Devórame otra vez

26. DANILO

—¿Tan grave es lo que sucedió? —me preguntó Rau.

—No te metas —respondí cortante— esto es entre Ana y yo.

—No, Danilo. Si lastimás a mi mejor amiga, tenés un problema directo conmigo. —respondió molesto— Migue, me quedo con Ana, más tarde te llamo.

Besó a mi amigo y se bajó.

—Como la cagaste para vos ¿la tenías que cagar para mí también? —se quejó Miguel.

—¿Vas a tu casa? —ignoré el reproche.

—¿Para qué? Si me dejaste sin compañía.

—Vamos al Rosas, entonces, recibí una llamada para un trabajo.

—Dijimos que íbamos a quedarnos quietos.

—No te va a alcanzar la vida para gastar lo que te quieren pagar.

—¡La puta madre cómo me gusta la guita! —Miguel, entusiasmado, pisó el acelerador.

Ya caía la noche, cuando mi socio se acercó a la oficina.

—¡Nunca creí verte así por una mujer! —tomó un vaso para servirse una medida de whisky—. ¿Pensás tomar y fumar hasta morir? ¿O te serviría hablar conmigo? —se sentó frente a mí.

No era común para mí compartir mis problemas sentimentales, no me sentía cómodo pero si quería recuperarla, necesitaba ayuda.

—Ana y yo veníamos teniendo intimidad. Un poco de franeleo y besos pero la noche en la que pretendía quedarme a dormir quise ir más lejos.

—¿Y? —me incentivó Miguel que escuchaba atento.

—Ana era virgen.

—¿Y? —repitió confundido—. ¡Ay no! —se tapó la cara cuando empezó a imaginar posibles escenarios— ¿Qué hiciste?

—Nunca se me cruzó, ni por un segundo, la idea de que lo fuera.

—¡Tiene diecisiete años, Danilo! —se exasperó.

—¿Te tengo que recordar lo que hacíamos nosotros a los diecisiete?

—Vivíamos en la calle, Danilo, teníamos que sobrevivir. Ana tiene una vida totalmente diferente. ¿Decime de una vez qué fue lo que le hiciste?

—No fui nada amable al penetrarla.

—¿La lastimaste?

—¿Qué te parece? Igual eso no fue lo peor.

—¿Hiciste algo peor que eso?

—Cuando me di cuenta de lo que sucedía, busqué mi ropa y me fui.

—¿La dejaste sola?

—No, busqué a Cristina y le avisé que Ana la necesitaba.

Miguel se quedó mirándome unos segundos.

—Hermano, no sé qué decirte. Para mí, Ana es la mujer perfecta para vos pero remontar lo que hiciste es muy difícil, quizá deberías dejarla en paz.

—No puedo.

—¿Por?

—Ana me gusta.

—¡Ya veo! Obró el milagrito —se puso de pie y me apretó el hombro como acostumbraba.

—No te vayas. ¡Decime qué mierda hago para que me perdone!

—Conquistala, ganate su corazón. Sé que podés hacerlo y confiá en que te lo merecés.

—¡No necesito un filósofo barato! Necesito saber cómo se conquista una mujer.

—”¡Googlealo!” —respondió ganándose un insulto de mi parte.

Sin embargo, a los pocos días me encontré preguntándole al buscador. Me sentí tan patético al leer las sugerencias que largué el celular sobre el sillón.

—Veo que los días no mejoran —me molestó Miguel— afuera está Rau por ahí te puede dar una mano.

Fui primero en busca de mi teléfono y luego salí a encontrarme con el mejor amigo de Ana.

—Tenés que ayudarme —disparé sin siquiera saludar.

—Ana tiene razón cuando dice que sos un cavernícola —ya sabía lo que había pasado, fue evidente.

—Rau —intercedió Miguel— está arrepentido y aunque es un poco corto —miré a Miguel de reojo— tiene buenas intenciones.

—Ya dejó claras sus intenciones. —respondió serio, luego volvió a mirarme— De mí no vas a conseguir nada, Danilo.

—Rau —lo detuve cuando quiso darme la espalda— Ana me gusta.

—Es hermosa e inteligente, serías un necio si no lo notaras. De todas formas, no pienso ayudarte.

—Amor —volvió a intervenir Miguel— en el “mundo Danilo” ese “me gusta” significa que está enamorado de Ana. Vos mismo remarcaste que la comunicación no es lo suyo —volví a relojear a mi amigo— Si Ana sintiera algo parecido, podrías intentarlo al menos.

—Ana se siente humillada y está muy herida por tu culpa —apoyó su dedo índice en mi pecho— Vas a tener que ser muy paciente si querés que vuelva a confiar en vos.

—Lo que sea necesario.

—Me siento el peor de los traidores.

—Rau, quiero que funcione —admití.

—En una hora sale de su clase de Kung Fu, quedamos en tomar un jugo en la peatonal.

—¿Llevo flores? —pregunté antes de irme, tenía poco tiempo para arreglarme, las risas de los dos me aturdieron— pregunto en serio.




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