CAPÍTULO 7
LA CITA
—¿Y esa cara de tonta que significa? —me preguntó Jessie apenas llegué.
Subí las escaleras que dirigían al departamento en el que todavía vivíamos. Era cierto que siempre decíamos que nos íbamos a mudar de ahí y que conseguiríamos un mejor sitio, pero luego nada pasaba. Nos fuimos acostumbrando tanto al lugar que al final hasta pena nos daba mudarnos.
Cuando llegué, Jessie estaba mirando la tele sin audio. Es absurdo, pero ella suele hacer eso porque le mortifican las voces estridentes y prefiere el silencio. Así es Jessie. Hace cosas que nadie más hace.
Adivinar que algo me pasaba apenas viéndome era una de ellas.
—¿No me vas a decir? ¡Andas en las nubes! —apagó la tele y se acomodó en el sofá para dejarme un espacio. Me senté a su lado sin estar segura de como contarle lo que acababa de pasar.
—A ver…habla, nena…que no estamos en St. Mary y nadie te va a castigar si has hecho alguna travesura…—me instó, apresurándome porque ya la mataba la curiosidad.
Respiré hondo y al fin me relajé lo suficiente para contarle.
Ella me escuchó en silencio. No me interrumpió, pero sus gestos y expresiones faciales lo decían todo por ella. Siempre ha sido así, lo que Jessie no habla, lo dice su cara.
—¿Así que regresó el príncipe del primer día? ¡El retorno del crush! Vaya, eso lo explica todo. Por nadie más estarías tan alelada…
Entonces, como impulsada por un resorte, me puse de pie de un salto y di un par de vueltas por el pequeño salón. Una danza de éxtasis que me nacía desde lo más profundo del alma. Quería celebrar que el único hombre que había llamado mi atención en toda mi vida me había invitado a salir.
—¡Ya deja de dar vueltas como loca y ven a sentarte que me estas mareando! —ordenó mientras yo reía divertida.
Me tiré al sofá un poco aturdida por las vueltas, pero todavía sumergida en felicidad.
—¿Te sientes segura de ese tal Parker? —cuestionó dudosa —No sé…no lo conoces de nada y ya sabes que los chicos siempre traen intenciones escondidas.
Negué con la cabeza, con vehemencia, como si tuviera que protegerlo de cualquier sombra de duda.
—Estoy segura de que solo desea conocerme, que le llamé la atención y por eso se tomó la molestia de regresar y esperar mi hora de salida para hablarme. No tienes que pensar mal… —estaba tan convencida de aquello que no dudé ni por un segundo en defenderlo.
Jessie notó que me puse a la defensiva.
—¡Ya va! ¡No te pongas así! Solo quiero prevenirte. Recuerda que venimos de una crianza exclusiva con niñas y no conocemos de chicos. Solo escuchamos historias de horror y no quiero que ese sea tu caso. No te lo mereces —asestó dejándome claro su intención de protección.
—Lo sé y te lo agradezco. Pero tampoco podemos pensar que todos son malos y que solo buscan una cosa…
—Que la buscan, ¿eh? No lo olvides.
—Sí, sí…ya sé…tendré cuidado…
—Eso espero…
Le conté en detalle todo lo que había pasado. Desde que llegó acompañado por un amigo hasta las miradas furtivas que me dedicaba de vez en cuando. Jessie me escuchó atenta, pero sin mostrar demasiada emoción.
—¿Son cosas mías o en verdad no estas alegre por mí? —le cuestioné, inclinando un poco la cabeza y mirándola como tigre a punto de ataque.
—Son cosas tuyas…no lo voy a juzgar…por ahora…—aseguró —pero estaré muy pendiente a que no te haga una trastada…
Me reí a mandíbula batiente. Aquello no sería necesario y ya se convencería más adelante.
Por la noche casi no pude dormir recreando en mi mente lo sucedido durante el día. Sin poder conciliar el sueño, resolví calmarme y tratar de dormir. Todo para nada, para volver a divagar pensando en él, en lo mucho que me emocionaba saber que tendríamos una cita. Cuando al fin logré dormirme me pasé la noche soñando con él.
Al siguiente día tuve clases. No pude concentrarme demasiado en lo que decía el profesor, pero se acercan los exámenes finales y no puedo darme el lujo de fallar por estar con pajarillos en la cabeza. Convertirme en una enfermera profesional con especialidad en pediatría es mi mayor sueño y en ello coloco todos mis esfuerzos. En un año más lo habré logrado. ¡Que orgullosos se sentirían mis padres si estuvieran presentes en mi vida! ¡Que orgullosa se sentiría Rosie si la vida no nos hubiera separado!
***
Me preparé con esmero para mi cita. Tenía el pulso acelerado por la expectativa. Elegí un vestido verde claro, de falda amplia hasta la rodilla y torso ajustado. Me pareció una selección acertada entre las pocas piezas que tenía para elegir. A Jessie le pareció bien y hasta elogió mi decisión de presentarme sobria y no atrevida.
“Para que no se haga ideas contigo…”—advirtió.
Yo sonreí porque a pesar de que Jessie es solo mayor por unos pocos meses siempre tiene esa actitud maternal de la que no puede desprenderse.
“Y se me porta muy juiciosa…”—volvió a advertir.
Salí del departamento a esperarlo a la hora acordada. Para mi sorpresa, Parker ya estaba esperándome. Se veía muy guapo y atractivo, con una estampa de galán indiscutible como siempre lo he visto. Solo que esta vez lo acompañaba una sonrisa de esas que derriten y, para colmo, traía una flor que me entregó sin demora, como los chicos en las películas.
—Te ves hermosa…—fue lo primero que dijo.
Yo sentí ruborizarme. No deseaba sentirme aturdida ni tímida. Quería que me viera como una chica extrovertida y capaz de manejarme con soltura, pero la verdad es que su presencia me intimidaba, me dejaba sin palabras y apenas atiné a agradecerle el cumplido al tiempo que bajaba la mirada porque mi timidez no me permitía más.
Parker llegó en su propio auto y aunque no conozco mucho de automóviles me quedaba claro que aquello era un último modelo que brillaba como sacado de concesionario. Me abrió la puerta con galantería y me rozó suavemente la espalda para ayudarme a subir. Nunca en mi vida había tenido un trato de princesa como aquel. Su comportamiento era tan refinado que tuve que luchar para no abatirme pensando en lo poca cosa que me sentía a su lado.
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Editado: 04.12.2025