Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 56 Llegada

 

En cuanto los pasajeros de las distintas naves escucharon la orden de ajustarse los cinturones, los corazones comenzaron a latir en forma casi dolorosa en todos ellos. Aquellos que tenían una pareja como eran los casos de Ángelo y Giulio, apretaron las manos de sus esposas, y los que pudieron, miraron por las ventanillas. Para algunos, aquella era la primera visión que tenían de su tierra, aquella con la que habían soñado desde que tenían uso de razón, por la que habían llorado y a la que habían tenido tantos deseos de pisar.

En el caso de Ángelo, y aunque él había estado en ella en una ocasión, había sido como un furtivo ladrón, pero en esta oportunidad volvía como lo que siempre había sido, un hijo de aquel trozo de tierra, aunque no hubiese nacido en ella.

Si bien Paola, Camelia, Ana o Damila, no habían sido criadas con aquella casi obsesión por una tierra tan lejana, era inevitable que compartiesen la emoción con sus maridos, mientras que por las mejillas de Isabella se deslizaban unas emocionadas lágrimas, pues cuando fue sacada de forma tan intempestiva del lugar que la había visto nacer y crecer, estaba casi segura que nunca volvería a él.

Mesina no tiene aeropuerto, y aunque Luciano había hecho todo lo humanamente posible para hacer entrar en las tierras de los Del Piero una pista aceptable, de ningún modo las naves en las que habían viajado podían aterrizar en ella, de modo que por fuerza debían tomar tierra en Reggio di Calabria y de allí abordar unas naves más pequeñas para hacer el último tramo. Aunque aquello no suponía un gran retraso, y de hecho el AF había efectuado sus deberes para aligerar los trámites aduanales, y, aunque siendo tantos, los funcionarios demoraron un poco, esto podría haber dado tiempo a los pilotos de encender los motores de las naves privadas para despegar en cuanto todos los pasaportes hubiesen sido revisados. Sin embargo, por una parte, Giulio estuvo en desacuerdo, porque aparte de que a Damila nunca le había gustado volar, estaba seguro que las maniobras de despegue y aterrizaje tan seguidas, iban a sentarle muy mal, pero por la otra, no sería necesario, pues, en cualquier caso, no podían efectuar el corto trayecto que faltaba debido a que, cuando tomaron tierra eran alrededor de la una o dos de la mañana y no iban a llegar a casa a esa hora. De manera que los chicos del AF se habían encargado de rentar todo un hotel por las breves horas que estarían allí. Bien visto, aquello habría sido del todo innecesario, primero, porque algunos habían dormido durante el viaje, mientras que otros estaban demasiado emocionados como para hacerlo ni durante el viaje ni hasta que terminaran de llegar, pero Luciano igual hizo lo que le pareció, sobre todo pensando en personas como Kelly, en primer lugar, o como Damila cuyo embarazo no estaba siendo el mejor, o como Don Guido que era un hombre mayor, y, aun tenía otro motivo que no iba a decirle a nadie y que no sabrían hasta llegar a su destino final.

Por todo lo anterior, ya había más de una docena de vehículos esperándolos cuando salieron del aeropuerto. Fueron trasladados al hotel, pero las madres de los más pequeños la tuvieron difícil para hacerlos acostarse, pues la mayoría se había dormido cuando fue la hora habitual de hacerlo, y aunque era como si hubiesen despertado en medio de la noche, tenían la misma energía que si hubiesen dormido todas sus horas.

El caso de Gianni era aun peor, porque aquel individuo seguía pareciéndose mucho al primer portador del nombre, y no podía montarse en ningún vehículo, fuera terrestre o aéreo, sin que al poco rato se quedase dormido, de manera que no tenía nada de sueño, y, a decir verdad, casi ninguno de los jóvenes lo tenía.

Con las cosas así, Luciano comisionó a varios de sus hombres para que estuviesen al pendiente, porque si bien en teoría no corrían ningún peligro inmediato, era mejor no dejarlos salir del hotel.

A pesar de que Damila había protestado mucho, se quedaría dormida casi antes de que la cabeza llegara a la almohada, y a Giulio le había costado una enormidad despertarla en la mañana. Aun así, finalmente todos estuvieron listos para partir a eso de las nueve treinta.

Cuando llegaron al aeropuerto, y aunque cada uno de los niños iba con un agente, Federico, Ángelo Silvano, Johan y Giuliano, eran en verdad terribles y casi se les escapan a sus custodios. Y en el caso de Damilo, estuvo a punto de causarles un colapso a sus padres, porque el angelito, que en teoría hablaba con su progenitor, repentinamente se le soltó a Nino y François casi se rompe una pierna para alcanzarlo antes de que llegase a las escaleras mecánicas.

Paulo nunca perdía de vista a Pierangeli ni cuando estaban en casa, y en realidad era quien más atención tenía, pues Franco estaba en la misma situación. Sin embargo, en aquel momento y mientras esperaban para abordar las naves, quien la tenía alzada era Luigi a quien la niña acababa de quitarle la taza del café.

  • Signorina, está usted muy chica para…
  • No fastidies, tío Gigi, G me deja
  • Pero como yo no soy él, entonces no

Habitualmente Luigi complacía a Piera en casi cualquier cosa, pero a diferencia de Giulio que parecía incapaz de negarle algo, aunque ese algo fuese su propia cabeza, Luigi era otro asunto, porque si consideraba que algo era perjudicial, nada lo movía a complacerla. Aunque Pierangeli sabía lo anterior, eso no evitaba que lo fastidiase lo mismo, así que siguió insistiendo.

  • He dicho que no, Pierangeli




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.