Devuélveme A Mi Hija

CAPÍTULO 5: REENCUENTRO

CAPÍTULO 5

REENCUENTRO

—A ver… ¿Cómo vas con esos panecillos? —preguntó el señor Brown desde el otro lado del mostrador.

—Quedaran exquisitos, se lo prometo —le respondí satisfecha.

Llevaba varios meses en el trabajo. El señor Brown había demostrado ser un jefe respetuoso y considerado a pesar de tener un eterno aspecto malhumorado. Era exigente, pero todo lo que esperaba de un empleado lo encontró en mí y me lo decía con frecuencia. Logré convencerlo de darme oportunidades para crecer según fui demostrando mis destrezas y mi rapidez para aprender. Comencé con labores menores como limpiar o abastecer los estantes, continué atendiendo clientes y finalmente me permitió aprender a preparar cafés gourmets y hornear pastelillos y panes. ¡Como disfrutaba mi trabajo!

—Pero no descuides nunca los estudios —me aconsejaba paternal —mira que me dijiste que nos haría bien tener una enfermera.

Yo sonreía. Es que tenía muchas razones para sentirme feliz. Me adapté espléndidamente a mi nueva vida, me iba bien en el trabajo, ayudaba a Jessie con los gastos y hasta tenía una pequeña cuenta de ahorros. Aparte, había comenzado mis estudios y me fascinaban mis clases.

La vida me sonreía tanto que no me di cuenta de como fueron pasando aquellos primeros tres años.

¡Tres años!

En la casa, Jessie me felicitaba por mis logros.

—Caramba, Allison. Has logrado mucho en poco tiempo —decía de vez en cuando — Tienes un empleo en el que te va bien y en cuestión de un año te graduaras de enfermera. Nada mal, amiga…nada mal para una pobre chica de St. Mary

Yo sonreía satisfecha porque no podía quejarme. Tres años atrás me había perdido buscando llegar a casa y ahora me sentía la reina de la ciudad.

—Ahora, solo te falta una cosa…—apretó los labios luego de decir esto.

La miré con sospecha. ¿Qué quería decir?

Jessie llevaba puesto un conjunto de falda corta con una blusa anudada al frente. Jugueteaba coqueta con su cabello largo y ondulado y me miraba como lo hacia siempre que me echaba broma.

—A ver… ¿Qué es lo que me falta? —le cuestioné en el mismo tono, sin darle importancia porque Jessie pocas veces habla en serio cuando mira de aquella forma.

—¿No sabes? ¿No te lo imaginas? —sonreía pícara.

—Déjate de rodeos y habla…

—¡Un enamorado! —soltó por fin.

Di un resoplido y puse los ojos en blanco.

—Ya imaginaba que por ahí iba la cosa…pero sabes que no voy a envolverme con cualquiera. Yo quiero una persona que sea material de matrimonio y lograr mi sueño más anhelado…

—Formar una familia… ¡Que aburrida eres!

—¡No lo soy!

—¡Sí lo eres!

Me senté en el sofá nuevo que habíamos adquirido para remplazar aquel viejo mueble que tuvimos al principio. Nos costó una pequeña fortuna, pero bien que valió la pena. Dejé a un lado la broma y le expliqué solemne lo importante que era para mí.

—Quiero construir una familia…no tener aventuras —repliqué con convicción.

—No tienes que decírmelo, ya lo sé…pero igual necesitas divertirte, conocer a alguien y darle la oportunidad. Te recuerdo que ya has rechazado a varios…y que a tu edad todavía no te han dado tu primer beso… —me miraba como atravesándome con el reproche.

Era cierto. Pero esos pretendientes a los que se refería no habían levantado ni el polvo bajo mis pies. Nadie logró capturar mi atención más de cinco minutos. Después de hablarme no me quedaba ni el mínimo destello de emoción por ninguno de ellos.

—Ya llegará el indicado…no comas ansias…—le señalaba —además, tengo que dedicarme a terminar mi carrera, no debo distraerme.

—Esta bien…esta bien…pero creo que estas esperando que regrese el crush del primer día que llegaste y eso no va a pasar…

No pude evitar sentir las mejillas arderme. Revivía la experiencia con tan solo recordar aquel joven. No lo volví a ver por mucho que los universitarios visitaran el café donde trabajaba. Cada vez que llegaba uno, lo escrutaba para encontrar en su rostro los rasgos de él, para ver en sus ojos aquella mirada y para que me provocara la misma inquietud de aquella vez. Pero nunca sucedió.

—¡Que babosadas dices! ¡Ya ni me acuerdo de él! —me defendí para no tener que encarar que, efectivamente, moría por volverlo a ver y no lo había olvidado.

—No te creo…—insistía ella. Jessie puede ser muy fastidiosa cuando se lo propone.

Tomé mi bolso y me largué a trabajar. Ese día me tocaría trabajar hasta la noche y no tenía tiempo para perder.

—Mejor ve voy a trabajar…—fue mi despedida mientras salía deprisa bajando los escalones.

—¡Adiós! —me gritó Jessie desde el tope de la escalera —¡Y que hoy conozcas al amor de tu vida! —siguió gritándome entre risas.

Crucé la calle y llegué al trabajo tan puntual como el primer día. El lugar estaba abarrotado así que se prometía un día con mucho afán. De inmediato me coloqué el delantal y me puse manos a la obra. Me tocaba atender las mesas y luego me dedicaría a amasar el pan.

Entonces pasó lo que menos esperaba…

Despachaba los primeros clientes cuando vi entrar a dos hombres. Eran jóvenes, pero no los típicos estudiantes universitarios a los que estaba acostumbrada a atender. Vestían de chaqueta y corbata y portaban toda la apariencia de profesionales de carrera. No presté atención al que lo acompañaba porque mis ojos quedaron clavados en él.

¡Solo en él!

¡Era él!

¡Regresó!

No tuve la mínima duda que el hombre que acababa de cruzar la puerta y ocupó junto a su amigo una de las mesas, era el mismo que vi en mi primer día en la ciudad. Ya no estaba acompañado de universitarios escandalosos que reían por todo, sino que se mostraba con madurez y comportamiento prudente.

El corazón comenzó a palpitarme con fuerza y tuve que luchar por aparentar serenidad. Me acomodé con nerviosismo un mechón de cabello detrás de la oreja, me alisé el delantal como mejor pude, apreté los labios y me fui a atender su mesa.




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