Destino Inquebrantable

Capítulo 5

Etsian

 

Alguien golpeaba la puerta con insistencia. Deseaba seguir durmiendo, pero el sonido me perturbaba. Me giré perezosamente hacia la ventana y pude darme cuenta de que todavía era de día. Con disgusto, me forcé a levantarme para abrir, desnudo como estaba.

 

Para mi grata sorpresa, era Vera.

 

— Ver... — No terminé de decir su nombre porque, en el instante en que la tuve enfrente, su mano se azotó contra mi rostro.

 

— ¡Cómo te has atrevido! — Gritó. — ¿Cómo... — Ella estaba tan enojada que apenas le salían las palabras. — ¿Cómo te atreviste a pedirle a mi padre que me obligue a casarme contigo?

 

Suspiré al comprender el significado de lo que estaba diciendo.

 

— Vera, no lo veas así. Yo no hice eso — respondí, frotando mi mejilla que ardía por la bofetada que me había dado.

 

— ¿Y cómo debería verlo? — Su voz era un siseo contenido, tenía los labios tan apretados que parecían querer perder color; incluso así, llena de rabia, se veía hermosa.

 

— Simplemente, le ofrecí una unión diplomática entre nuestros países — expliqué alejándome de la puerta y permitiéndole entrar, lo cual ella hizo, apresurada y a largos pasos.

 

Vestía un atuendo tradicional de Aurea, cruzado al frente, de color amarillo pálido, que delineaba su figura de manera suave. Al contemplarla de cuerpo entero noté que sus puños también estaban apretados.

 

— ¿Y tenía que ser yo aquella que realizara esa unión? — Hizo un gesto con la mano, dando énfasis a sus palabras. — ¡Qué conveniente! ¿No podía ser Lita o quizás... cualquier... otra de la nobleza?

 

— Sabes que te deseo por esposa — expliqué levantándome de hombros, para mí esto era algo natural y no entendía por qué ella se enojaba tanto.

 

— ¡Además, no una, sino tres veces! — Exclamó inclinándose hacia adelante y colocando los brazos en jarra. En cierta forma me divertía su actitud.

 

— Esperaba que cambiaras de opinión — sonreí.

 

— No cambiaré.

 

— Lo harás — insistí regresando hacia la cama.

 

— Eres tan necio... arrogante… pagado de ti mismo... tú... — continuaba ella, descargando en palabras toda la furia que sentía.

 

— ¿Yo qué? — Me volví a mirarla.

 

— Tú... puedes esperar sentado, porque no voy a casarme contigo — dio unos pasos cortos de un lado al otro, de manera nerviosa, antes de continuar hablando. — Me iré con mi tío Bury y le pediré que me arregle un matrimonio con alguien del otro lado del mar — concluyó haciéndome entrar en ira.

 

Me abalancé sobre ella, obligándola retroceder hasta tenerla atrapada contra la puerta, con mis brazos apoyados a sus costados.

 

— No te atrevas, Vera... — Articulé, dejándome llevar por el malestar que me provocaba pensar en ella casándose con otro.

 

— ¿Por qué no? — Preguntó levantando el mentón de manera soberbia — Soy libre y tengo derecho a elegir el esposo que quiera.

 

— Eres mía, Vera. Le declararé la guerra al estúpido país del hombre con el que te cases, y arrasaré con todo. No pararé hasta matarlo, y tú, que tanto amas vivir libre, morirás junto a él.

 

Lancé mi amenaza sin pensar.

 

— Eso no será así, en aquellos países no celebran el matrimonio oscuro — declaró manteniendo su postura desafiante.

 

— Pues en ese caso, te secuestraré y te obligaré a celebrarlo conmigo. Como sea no serás de otro — remarqué mis palabras enfatizando mi tono de voz como si así pudiera hacer que ella entendiera.

 

— Tú no te atreverías.

 

Pegué todo mi cuerpo desnudo al de ella, que me miraba con la cabeza levantada, pues era más pequeña que yo.

 

— Pruébame — la reté.

 

Nuestros labios estaban muy cerca y Vera respiraba de manera agitada, su aroma delicado a flores comenzaba a volverse más dulce.

 

— Suéltame, Etsian — pidió, ya sin gritar.

 

Me aparté lentamente.

 

— Cásate conmigo, Vera — le solicité usando el mismo tono que ella.

 

— Hay muchas otras que mueren por ser tus reinas, pídeselo a alguna de ellas, yo no voy a ser tu esposa nunca — declinó volviendo a su actitud anterior.

 

— Lo serás — aseveré.

 

— Eres necio...

 

Tomé su rostro con mi mano y descendí sobre ella para besarla, acallando sus insultos. Vera apoyó sus brazos sobre mi pecho en un fútil intento de apartarme. La envolví apretándola contra mí, y me introduje en su boca, explorándola, enredando su lengua con la mía. Ella me correspondió mientras su cuerpo se ablandaba, de manera dúctil, contra el mío.

 

La había deseado durante tanto tiempo que eso se había transformado en una necesidad primitiva, un anhelo primordial que trascendía todas las convenciones. La amaba, era un sentimiento que nacía desde mi alma y para el cual no hallaba explicación, a excepción de los pactos realizados en vidas anteriores. Tenerla de esta manera me proporcionaba la sensación de regresar a casa, de finalmente estar donde debía.

 

Volví a atraparla contra la puerta, mis manos acariciaron su cintura e instintivamente bajaron por sus caderas hacia sus piernas. Vera deslizó sus brazos por mi cuello y me abrazó respondiendo abiertamente a mis besos. Me sentí en el éxtasis.

 

Si hubiera podido, la habría tomado en ese mismo instante, pero, contrariamente a lo que esperaba, ella me mordió. No lo hizo de manera pasional, sino con ira, haciéndome sangrar.

 

La solté, dejando escapar un quejido de dolor. Ella se apartó velozmente.

 

— No vuelvas a hacerlo — me reclamó y se marchó corriendo.




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