Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Cap. 70 Luigi

 

Luigi Genovesse había sido un dolor de cabeza para su familia desde temprana edad, el problema fue que, teniendo a otros dolores de cabeza mucho más fuertes, a él no le prestaron la debida atención, lo que lo había conducido, inconscientemente, a intentar llamarla de la peor manera.

Luigi era inteligente, tenía talento creativo y poseía mimetismo social, lo que hacía que las personas confiasen en él. Sin embargo, el abandono emocional en el que se había visto, aunque no se tratase de que sus parientes no lo quisiesen, como él no pensaba que fuera así, fue lo que lo llevó a hacer cosas decididamente peligrosas para él y para los demás.

Como habían determinado tanto el psiquiatra que lo trató en principio en Punta Dorada, como Samuel un poco después, Luigi lo que sufría era de una depresión atroz, y con el tiempo, su simpatía natural quedó sepultada por aquella antipatía que era la que casi todos le conocían, pero que no era sino una máscara tras la que se escondía para protegerse de un mundo al que percibía hostil.

Como suele suceder en aquellas personas que se sienten solas, menospreciadas, o simplemente abandonadas, toda aquella ira a quien primero dañó fue a él mismo, pues hubo un tiempo en el que estuvo consumiendo drogas, aunque siendo inteligente como era, notó que eso iba a causarle problemas con Domenico que podía ser loco, pero no estúpido, así que las había dejado antes de que fuese muy tarde, afortunadamente, porque lo que no pensó, fue en el daño para su salud. Después de eso, pasó a beber mucho, algo que se notaba menos por el ambiente en el que se desenvolvía, pero que hacía aflorar toda la violencia de su sangre, así que cualquiera que se metiese con él cuando estaba bebiendo, solía salir muy mal parado.

Si embargo, aquello y si bien podía ayudarlo a evadirse de la realidad como él la percibía, no era suficiente, pues seguía sintiéndose vacío, de modo que pasó a tener relaciones muy cuestionables con chicas que lo eran más aún, y que, para desgracia de las mismas, habían terminado muy mal. Lo mismo le sucedió con los hombres, porque, a pesar de que él no buscaba que perdiesen la cabeza por él, terminaba sucediendo y con el mismo resultado para ellos que para las chicas.

Cuando se metió en el soberbio lío con los rusos y que terminó con su exilio, pensó, equivocadamente, que ahora su familia había conseguido lo que siempre habían querido, es decir, deshacerse de él. Esto lo mantuvo durante algún tiempo considerando seriamente terminar con una vida que era un asco, pero Hans, el individuo al que veía como un carcelero de la peor especie, y teniendo toda la información existente con respecto a él, si bien le permitía salir y beber de forma moderada, lo que no le permitía era el acceso a nada, fuesen medicamentos con prescripción y menos sin ella, ni por supuesto a ninguna droga, así que en esas condiciones, lo único que le quedaba por hacer, era saltar de algún edificio, porque ni siquiera lo dejaban portar un arma.

Aunque en aquel momento no lo vio así, la segunda vez que el actor, de cuyo nombre ni siquiera se acordaba, apareció en su vida, resultó muy desafortunado para el susodicho, pero afortunado para él, pues eso le supuso el regreso con su familia. No era que en principio aquello le hubiese parecido lo mejor del mundo tampoco, pues después de hablar con su tío y su padre, estaba seguro que lo enviarían a una institución mental. Sin embargo, aunque no inmediatamente, tendría que agradecerle a Kelly que eso no hubiese sucedido.

Al principio no sabía muy bien qué hacer, pero una vez que comenzó a trabajar en firme en el Consorcio, su vida comenzó a cambiar, porque no solo tenía un trabajo estable y que descubrió que le gustaba, sino que eso lo impulsó a hacer un post grado en la carrera en la que se había licenciado y nunca había ejercido. También, y aunque le costó algo aceptarlo, ahora tenía la familia que siempre había querido e incluso su padre le prestaba verdadera atención.

Su desempeño le había valido un ascenso que tampoco habría esperado, y su relación con Kelly, Damila e incluso con Giulio y Nino, era buena, el psiquiatra decía que progresaba y en conjunto, nunca había estado mejor. No obstante, más adelante, a Luigi se le presentaría un problema, o al menos lo era para él. Emilia Molinaro.

Aunque Luigi había conocido toda su vida a Camilo, y sin duda había visto a sus hijos muchas veces en la Hermandad Italiana, no les había prestado mucha atención, pero en oportunidad de la boda de Giulio y Damila, cuando vio a la chica, inmediatamente se sintió atraído por ella. Eso en sí mismo no habría sido un problema, pues él no tenía ningún compromiso y era libre de relacionarse con cualquier fémina. Sin embargo, Luigi en verdad había cambiado más de lo que creía, porque si bien en el pasado no habría pensado en nada más que en ir por la chica, ahora no, porque ahora se detuvo a considerar que, aparte de que aquella no era cualquier chica, sino la hija de Camilo, había otro asunto que lo preocupaba más, y era su historial de violencia con las mujeres.

Con las cosas así, si bien esa noche había conversado y bailado con ella, lo que no pudo evitar fue desplegar su natural encanto, ese que escondía de todo el mundo y solo hacía aparición cuando le interesaba conseguir algo, aunque en los últimos años, el mismo se había limitado a las reuniones con accionistas o cuando sabía que algún proyecto iba a encontrar resistencia. De lo que Luigi no era consciente, era que aquella característica le era natural y del esfuerzo que había estado haciendo por ser desagradable con todo el mundo. La cuestión fue que, por la reacción de Emilia, notó lo que estaba sucediendo e intentó modificar su conducta, pero no habría tiempo para ello, pues se sucedió lo del ataque, el secuestro y las terribles horas que vivieron.




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