Luciano era un individuo de ideas fijas, de modo que después que salieron de todo el ajetreo del matrimonio, se fue a hablar primero con Giulio. Aunque él había dicho a Samuel que no era necesaria la autorización de los padres de Piero para efectuar la regresión, y a pesar de que él era tan autoritario como Ángelo, amaba a su hermano, así que tal vez la consciencia, que suele ser un ente muy molesto para aquellos que la tienen, lo obligó a hablar con él.
En los años precedentes, y si bien Luciano se mantenía en constante contacto con Giulio para informarle con puntualidad acerca de todas las acciones de la operación, lo que no solía hacer era ir a sus oficinas, de modo que, no siendo un visitante frecuente, le causaba mucha gracia verle la expresión a Alfredo cuando lo veía. Naturalmente Alfredo y siendo el asistente y mano derecha de Giulio, estaba perfectamente al tanto de quién y qué era Luciano, pero parecía pensar que iba por ahí degollando personas a juzgar por la expresión de susto que componía cada vez lo veía llegar.
Lo primero que notó Luciano con agrado, fue la expresión general de Giulio, pues si bien estaban trabajando mucho, porque allí todos sus planes estaban iniciando, lucía mucho menos tenso.
Aquella era otra señal de que las cosas habían cambiado, porque antes, y si Luciano se hubiese presentado en su oficina, Giulio lo primero que habría preguntado era si todo estaba bien.
Como Giulio notó que en la frente de Luciano había una arruga idéntica a la que se le hacía a Ángelo cuando estaba preocupado, junto las cejas.
Luciano tomó aire y comenzó su exposición. Giulio siempre había sabido de las ideas que sostenía Luciano, y aunque él no pensaba que estuviese loco, como era el caso de Fredo, tampoco era que estuviese muy convencido, sin embargo, nunca lo había contrariado en aquella materia, el asunto era que ahora su hijo estaba involucrado, o al menos era lo que estaba escuchando, así que quiso saber hasta lo más mínimo.
Luciano no incluyó a Jaro, pues sabía que a Giulio eso no le interesaría, pero efectivamente Jaro, y aunque no había resultado tan afectado como ellos, lo estaba, aunque su malestar se había manifestado comportándose más ácido de lo habitual, y en su caso, fue algo que duró varios días.
Finalmente, Giulio le dijo que hablaría con Damila, como ya Luciano sabía que sucedería, de modo que se dio por satisfecho y se dispuso a esperar, espera que por lo demás, sabía que no sería muy larga, porque estaba seguro que Giulio hablaría esa misma noche con Damila.
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Alrededor de quince días después de la boda de Silvano, Luciano se puso en contacto con Samuel, y aunque el psiquiatra había albergado la vana esperanza de que el niño aquel se hubiese olvidado del asunto, en el fondo sabía que eso rayaba en lo quimérico, porque lo conocía bien, de manera que, si bien accedió, quedó condicionada la sesión para cuando fuese a hacerle su visita mensual a Kelly.
El día en cuestión llegó, pero necesitaba un lugar a propósito y la casa no era uno, de manera que Luciano se agenció la colaboración de Emilio quien les proporcionaría un consultorio en la clínica.
El niño asintió y no hizo más preguntas. Cuando llegaron, ya estaban Luciano, Emilio y Samuel conversando, y después de los saludos, Emilio se excusó pues tenía cosas qué hacer, mientras que Samuel entró al consultorio para preparar lo necesario.