CAPÍTULO 8
LA CENA
Parker fue llenando los silencios hablándome cualquier cosa. Yo apenas respondía con monosílabos, siempre cohibida, pero me daba cuenta de que él intentaba sacarme conversación para conocerme.
—¿Siempre eres así de tímida? —preguntó.
Juro que sabía que esa pregunta llegaría y que no sabría responderla. No soy tímida. Puedo atender clientes con desparpajo, y soy capaz de entablar conversaciones con extraños. Puedo hablar, bailar, reírme a carcajadas. Pero frente a él, me muestro discreta y cohibida.
—No…es solo que…
Se quedó callado esperando que terminara la oración. Resolví decirle la verdad porque a mi se me da muy mal el mentir y la verdad me fluye con mayor rapidez. Sale disparada de la boca antes que uno pueda analizar si es conveniente decirla o no.
—Es contigo…porque…es la primera vez que salgo en una cita y no sé como actuar —solté al fin y sorpresivamente me sentí aliviada.
Parker sonrió. Tenía la mirada al frente, concentrado en manejar. ¡Aun así luce seductor! Pero, pude notar su sonrisa enigmática y extraña. Tal vez no estaba acostumbrado a salir con chicas que nunca habían salido con nadie.
—Entonces, haré que esta noche sea muy especial para ti…para que no la olvides nunca y para que sepas que eres digna de tener una primera cita inolvidable —ripostó, todavía sonriente.
Desde ese momento me sentí liberada. Si él se había propuesto que mi primera cita fuera algo inolvidable, yo no la echaría a perder con miedos ni titubeos. Enseguida me nació el deseo de hacerla también memorable para él.
—¿A donde vamos? —volví a preguntar.
—Hemos llegado —respondió al tiempo que estacionaba el auto y colocaba la palanca de cambios en parqueo.
Me sorprendió el lugar. No conocía esta parte de la ciudad y todo lo que miraba alrededor se veía ultramoderno, como esos sitios que frecuentan las personas adineradas y que yo no había visitado ni en sueños.
Parker iba a bajarse del auto y yo iba a hacer lo propio, pero él me detuvo.
—Quédate quieta —me ordenó y por un instante quedé paralizada, turbada por el tono autoritario que percibí en sus palabras.
Se movió con rapidez a dar la vuelta para abrirme la puerta. Entonces sacudí el miedo que me había paralizado y me relajé. Nunca había visto tanta caballerosidad y me sentía sobrecogida con sus atenciones. No estaba acostumbrada a nada de eso.
Abrió la puerta y me extendió su mano para ayudarme a salir. Fue un momento sublime y me costó entender que era real y que me estaba sucediendo a mí. ¡A mí!
Cuando estuvimos en la calle, caminamos unos pocos pasos y Parker se detuvo para señalarme un edificio.
—¿Ves esa torre? —preguntó mientras señalaba el lugar que bañado de luces resplandecían intensas en el cielo oscuro.
Asentí con la cabeza.
—Tiene más de cincuenta pisos y el mejor restaurante de la ciudad se encuentra al tope. Vamos allá…
Fascinada con la idea sonreí complacida. Nos subimos a un elevador que tenia más botones de los que podía contar y llegamos a las alturas. Desde allí, a través de paredes de vidrio pude observar una vista maravillosa de la ciudad encendida en luces.
—¡Que hermoso se ve todo desde acá arriba? —exclamé fascinada.
—Veo que no le tienes miedo a las alturas. Me parece estupendo. Una chica que no teme a las alturas, no le teme a nada —dijo tras un coqueto guiño y seguido fuimos dirigidos por un anfitrión hasta nuestra mesa.
Parker eligió el lugar más apartado de la puerta y de los maravillosos vidrios que daban a la ciudad lo cual me pareció lamentable hasta que confirmé que en nuestro sitio teníamos mayor privacidad y silencio. Una mesa bellamente decorada y todo de apariencia tan refinada que apenas podía creerlo. Aparte, de que su sola compañía superaba cualquier paisaje y nada era tan importante como estar a su lado.
Cuando llegó el mesero a tomar nuestra orden, Parker parecía tenerlo todo dispuesto. Le pidió que llenara nuestras copas de vino y luego ordenó algo de la carta que ni siquiera logré entender el nombre.
—Ya ordenamos, ahora háblame de ti —soltó y se quedó mirándome con insistencia. Me quedaba claro que tendría que hablarle de mi así me mortificara tener que admitirle mi pasado de niña abandonada.
—Soy de aquí, nunca he vivido en ningún otro lugar que no sea esta ciudad. Tengo 21 años y comparto un departamento con mi mejor amiga.
Parker asentía como aprobando lo que escuchaba. En ese momento no hizo otras preguntas, pero yo sabía que esperaba más. Sus ojos eran muy habladores y expresivos y en ellos reflejaban curiosidad por mí y deseos de saber.
Titubeé un poco antes de proseguir. Debo ir con cautela porque no deseaba hacer un cuento triste de mi infancia sino encaminarlo a que me conociera por lo que yo era ahora.
—Trabajo en el café donde me conociste, pero también estudio…
Parker dibujaba una sonrisa en sus labios, pero mantenía silencio. Yo miraba sus manos puestas sobre la mesa cuando no soportaba seguir viendo aquellos ojos que parecían traspasarme queriendo saber de mí, indagando sobre un pasado del cual yo no quería hablar. Pero salvé el asunto cuando volqué la conversación a mis estudios.
—¿Qué estas estudiando? —cuestionó interesado.
—Enfermería con especialidad en cuidado pediátrico —y seguido añadí—solo me falta un año para terminar.
—Me parece excelente…te felicito —su voz sonaba a ángeles.
El mesero se aceró a nuestra mesa para traer nuestros platos los cuales- por exquisito que luciera- no tenía idea de que se trataba. Me forcé a aparentar naturalidad y a sonreír satisfecha.
—Ahora cuéntame de ti…—le pregunté en parte porque me interesaba sobremanera y en parte para que el tema no girara en torno a un plato que desconocía por apetecible que luciera.
Parker se acomodó en la silla. Parecía que esperaba esa pregunta y estaba preparado a responder.
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Editado: 04.12.2025