El toque de la puerta me pareció extraño.
-¿Sí? –pregunto levantándome.
Al no recibir respuesta le digo a Salisa que vaya a ver quién es, quizá no me escucharon, al rato ella regresa.
-son unos soldados, dicen que él Comandante Cusán quiere hablar con usted.
-¿Cuándo?
-ahora.
¿Cusán? Ese nombre me es familiar ¿Ese tal Cusán será el mismo que conocí del Concejo? ¿Qué querrá hablar conmigo? si todo lo que necesitan de mí ya lo tienen.
Me aliso la falda levantándome dispuesta a salir, de alguna manera ya me he estado acostumbrando a estos vestidos, veamos qué es lo que será ahora.
Cuatro hombres me esperaban afuera, uno de ellos llama mi atención, es un soldado bastante joven, probablemente de mi edad y se ve bastante nervioso, supongo que esto es nuevo para él también, miro a los demás y uno de ellos me señala el camino entonces lo sigo.
Caminando por los pasillos alumbrado por lámparas y antorchas, con la oscuridad y las paredes rústicas daba la sensación de estar caminando en un túnel, sin embargo aunque nada de eso me pareciera tenebroso me sentía de alguna forma incomoda, era como si alguien estuviera viendome la nuca, me pasé la mano por el cuello tratando de quitarme la incomodidad, estar acompañada por los cuatro guardias no me hacía sentir más segura, al contrario me hacía sentir más insegura, no sé irónicamente ellos me estaban rodeando dos a mis lados uno al frente una atrás y aunque podría parecer una escolta al mismo tiempo podría aparecer una presión humana, probablemente estoy exagerando, tal vez me siento así con ellos por lo que me pasó con el Concejo.
Después de un trecho salimos a las afueras del Amparo la luna finalizaba casi la menguante y las nubes abrigaban el cielo, todo afuera se veía muy oscuro y soplaba una brisa fría, el lugar parecía un patio grande y solitario, la neblina cubría la vista a la distancia, aquí no hay nadie ¿Por qué nos detuvimos aquí?
-espere aquí. -me dice uno de los guardias.
Tragué saliva y miré a los lados ¿Porque este lugar está tan solo? Ni siquiera es tan tarde, de repente a lo lejos puedo ver un hombre acercándose, su aspecto me produce miedo, tiene la barba abundante y no tiene armadura, ese no es el señor Cusán. En ese instante, como si una voz dentro de mí me hablara, pude escuchar que debía salir de allí de inmediato, no lo pensé dos veces, me di la vuelta para salir corriendo hacia la puerta por la que he salido.
-¡Atrápala rápido! –grita uno.
Corro tan rápido como me lo permiten los pies levantando mi falda para que no me moleste pero no tuve ni tiempo de gritar por ayuda, los guardias me atajan en el camino amarrandine un paño en la boca antes de que pueda gritar, doy patadas con fuerza y logro darle a uno en la cara.
-¡Ha! –grita.
-estúpido, átale los pies –ordena él otro al chico.
El joven obedece asustado mientras uno de ojos negros me pone un bolsa de cuero en las manos y me las ata, grito pero son gritos mudos el pañuelo en mi boca me lo impide, ¡no esto no puede estar pasando!
Ellos estaban sobre mí y no puedo hacer nada Por más que forceje, ¿Por qué me está pasando esto? ¿Ellos quiénes son? ¿Qué quieren de mí? ¿Qué van a hacerme? Grito con mucha fuerza con la esperanza de que alguien me puede escuchar, por favor quién sea, alguien tiene que estar por aquí cerca ¡Quién sea!
Al que le he dado una patada se entereza y es cuando veo que le he hecho un morado en el ojo.
-levántala, levántala –ordena.
Me desesperadamente, no quiero que esos hombres me toquen, y al mirar desesperanzada hacia la puerta veo a Salisa
¿Salisa? ¡Salisa!
Estaba asomada por la puerta como un niño, se veía aterrada, Como si no supiera qué hacer ¡No Salisa! ¡no! ¡corre! ¡corre! Quise gritarle y aunque hubiera podido no hubiera tenido tiempo para escapar de ellos, cuando la ven uno masgulla una maldición entre dientes y dos de ellos la alcanzan antes de que ella pueda hacer algo, pronto, termina como yo, me mira y en sus ojos puedo ver el gran miedo que siente.
Le gritó solita tratando de hablar con ella ¿Pero qué hiciste? ¿Qué hacía siguiéndome? ¿Se habrá dado cuenta de que algo andaba mal y se preocupó por mí? Oh no Salisa, no... Le lancé otro grito con los ojos llenos de lágrimas y ella lo único que sí era cerrar los ojos y llorar.
-y ahora que hacemos –el de los ojos negros se escuchaba irritado- no podemos llevarlas a las dos, ella nos es inútil y además pasar a una persona por la salida sin ser vista es extremadamente difícil y dos es imposible.
-y que esperas, nos ha visto imbécil. –objeta él otro.
El del ojo morado interviene –hay soluciones simples, mátenla. –Ordena– llévensela detrás de los establos y ejecútenla.
¿¡Qué!?
Abrir los ojos de par en par mientras miraba como la levantaban y se la llevaban, no, ella es inocente ¡Déjela en paz!
Salisa grita con más desesperación mientras el de los ojos negros se la llevan, como ella, mis gritos son desesperados ¿Por qué? ¿Por qué? No Salisa, ¡No! Desgraciados ¡No! No lo hagan ¡déjenla por favor! A mí manera se los grito y parecen entenderme porque uno me dirige una mirada con recelo.
-es su culpa no tenía por qué seguirnos –me dice.
La neblina los cubre a medida que se van alejando pero aun así puedo escucharla gritar clemencia, los míos se convierten en llanto.
El hombre de barba abundante por fin llega y se detiene a mí lado, era el mismo hombre que vi cuando intenté correr.
-¿Qué ha sido eso?
-un contra tiempo –explica el ojo morado –ya está resuelto.
Pero no es suficiente para él hombre barbudo y lo invita a que hablen a la distancia, no puedo escuchar lo que dicen pero no es nada bueno, parecen discutir.
El más joven está cerca de mí parece más asustado que yo, ahora lo reconocía, era el mismo que había visto el otro día cuando entro en la habitación y yo conversada con el señor Kéber, lo tomé por el tobillo pidiéndole ayuda más el me sacudió como si fuera una cucaracha que le hubiera subido al pie.
Editado: 07.01.2025