Si bien Ángelo se quedó dormido casi enseguida y ni siquiera se había molestado en ver la hora, una vez que Kelly sintió que lo estaba, se levantó a toda prisa, pues ya era hora de comenzar con los últimos arreglos para la ceremonia.
Cuando entró a la habitación de Isabella, ya esta se hallaba invadida. Vittoria estaba cepillándole el cabello y Pierangeli se empeñaba en que la dejaran a ella hacerlo. Francesca estaba atareada era con las uñas, y Sara se afanaba con el rostro. Sin embargo, cuando Angélica entró con las empleadas que acarreaban las mesitas con el desayuno, hicieron un alto.
El coro de risas no se hizo esperar, pero Damila salió en defensa de Silvano, como cabía esperar.
Una vez que finalizaron con el desayuno, volvieron con el arreglo de la novia. Vittoria que seguía encargándose del cabello de Isabella, lo hizo siguiendo las instrucciones de una de las empleadas de la casa, quien había dicho que la cinta que debía ir entrelazada en la trenza que le estaban haciendo, era lo único que quedaba de una antigua tradición en la que la mencionada cinta, antiguamente, se la colocaba la suegra de la novia unos días antes de la boda, y la chica no podía quitársela hasta después de la misma.
Kelly pensó que era una suerte que Ángelo no hubiese escuchado aquello, pues ella sabía que lo ponía enfermo pensar en que Piera creciese.
Los hombres prácticamente no habían dormido nada cuando Luciano decidió despertarlos. Por supuesto, todos los miembros del GA que habían participado en la juerga, les llevaban ventaja a los demás, pues si bien habían bebido un poco, de ningún modo como lo habían hecho los demás, y, por otra parte, estaban acostumbrados a permanecer muchas horas en vela y en condiciones mucho más estresantes que las de la pasada noche. De manera que en cuanto Luciano les dio la orden, se fueron a despertar a sus objetivos, pero él se reservó el derecho de despertar a Silvano, algo que posiblemente éste no iba a agradecer y que le recordó el día que había ido a El Valle a apalear a su padre, pues Luciano lo despertaría del mismo modo, es decir, haciendo sonar una sirena casi en su oído.
Silvano saltó como un gato asustado, pero en cuanto identificó al individuo que estaba riendo desde la puerta, quiso acomodarle un puñetazo.
Silvano mudó de expresión y se giró hacia la veladora donde había un reloj, ya que él tampoco los usaba.
Luciano sonrió y abandonó la habitación, misma que sería invadida en breve por todos los parientes con intención de hacerle miserable a Silvano sus últimos minutos de sana soltería, como decían Alessandro y Aurelio.
Aunque Piero tenía la misma orden de despertar a Ángelo, él esperó un poco más, porque no le veía objeto a que el señor abogado se levantase con tanta antelación y que después estuviese quejándose porque nadie sabía lo que era la puntualidad. Sin embargo, cuando Ángelo despertó, pensó que acababa de dormirse, aunque no era así, de manera que cuando Kelly entró a alistarse, él apenas estaba saliendo del baño.
En esta ocasión y a diferencia de las últimas bodas, el trámite civil se efectuaría el mismo día, de manera que todo comenzaría de veras temprano, pues la ceremonia religiosa comenzaría a mediodía por un motivo muy puntual, y era que, a las doce, las figuras del campanario se movían, y sería justamente en ese momento, que la novia debía estar haciendo su entrada.
Aquello resultaba muy engorroso en opinión de Kelly, por ejemplo, pues Isabella apenas si tendría ocasión para cambiarse entre una ceremonia y la otra, porque naturalmente, las Rossi se opusieron rotundamente a que llevase el mismo vestido en ambas. Lo afortunado, era que la ceremonia civil se llevaría a cabo en el jardín de la casona que, por cierto, había quedado precioso, al igual que el patio donde tendría lugar la recepción posterior.
A las diez en punto, para alegría de Ángelo que pensó que allí sí sabían de puntualidad, estaban los funcionarios del registro, de modo que un emocionado Silvano, que era sin duda el más interesado en el trámite, se acercó junto con Isabella a la mesa que se había dispuesto con aquel fin. Sin embargo, una vez que firmaron ellos, así como Giulio y Damila, apenas si lo dejaron darle un fugaz beso a su esposa, pues las mujeres se la llevaron en carrera para el cambio de traje.