Volver sobre mi pasado no era fácil, principalmente porque habían muchos huecos que no tenía con qué llenar.
—La historia que me contó mi papá, Alejandro, es que mi mamá se suicidó cuando yo tenía seis meses. Sufría depresión post-parto.
—¿Vos no le crees?
—Creo que mi mamá se fue con el amante y nos abandonó.
—¿Cómo llegaste a esa conclusión? —preguntó Danilo intentando comprender.
—En casa hay una habitación donde se conservan sus pertenencias. Cuando era chica podía ingresar con Cristi o con mi papá, a medida que fui creciendo le quitaba la llave a Fredi, sin que lo notara, y leía las cartas que se guardaban allí.
—¿Ahí encontraste la historia del amante?
—Lo que encontré fueron cartas dedicadas a un tal Omar, muchas cartas, donde mi mamá le contaba cuánto lo amaba. Incluso descubrí una que escribió el día en que yo nací. Mi mamá me amaba, Danilo.
Él asintió un tanto emocionado.
—¡Es imposible no amarte, Ana Paula!
—Así me llamaba en todas las cartas, le explicaba a ese hombre que deseaba que de esa manera se refirieran a mí.
—Es un nombre hermoso ¿por qué te disgusta cuando Rau lo utiliza?
—Porque me recuerda todo lo que perdí.
—A tu mamá —concluyó.
—Y a mí papá —agregué—. El siempre dice que ella fue el único amor de su vida. Le brillan los ojos cuando la nombra, se emociona al recordar cuánto le gustaba bailar o cada una de las vacaciones que compartieron. Yo sé que él se mantiene alejado de mí porque se la recuerdo. O al menos, eso creía hasta el otro día porque al verlo con su nueva familia, todas mis certezas se diluyeron.
—¿De qué trabaja tu papá, Ana?
—Tiene diferentes empresas, todas muy rentables —me encogí de hombros— al menos eso dice él.
—Tampoco le creés —afirmó divertido Danilo.
—Ver para creer.
—Hacés bien en estar alerta, Ana.
—Muchas veces le rogué que me llevara con él a sus viajes, a sus empresas, pero nunca lo hizo. Sé que no conozco toda la historia, no soy tonta.
—En lo absoluto —dijo y me besó el cuello.
—Cristi es quien más preguntas me ha respondido pero no sé cuán verídicas son sus respuestas.
—Porque creés que tu papá le arma el libreto.
—Aunque ella insiste en que es como una abuela para mí, no lo es. Mi papá es su jefe y le paga para que me vigile y me mantenga controlada.
—Tenés un buen punto, sin intenciones de contradecirte ni de defender a Cristina, te aseguro que su cariño por vos es sincero, la conozco bien.
—Lo sé y me das el pie justo para terminar con mi solitaria historia y escuchar la tuya.
—Una vez más, caí como un boludo.
—¿No baja la guardia conmigo, jefe? —lo llamé como sabía que hacían todos los empleados del Rosas, mientras lamía su mandíbula.
—Solo con vos, Ana.
Su respuesta expresada en un susurro me indicó que no debía seguir por ese camino si quería escuchar lo que tenía para decirme. Una provocación más a Danilo y terminaríamos haciendo el amor.
—Entonces, contame sin miedo.
Tomó valor luego de un largo suspiro.
—A Cristina, ya te dije que la conozco del barrio. Miguel, Dante, su hijo —asentí— y yo íbamos juntos a la escuela. A los quince años quedé huérfano, Miguel a quien su madre echó de su casa, influenciada por el novio de turno, se vino a vivir conmigo. Hicimos muchas cosas para sobrevivir.
—¿Cómo cuáles?
—¿No me vas a dejar pasar una?
—No —le aseguré.
—Robar, prostituirnos, drogarnos —el dolor que me provocaba su historia se reflejó en mis ojos acuosos— todo eso nos llevó a meternos con las personas equivocadas. Dante, era el mejor de los tres y con una madre como Cristina era imposible que fuera diferente. Todo el tiempo buscaba la manera de ayudarnos, nos llevaba comida, nos insistía para que no nos ausentáramos del colegio. Si hasta llegó a pedirle a su madre que nos dejara vivir en su casa.
—¿Cristi se negó? —pregunté enojada.
—Sí, Ana. Cristina era una madre soltera que alimentaba, vestía y educaba a cuatro niños. Su decisión fue razonable.
—¡No! Ella los debería haber ayudado.
—No encontró la manera, no tenía opciones.
—Siempre hay opciones.
—Para una chica como vos, Ana, siempre hay opciones.
—¡Odio que me trates como una hueca que no entiende nada, solo porque vengo de una familia con dinero!
—No me refería al dinero, Ana. Soy muy feliz al saber que no pasaste frío ni hambre en tu vida. Cuando dije que para “una chica como vos, siempre hay opciones”, me refería a que sos una persona inteligente que ha sabido aprovechar la buena educación que te han dado. La educación marca la diferencia, te abre la mente y te permite mirar más allá. Y si remarco la diferencia económica es porque cuando tenés la panza llena, podés pensar mejor y tenés más tiempo para buscar soluciones.
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Editado: 04.11.2024