Encontrarme dentro de Ana fue sentir que, por fin, habitaba el lugar al que pertenecía.
Ana era mi hogar.
Y también el ser capaz de hacerme replantear toda mi vida. La conversación que había sostenido con Miguel cobró sentido. En ese momento, mientras ella dormía entre mis brazos, comprendí a mi amigo mejor que nunca. Mientras iba conciliando el sueño me prometí buscar a su padre el día lunes, hasta entonces solo deseaba disfrutar de su compañía.
El viernes hice lo mismo que venía haciendo Ana desde tantos días atrás y apagué mi celular. Desayunamos cubiertos con la misma manta en el balcón, ella sentada sobre mis piernas, intercambiaba los sorbos a su submarino con besos a mi boca.
Sobre la barra de la cocina la hice acabar con mis dedos. Bajo el agua de la ducha, fui yo quien tuvo su orgasmo y la vi observar fascinada como mi semen se pegaba a su cuerpo. Una vez más me prohibió quitarle los residuos. En la cama, devoramos una pizza y después hicimos volar el cartón junto a las sábanas cuando me contuvo en su interior. No lograba saciarme de ella, por lo que contenerme fue una tarea titánica, pero la firme determinación de que me acompañe en el orgasmo nos llevó a caer rendidos después de casi dos horas de juego.
Un par de golpes en la puerta nos despertó, no pensaba levantarme, no esperaba a nadie. La voz de Rau cambió mis planes, Ana tomó mi remera que descansaba en el piso y fue a su encuentro.
—Es hora de que enciendas el teléfono —lo escuché decir.
—Si viniste solo para decirme eso, perdiste tu tiempo. Chau, Rau —intentó cerrar la puerta pero él se lo impidió.
—Llamá a Cristi, está preocupada. No se merece que le hagas esto, siempre ha cuidado de vos.
—Es su trabajo.
Rau chasqueó la lengua.
—No digas eso.
—Rau, digo la verdad y te pido que te vayas y no arruines lo que estoy viviendo. Hoy es un día especial para mí —bajó la voz para que yo no pudiera escucharla— Danilo me dijo que me ama ¿Entendés? Al fin alguien me ama a mí por lo que soy y no por el dinero que le entrega mi papá.
—Ingrata —se quejó Rau— ¿yo no cuento?
—Vos sos un panqueque que un días estás de mi lado y al otro del lado de mis enemigos.
—¡Ana! —volvió a quejarse— siempre estoy de tu lado.
—Más te conviene, sé todos tus secretos —lo amenazó.
—Yo también conozco los tuyos y soy más memorioso —bromeó él.
—¡Chau, Rau!
—¡Chau, Rau! —me uní al saludo.
El amigo de Ana silbó apreciativamente al verme aparecer en boxer.
—¡Rau! —gritó Ana molesta antes de cerrar de un portazo. Enojada se desquitó conmigo —Danilo yo no me paseo desnuda delante de Miguel.
—Podrías hacerlo tranquilamente, a nadie le son tan indiferentes las mujeres con poca ropa como a Miguel
—¿Me estás sugiriendo que lo pruebe?
—De solo pensarlo me hierve la sangre, Ana.
—Yo siento igual, no quiero compartirte ¿Soy clara?
—Somos novios, no hace falta que lo aclares.
—Novios monógamos —insistió.
Asentí sonriente, me enternecía la inseguridad que la llevaba a pensar que después de haber probado su pasión yo podía llegar a buscar a alguien más.
—Vení —busqué su mano y la invité a sentarnos al sillón— ¿Querés contarme qué sucede con Cristina y con tu papá?
—No.
—Me gustaría conocerte toda, Ana.
—A mí también y vos no me has contado nunca sobre cómo te hiciste la cicatriz.
—¡Sos ágil, mocosa! —se encogió de hombros— Está bien, acepto. Historia por historia pero empezás vos.
Bufó, sin embargo, hizo lo que le pedí.
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Editado: 04.11.2024