Destino de Sangre (libro 15. Sicilia)

Epílogo

 

Luciano subió el corto tramo de escaleras corriendo y maldiciendo. Detestaba aquel lugar y no por el lugar en sí, sino por aquella odiosa y pertinaz lluvia que, o bien no cesaba nunca, o él tenía la pésima suerte de ir cada vez que estaba cayendo. Apenas saludó al individuo que le abrió las puertas y siguió derecho hacia su destino. Abrió la puerta y lo primero que vio fue la nube de humo que flotaba sobre el sillón que estaba girado hacia la pared, pero enseguida giró hasta quedar frente él y el ocupante del mismo lo miró con la pregunta que verbalizó a continuación.

  • ¿Y bien?
  • Sin novedad, todos están bien
  • ¿Qué estás haciendo aquí?
  • Lo de siempre, supongo.
  • No soy tu responsabilidad – pero como Luciano no dijo nada, pasó a otra cosa – Te hice una transferencia recientemente
  • Lo sé, aunque algo adelantada
  • No soy estúpido y sé que todo lo que haces, lo haces bien
  • Gracias. En cualquier caso, ya la división del nuevo GA encargada del espionaje empresarial está trabajando en ello, así que pronto te informaré el resultado
  • No es necesario
  • ¿Necesitas algo?
  • Nada de ti

Luciano asintió y se giró para salir, pero antes de que alcanzase la puerta, fue detenido.

  • ¿Cómo está? – escuchó y se le dibujó una sonrisa en los labios que hizo desaparecer antes de girarse
  • Bien, solo fue una pequeña crisis hipertensiva
  • Y es tu responsabilidad que no sucedan esas cosas
  • Créeme, no importa lo que yo haga, porque ese infeliz es incapaz de…
  • Sabemos que no vives si no es para ese infeliz que no siéndolo, es tu padre, así que no digas estupideces
  • Y tú no te preocupes tanto, porque…
  • ¡Largo!

Luciano exhibió su odiosa sonrisa y después dio la espalda de nuevo, pero cuando tenía la mano en el picaporte, sería nuevamente detenido.

  • ¿Cómo está ella? – en esta ocasión no había sonrisa, sino que Luciano había juntado las cejas antes de volverse
  • Ya te lo he dicho. Samuel es un gran psiquiatra, así que ella está bien y deberías olvidar…
  • ¿Podrías olvidarla tú?

Luciano lo miró en forma peligrosa, pero no agregó nada más, sino que se giró.

  • Adiós, GC – se despidió sabiendo que en esta ocasión no sería detenido




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