Franco que venga a verme?
  • Por supuesto, pero… ¿se siente bien?
  • Sí, gracias – contestó y se encaminó a su habitación

Por supuesto Dinka no había tenido que transmitir aquella petición, pues Franco estaba conectado a la frecuencia general y había emprendido la carrera con Jaro haciéndolo tras él.

  • Dime que no hiciste nada del tipo por el que tu abuelo quiera apalearte
  • No seas necio, Candy

No era que Jaro en verdad pensase que Franco hubiera hecho algún disparate, sino que había notado su expresión de preocupación. Ellos habitualmente, y aunque estaban todos en la misma frecuencia, no prestaban mucha atención a todo lo que escuchaban, pero si lo que escuchaban era algo de naturaleza alarmante, o sus nombres, la mencionada atención se activaba, de manera que al escuchar que su abuelo quería verlo, el chico se preocupó pues pensó igual que Dinka, es decir, que el anciano pudiese estar sintiéndose mal. De manera que mientras corría hacia las escaleras, iba intentando informarse.

  • ¿Tenía aspecto de estar enfermo, Hunter?
  • No me lo pareció –contestó

Aun así, Franco no detuvo su carrera y al llegar arriba, pasó como una exhalación hacia las habitaciones, pero lo hizo solo y Jaro volvió a donde habían estado.

  • ¿Querías verme, nonno?
  • Sí, pero no era necesario que intentaras romperte una pierna, bambino

El comentario obedecía a la rapidez con la que había llegado, pues Guido apenas estaba entrando a su habitación.

  • ¿Para qué soy bueno?
  • Sé que ustedes no saben todo lo que hace Luciano, o que no están autorizados a ir por ahí diciéndolo, pero ¿sabes si va a demorar mucho en volver de donde quiera que esté?
  • Hasta donde sé, está en Punta Dorada, y si no ha venido, es porque está ocupándose de todo lo relacionado con el traslado ¿Por qué?
  • Es que necesito hablar con él
  • ¿Y esto que necesitas hablar con él, solo puede ser con él?
  • Así es, bambino
  • Bien, intentaré darle tu mensaje, nonno
  • Grazie figlio – pero antes de que Franco abandonase la habitación, lo detuvo – Francesco, no es que no confíe en ti, sino que…
  • No te preocupes, nonno –lo interrumpió – Sé que hay cosas que solo pueden ser tratadas con quien corresponde –le guiñó un ojo y salió – Net, necesito hablar con Lucky cuando sea posible

Si bien sus HAI podían comunicarlos de forma inmediata con cualquiera, cuando se trataba de Luciano no y a menos que fuese alguna clase de emergencia, y como aquello no lo era, Franco procedió según el protocolo. Sin embargo, como Franco estaba en casa, en cuanto Casiel pasó el mensaje, Luciano se comunicó enseguida. Si bien le extrañó aquella petición, sobre todo por lo que le dijo Franco con relación a que Don Guido había dicho que solo podía hablar con él, Luciano se apresuró a hacer un hueco en su por el momento apretada agenda y fue a verlo, aunque no sería justo ese día, sino al siguiente.

  • Gracias por venir tan pronto, Luciano
  • ¿En qué lo puedo ayudar?
  • Debo ir a El Valle

Aquello sorprendió a Luciano, porque ya los Rossi llevaban varios años en Punta Dorada, y estaba seguro que antes de trasladarse, habían dejado todos sus asuntos en El Valle en orden. No obstante, no tendría ocasión para platearse ninguna hipótesis, pues Don Guido le explicó exactamente por qué necesitaba hacer aquel viaje, y aunque Luciano pensaba que lo sabía todo de todo el mundo, se sorprendería al escucharlo, algo que debió ser muy obvio, pues el anciano sonrió.

  • Yo no recibí el entrenamiento que recibieron tú y tus chicos, bambino, pero ciertamente mi trabajo fue siempre muy similar al tuyo. Y adicional a eso, mi lealtad para Don Carlo, era y sigue siendo, exactamente igual a la que le profesas a Ángelo
  • Lo sé y lo entiendo, pero sabe que no es necesario que haga ese viaje, porque yo puedo…
  • No, no puedes, porque por hábil que seas, no hay necesidad de causarle un colapso a nadie

Luciano sonrió y no discutió más, y lo que sí le pidió fue un par de días para arreglar aquel viaje.

  • No es necesario que lo hagas tú, porque sé que estás muy ocupado

Sin embargo, ciertamente Luciano no lo iba a poner en manos de nadie más, y no porque no confiase en sus hombres, sino porque simplemente no le parecía. De manera que en cuanto le fue posible, lo llevó a El Valle, pero no se limitó a eso, sino que lo acompañó a donde tenía que ir y de vuelta a casa.

  • Gracias, Luciano
  • No tiene por qué darlas, pero ¿puedo preguntarle algo?
  • Avanti
  • ¿Por qué ahora?
  • En realidad, no debía hacerlo nunca, y lo que debí hacer fue decírselo a Enzo para que él se hiciese cargo. Ahora, si lo que te estás planteando es que estoy traicionando un juramento, es posible así sea, pero creo que es su derecho y que Don Carlo estaría de acuerdo conmigo




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