Por una vez el berrinche no lo hice yo.
Con el silencio que dejó el portazo de Danilo me invadió un extraño sentimiento de angustia. Sonreí de inmediato cuando Rau asomó su carita, para disimular el malestar, pero mi amigo me conocía de memoria.
—¿Qué fue eso?
—No sé —Rau levantó una ceja, incrédulo— En verdad no lo sé ¿A él se le chifló el moño y yo tengo la culpa?
Miguel largó una carcajada.
—No tenés idea de cuánta razón tenés, Ana.
Una vez en casa me fui derecho a mi habitación, no pensaba ser el mal tercio entre ellos dos.
Me tiré sobre la cama y agarré el libro que estaba leyendo, algunas escenas €róticas me excitaron. Metí mi mano por los pliegues de la ropa y comencé a masturbarme.
Hasta el momento en que el gigante invadió las escenas en mi mente, no había sido totalmente consciente de cuánto me había gustado.
Tuve un orgasmo que me dejó sin aire en los pulmones, algo que nunca me había sucedido. Agradecí que mi casa fuera tan grande porque más de una vez su nombre se escapó de mis labios, no quería que Rau y Miguel me escucharan.
Me fui a bañar con un sentimiento parecido a la culpa, nunca me había masturbado pensando en alguien que no fuera un personaje imaginario de los libros que me gustaba leer.
Rau apareció en mi habitación, casi a la medianoche, con dos porciones de pizza. Las comí escuchando a mi amigo relatándome feliz el beso de despedida que Miguel le había dado.
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Editado: 04.11.2024