CAPÍTULO 13
QUEDARNOS
Esa frialdad al hablar es la que me inquieta. Parker habla de casarnos y viajar de la misma manera que lo haría sobre ir al mercado a comprar patatas. Como si fuera lo más natural del mundo. De nada sirven mis argumentos sobre mis deberes de estudio y trabajo.
Me niego. Esto no está bien y necesito expresarlo.
—Es que no estas entendiendo…no puedo faltar a clases ni al trabajo. Además, ha sido una locura quedarme aquí contigo. ¡Ni siquiera tengo ropa para cambiarme! ¡Debemos irnos!
Parker no se inmuta.
—Eso tiene solución —se sienta en el borde de la cama y sigue hablando —Te llevaré a que compres lo que necesitas…y en cuanto a tus clases y trabajo…bueno…no pasará nada por un día que te ausentes —sostiene como si tal cosa mientras se pone de pie y se dirige al baño.
Yo aprovecho el momento para vestirme. Mi ropa esta desperdigada por el piso, recojo pieza por pieza y me encuentro ya vestida cuando él regresa. Lo miro y su expresión es tan relajada como quien no tiene una sola preocupación en la vida.
—¿Tienes hambre? Podemos irnos a desayunar a algún lado. Aquí no hay nada para comer y debemos llenar la despensa. Luego iremos a comprarte ropa y todo lo que necesites. Pasaremos un buen día, ya lo veras.
—Tengo ropa en mi departamento, no necesito…—intento convencerlo.
—No, hermosa…todo eso pertenece a tu otra vida. Ahora estas aquí conmigo y quiero que todo sea nuevo —me toma por la cintura y me coloca un mechón de cabello tras la oreja. Luego me da un beso rápido en la punta de la nariz. Se siente tierno y eso baja mis defensas y no me permite rechazar lo que me ofrece. Me aferro a él ahora más que nunca.
—¿Qué hay con tu trabajo? ¿Tampoco tú te presentaras a la oficina? —indago para asegurarme que estamos a partes iguales.
—No. Hoy solo me interesa pasar el día contigo —responde rotundo.
Finalmente cedo resignada.
—Esta bien. Vayamos…—replico.
Pero a él no parece bastarle.
—¿Y dónde está la sonrisa de que estas feliz porque estamos juntos? ¿Ah? No la veo…deja ver… ¿Dónde estará? ¿Dónde estará? —juguetea a que busca por todos lados y no encuentra nada.
Muestro una medio sonrisa, no demasiado convincente. Él me mira y pone una expresión de duda.
—Hummmm…—gruñe juguetón.
Yo termino por reír.
Parker solo se ha colocado el pantalón y trae el torso descubierto. Esa sensualidad que emana de su piel se me hace irresistible y me abrazo a él. Lo amo. Me siento feliz. Él es todo lo que quiero en mi vida.
Termina de vestirse y salimos al fin de la casa. Es un día de principios de otoño, mi estación favorita del año. Pero apenas pongo un pie fuera y siento el choque con la realidad. Todo es solitario. La casa queda aislada y a duras penas se puede divisar un par de casas diminutas muy a la distancia.
Parker pasa su brazo sobre mis hombros y me abre la puerta para que me acomode. Emprendemos la marcha y la carretera principal también luce desolada; solo algún auto esporádico se desplaza de vez en cuando. El camino es recto y por un largo trecho solo hay vegetación a ambos lados. Árboles y más árboles. Quiero comentárselo, pero no quiero enfadarlo. Ya me dijo que le gusta este lugar para nosotros.
Finalmente llegamos a un centro comercial. Hay poca gente y supongo que es por lo distante del lugar. Terminamos el desayuno y nos fuimos de compras. Estoy impresionada. Parker es espléndido con las compras y no ha reparado en precios para nada. Hemos elegido buena cantidad de ropa y de todo lo que se le ha podido ocurrir.
“Te mereces eso y más” —es lo que responde cada vez que pongo el grito en el cielo por el derroche.
Regresamos cansados de pasar un día completo caminando y disfrutando de nuestro primer día juntos. Si esto es el preámbulo de nuestro futuro, entonces auguro total felicidad para nosotros. La hemos pasado de maravilla.
Con todo, sigue dentro de mí esa necesidad de volver al departamento, de continuar mis clases y de todo lo demás. Me inquieta perder mi rutina por glorioso que sea estar junto a él.
Vuelvo a pedirle que me regrese al departamento.
—Mañana es sábado y no tiene clases…tampoco el domingo —argumenta.
—Lo había olvidado, he estado muy ofuscada con todo esto. ¿Entonces, me llevarás el lunes? —inquiero optimista.
Suspira profundo.
—El lunes será —finalmente concede para mi gran alivio.
Pasamos aquel fin de semana disfrutando el uno del otro. Me olvido de todo. De estudios y trabajo y me dedico por entero a disfrutar nuestro amor.
Mi única preocupación era que Jessie hubiera llegado bien a su destino. Afortunadamente, cumplió en avisarme y me cuenta lo contenta que está con su nuevo lugar y trabajo. No le cuento donde estoy ni lo que ha pasado en las últimas horas porque no quiero arruinar su felicidad ni la mía. Así siento que todo es perfecto. Que ella ha comenzado bien su nueva vida y yo también. No hay nada de que preocuparse.
El lunes temprano surgió un imprevisto que echó por tierra los planes de regreso. Parker amaneció enfermo.
—Me siento muy mal —dice en cuanto despierta, retorciéndose de dolor en la cama.
Me alarmo por lo inaudito. Parker nunca se enferma, es fuerte como un roble.
Me inclino hacia él para revisar sus signos vitales. No tiene fiebre ni vómitos.
—¿Qué sientes? —le pregunto muerta de angustia.
Él cierra los ojos con un gesto de dolor.
—No sé…pero creo que es una piedra renal…aaahh… —gime de dolor y coloca su mano donde le duele.
—Tendremos que ir a urgencias. Necesitas que te hagan radiografías para un diagnóstico —le sugiero —solo así pueden darte un tratamiento. Ese dolor no se te va a ir solo.
Parker se rehúsa con vehemencia.
—¡No! No quiero ir…ya se me pasará…
—Te repito que necesitas un tratamiento.
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Editado: 24.12.2025