Devuélveme A Mi Hija

CAPÍTULO 2: UN NUEVO LUGAR

CAPÍTULO 2

UN NUEVO LUGAR

Cansada de caminar sin lograr encontrar el edificio donde se encontraba el departamento, pronto me venció el cansancio y la desesperación. Me veía a mi misma con lástima. Una humilde chica, mal vestida y cargando una pequeña maleta en medio de una gran ciudad era un pobre espectáculo.

Decidida a encontrar un sitio donde descansar y poner en orden mis pensamientos, entré al primer lugar que encontré donde vi que servían café y tenían sillas disponibles. Traía poco dinero. Poquísimo. Apenas unos billetes y algunas monedas que había logrado juntar para cuando me tocara salir a enfrentar mi nueva vida independiente. Pero el aroma del café, las sillas que invitaban al descanso, y la emoción de sentarme sola y pedir un café que pagaría con mi propio dinero, me dio el empujón que necesitaba para entrar.

—Un café con leche, por favor —le pedí a la mesera quien de inmediato preguntó si se me ofrecía algo más y soltó una retahíla de nombres de panes y sándwiches que me hicieron la boca agua con solo pensarlos.

Quedé muda sin saber que elegir. No estaba acostumbrada a escoger lo que iba a comer sino a aceptar lo que me sirvieran. Creo que ella notó mi desconcierto y me ofreció un sándwich de queso al sartén como la especialidad de la casa. Le respondí que sí sin vacilar y ella se perdió tras el mostrador para preparar mi orden.

Me acomodé en la silla y coloqué la maleta a mis pies. Me sentía más relajada y pensé con optimismo que aquel corto descanso me ayudaría a aclarar la mente para al fin encontrar el departamento de Jessie.

Me distraje mirando a través del vidrio que daba a la calle. El ir y venir de la gente llamaba mi atención. Aquellos rostros desconocidos que caminaban de un lado a otro los imaginaba dirigiéndose a sus trabajos y llevando una vida llena de ocupaciones, vidas intensas, envidiables. No pude evitar desear que pronto esa también fuera mi vida. Me fascinaba la idea de dejar de ser una niña al cuidado de personas que devengaban un salario por atenderme y pasar a ser una mujer responsable de su propio destino.

En esos pensamientos estaba cuando lo vi entrar.

Un grupo de jóvenes estudiantes llegó al lugar. Conversaban animadamente entre ellos y sus risas hacían eco por las paredes. Tomaron lugar en una mesa no muy distante de donde me encontraba y de inmediato me contagié de su entusiasmo. Uno de ellos traía el nombre de una universidad impreso en su abrigo. Brown University. Quedé fascinada con la idea de la vida universitaria con solo verlos. Las risas, el aire despreocupado y divertido, y la libertad con que se conducían me hicieron ver una nueva realidad que, aunque fuera ajena a mí, era verdadera en otros.

Pero ese día también descubrí algo más.

Mis ojos se detuvieron en uno de los jóvenes que entró. Era alto, tenía el cabello y los ojos de color miel, la piel bronceada y lustrosa y una sonrisa que me dejó completamente deslumbrada. Echaba broma con sus amigos, con una felicidad desbordante. No se dio cuenta que yo lo observaba desde mi mesa. Más que observarlo, había caído en una especie de hipnotismo. Su carisma, que sobrepasaba mi poco entendimiento de los chicos, había logrado cautivarme.

En ese trance me encontraba cuando apareció la mesera a sacarme del hechizo.

—Aquí tiene su café y su sándwich, señorita —interrumpió.

—Gracias —atiné a responder aún envuelta en la magia del chico desconocido.

Me llevé el café a los labios todavía observándolo. No lograba entender mi propia fascinación por él. En el orfanato viví rodeada de otras niñas y el personal que nos atendía era exclusivamente femenino. No teníamos acceso al área donde estaban los varones y raras veces teníamos actividades en común. Pensé que aquella debía ser la razón del embrujo, pero luego razoné que solo uno me deslumbró. Solo él.

Desde luego, me alegré que él nunca volteó a verme. Me hubiera dado vergüenza que me viera vestida de aquella forma, que notara mi vieja maleta y observara mis zapatos desgastados. Traté entonces de concentrarme en terminar de comer y retomar el asunto de encontrar el departamento.

—¿Sabes como llegar a este lugar? —le pregunté a la mesera enseñándole el papel donde llevaba anotada la dirección.

Lo miró un instante.

—Justo aquí, en esta esquina. ¿Ves esas escaleras? —señaló hacia la acera de enfrente y enseguida pude verlas —¡Allí mismo!

Me sentí un poco tonta pero agradecida de que al fin de cuentas me encontraba muy cerca del departamento de Jessie.

Hubiera deseado no haber tenido que pasar por el lado de la mesa donde se encontraban los jóvenes para que no tuvieran oportunidad de verme. Pero el lugar no tenía sino una sola puerta para entrar y salir.

Tomé mi maleta y caminé con la mayor naturalidad que pude. Quería pasar desapercibida. Me hubiera gustado ser invisible por unos minutos. Pero no hubo caso. Forzosamente tuve que pasar por su lado.

Enfoqué la mirada al frente, como si no hubiera nadie, como si el local se encontrara vacío. Pero no pude resistir la tentación de mirarlo con el rabillo del ojo cuando pasé por su lado. Para mi desgracia, él también me miró. Fue más bien un vistazo, sin ninguna trascendencia, sin que sus ojos demostraran nada, pero igual sentí que el cuerpo entero se me iluminó con aquella mirada.

Las piernas comenzaron a temblarme y tuve miedo de que no respondieran con la rapidez que necesitaba. Pero me obligué a seguir adelante y con el corazón desbocado crucé la calle, subí por las escaleras, encontré la llave oculta en el lugar que Jessie me había indicado y… ¡Al fin entré!

Enseguida apoyé el cuerpo contra la puerta cuando estuve adentro. Solté la maleta como si no tuviera fuerza para cargarla a pesar de ser liviana. Y respiré. Me sentí a salvo de algo que no pude descifrar pero que parecía peligroso.




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