Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 68 Tristeza

 

Estaban por cumplirse tres años del regreso a casa. Las empresas marchaban mejor de lo que habrían esperado. Francisco Javier y Fernanda, que eran los que más preocupaban a Ángelo, habían superado la barrera del idioma y se habían adaptado sin mayores problemas, aunque eventualmente la vena maligna de Ángelo salía a flote y le decía Francisco Javier, que su hija hablaba el italiano mucho mejor que él, algo más bien normal teniendo en cuenta que Sofía había pasado la mayor parte de su vida entre ellos.

Iván Damilo y después de que Ángelo y Giulio lo fastidiasen hasta el agotamiento, había trasladado la sede principal de la empresa que tenía en asociación con Ángelo, al Centro Empresarial de Palermo, pero a aquel individuo no le gustaba la vida rural, como llamaba a la que llevaban en Mesina, de modo que él y Sara vivían en Palermo, pero al igual que todos los que lo hacían, no faltaban nunca a los almuerzos familiares de los domingos.

En agosto del año anterior, y como habían anunciado Nino y Ana, nació su tercer hijo, a quien dieron el nombre de su bisabuelo y de su tío, pero todos coincidían en que Nino había cometido un error, al menos con el segundo nombre, porque el pequeño Aldo Arezzio apenas iba a cumplir dos años y ya era una catástrofe; a esas alturas ya se había caído de la cuna, por las escaleras, y casi le ocasiona un paro cardíaco a Albano cuando lo vio intentando subirse al barandal de una de las terrazas.

En el caso de Francesca y Vladislav, el tercer parto, que también fue en agosto, les había traído la tan ansiada niña, a la que dieron por nombre Natalia, y era una linda bebé de cabellos dorados y ojos azules como los de su progenitor, y este no podía estar más orgulloso.

El embarazo de Isabella marchó muy bien y tuvo pocas molestias, la única a la que tuvo que hacer frente, fue a la necedad de su marido, algo que debió haber esperado, porque si con los de Damila se había comportado como lo había hecho, no era juicioso esperar algo diferente cuando se trataba de un hijo suyo. Sin embargo, Ángelo quiso apalear a su sobrino, muy injustamente como se lo haría notar su inmisericorde mujer, cuando Silvano anunció que serían dos en lugar de uno, mientras que el loco de Domenico que ya le había comprado cualquier cantidad de juguetes, aun sin saber el sexo del bebé, salió en carrera a duplicarlo todo mientras Isabella se peleaba con él diciéndole que, si llevaba una cosa más, el bebé no cabría en su propia habitación y menos ahora que sabían que eran dos. Como cabía esperar y siendo un embarazo gemelar, éste se adelantaría, aunque no tanto como el de Damila y solo fue por unas dos semanas, pues de acuerdo a lo que había dicho Silvano, los bebés deberían nacer alrededor de la segunda semana de febrero, pero nacieron el 30 de enero. Y siguiendo la tradición Del Piero, fueron varones. Estos chicos estarían en la misma situación de los gemelos Fabiano y Francesco, pues se apellidarían Del Piero Rossi, pero a diferencia de los anteriores, estos no eran gemelos idénticos y en realidad no podrían ser más distintos, porque mientras Paolo Adriano, que era el que había nacido en primer lugar, se parecería a su progenitor, Michelangelo era tan rubio como su madre, pero eso sí, con los ojos verde Del Piero, así que, en opinión de todos, los gemelitos constituían una auténtica rareza.

Y para completar todo el ya muy crecido universo de niños, el día del primer cumpleaños que Ángelo celebraba en su tierra, Enrico y Paola anunciaron que también esperaban a su primer hijo, de manera que Ángelo, quien había dejado de sacar cuentas hacía tiempo, se llevó las manos a la cabeza con su habitual dramatismo. De modo que, en marzo, vería la luz el pequeño Enrico Paolo para gran alegría de toda la familia.

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Una mañana de junio, Ángelo se encontraba en el jardín, teóricamente tomando un poco de sol, pues había sufrido un fuerte resfriado que lo había obligado a guardar cama durante casi una semana, pero en realidad estaba pendiente de Gianfranco, pues aquel muchachito, en opinión de todos, terminaría por causarle el tan anunciado infarto. Gianfranco, y si bien cuando nació, como había dicho Giulio, no tenía ni un solo cabello, pronto comenzaría a crecerle y de forma acelerada, solo que no era negro como el de su padre y sus hermanos, sino castaño como el de Damila; los ojos sí eran idénticos a los de Giulio, pero había heredado los rasgos físicos de su madre, así que este chico era una auténtica mezcla de ambos, y Alessandro solía decir, malignamente y para mortificar a Ángelo, que si Gianfranco podía hacer lo que le daba la gana con él, era porque se parecía mucho a Damila y por eso Ángelo lo consentía y lo quería más. Si bien no era cierto que lo quisiese más, sí lo era que aquel caballerito llevaba a Ángelo loco, porque cuando estaba en casa, casi no se le despega, y según Angélica, lo primero que decía Gianfranco al despertar, era que quería ver al nonno. Fuera como fuere, Gianfranco en verdad se las arreglaba bastante bien para que Ángelo no tuviese un minuto de paz, y si eso era ahora con solo dos años y medio, nadie quería imaginarse cómo sería cuando fuese un poco mayor.

Aquella mañana en particular, Ángelo intentaba que el niño se estuviese quieto mientras Kelly reía al ver el poco éxito que tenía, cuando vieron a Federico que salía con muy mala cara, pero no tuvieron tiempo ni de preguntarse a qué podía obedecer, porque tras él salió Sofía, y eso respondía cualquier posible duda.

  • ¡Vuelve aquí, estúpido!
  • ¡Sofía! – exclamó Kelly, pero ella no le prestó atención, sino que, alcanzando a Federico, lo sujetó por un brazo
  • ¡Déjame en paz!




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