Capítulo 40
Se subieron al jeep de Sergio y se dirigieron a su casa. Verónica se sentó en el asiento trasero junto a Orisia, teniéndola en brazos. La niña se había dormido, adormecida por el movimiento del automóvil.
Se detuvieron en el camino al ver una farmacia, y Sergio bajó corriendo a comprar un medicamento contra la alergia. La farmacéutica le explicó en detalle qué debía tomar una niña y cuál medicamento sería más eficaz. Pero aun así, Sergio compró varios distintos, porque estaba asustado por la situación: nunca antes había tenido que tratar con niños enfermos, ni siquiera con niños en general.
Cuando llegaron a casa, comenzó a llamar desesperadamente a emergencias, preguntando qué hacer con una reacción alérgica en una niña. Le explicaron todo con detalle, pero le dijeron que no irían, ya que solo atienden a niños con fiebre alta.
— Su caso, por lo que me dice, parece leve —le dijo una mujer al teléfono—. Usted comenta que la niña dijo que ya le ha pasado antes. Papá, no se preocupe, simplemente dele Claritin. La niña estará bien. Dormirá un poco y se despertará casi recuperada… Si desea, puede llamar al médico de cabecera —le aconsejó.
Entonces Sergio se detuvo a pensarlo. ¿Llamar a su médico de cabecera? Tal vez debería. Pero Verónica, al oírle, negó con la cabeza y dijo:
— Ya le di Claritin, y veo que está mejor. Se quedó dormida.
Con cuidado, cubrió a Orisia con una manta y la dejó en la habitación, en la cama de Sergio.
Él y Verónica estaban sentados en la cocina tomando té. Con todos esos líos, Sergio había olvidado por completo que debía recoger los resultados del ADN. A las seis de la tarde. Miró el reloj: eran casi las cinco. Miró a Verónica con desesperación:
— Verónica, quisiera pedirle un favor más. ¿Puede quedarse con la niña mientras yo... mientras voy a hacer un trámite? Es algo urgente. Por favor.
— Por supuesto, no hay problema —respondió ella—. Esta tarde la tengo libre. Además, igual hay que cuidar de la niña.
Miró a su alrededor y de pronto preguntó:
— Pero no veo cosas de niña, ni juguetes. Y en la cocina no hay platos infantiles. De esos con erizos o conejitos... Mmm... ¿Orisia no vive con usted? —preguntó al ver los ojos de Sergio cuando escuchó lo de los conejitos. Verónica notó enseguida que ese apartamento parecía más bien el de un soltero, no de alguien con una hija.
— Hoy ha sido un día muy complicado. Me pasó algo... —dijo Sergio, agotado. Y de pronto le contó a Verónica todo lo que le había sucedido ese día, desde la mañana. Todo lo relacionado con Orisia. Omitió solo dos cosas: la prueba de ADN y la visita de Harmatiuk...