CAPÍTULO 16
SEPARACIÓN
Me siento débil. El parto me ha dejado exhausta pero mi pequeña hija me da las fuerzas que necesito para salir adelante. Es una niña preciosa, delicada como una flor, pero también es fuerte. Se pega vigorosa a mi pecho y abre sus ojos grandes para mirarme. Yo me pierdo en ella y pienso que nunca había sentido un amor tan grande como el que siento ahora.
—Se llamará Rosie —le informo a Parker y él no argumenta nada. Parece estar de acuerdo o simplemente no importarle. Tal vez se deba a que sabe lo mucho que significa ese nombre para mí.
—Hummm, está bien…como digas —es todo lo que responde.
Cuando termino de lactarla, Parker la toma en sus brazos. Compramos una pequeña cuna que la niña apenas utiliza porque ninguno de los dos queremos apartarnos de ella.
Luego de un buen rato, Parker la acuesta por fin en su cuna y luego se dirige a mí.
—Creo que deberías ir a revisarte con un médico. Para asegurarte que todo está bien —sugiere.
Sus palabras me toman por sorpresa. En todo el tiempo de gestación siempre puso excusas para que yo no visitara un médico. De hecho, mi parto lo atendió un desconocido al que seguramente no volveré a ver jamás. Ni siquiera me consta que fuera médico.
Miro a Parker incrédula.
—¿Para qué? Ya pasó lo más importante y cierto que me siento un poco débil, pero es tan solo natural tras un parto…—le refuto.
Pero él insiste.
—Necesito estar seguro de que estas bien para cuidar a la niña. No tenemos quien cuide de ella si llegaras a enfermarte y yo tengo que trabajar…ya sabes como es esto…—argumenta con intención de convencerme.
Aprovecho la oportunidad para traer el tema de sus padres.
—¿Qué tal tus padres? ¿La conocerán algún día? —Sé que esa pregunta le molesta, pero igual la hago. En todo este tiempo las excusas para que yo no los conociera comenzaron razonables y terminaron dignas de risa. Según me cuenta, sus padres al final decidieron quedarse a vivir en el extranjero. Vaya…que no me lo creo, pero ya no me interesa.
—En cuanto regresen será lo primero que haremos…—responde y desisto de insistir.
Camino hasta la cuna donde la pequeña Rosie duerme plácidamente. Quedo extasiada observándola. Es una niña perfecta. Se parece mucho a Parker, pero tiene mis ojos y eso me reconforta. Contemplo su respiración y me aseguro de que su pecho suba y baje tras cada respiro. Estoy completamente entregada a mi rol de madre. Es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida.
Parker me interrumpe para pedirme otra vez que visite al médico. Su insistencia comienza a irritarme.
—Escúchame, hermosa —su voz se torna tierna y apacible —Este es el médico que quiero que te revise. Ya te hice una cita.
Me entrega una tarjeta.
“Dr. Marcel Dumont”
Un número de teléfono y la dirección donde se encuentra su oficina.
Observo la tarjeta y respiro profundo. Todo me es ajeno, no conozco el doctor ni el lugar. Sé que Parker no se dará por vencido y dejo de negarme. Lo haré solo para salir del paso.
Él nota mi renuencia.
—No te preocupes por la niña. Yo me quedaré con ella…un taxi pasará a recogerte y te llevará.
—¿No puedes llevarme tú? ¡Estamos tan lejos de todo que un taxi costará una fortuna!
—Tampoco te preocupes por eso. Yo me encargaré…tú solo ve y hazte todo lo que te mande a hacer…laboratorios, radiografías, lo que necesites…—reitera con tanto fervor que parece una plegaria.
Me angustia la idea de separarme de la niña, aunque sea por unas horas. Tengo leche materna congelada en envases y no dudo que Parker sabrá manejarse. Sin embargo, el corazón se me encoje de solo pensar que estaré lejos de mi pequeña.
Al final accedo a su deseo, pero lo agobio con instrucciones. Él me escucha paciente y parece comprender mi desasosiego.
***
La siguiente mañana hago todo con la mayor lentitud que me es posible. Parker no ha ido a trabajar y, tal como ha prometido, se queda a cuidar la niña.
—Recuerda verificarle el pañal cada tanto, que no se le irrite la piel. También debes esterilizar el biberón y asegurarte que esté bien abrigada…ha hecho mucho frío en estos días. Imagino que sabes que debes….
—Ya está bien, Allison. Estas obsesionada…—me interrumpe y no me permite decirle ni una palabra más.
Tomo la niña una vez más entre mis brazos, la acomodo en mi pecho y aspiro el olor de su piel. El momento es sublime. Todos mis sentimientos están volcados en este pequeño ser. Me cuesta separarme de ella, pero el claxon del taxi anuncia su llegada.
—Ya llegaron por ti…—me dice.
Le doy un último beso en su cabecita. Finalmente tomo mi bolso y salgo caminando deprisa. Pienso que si me apuro en todo puedo regresar lo antes posible. El taxista me saluda y emprende la marcha. Quedo mirando la ventana con la esperanza que Parker se asome con la pequeña Rosie para verla una vez más. Pero no hay nadie en la ventana y giro mi cabeza hacia el frente. El camino será largo.
No sé cuanto tiempo tardé en llegar, me pareció una eternidad. El taxista me deja frente a un edificio alto y moderno. En la ciudad todo es diferente, ágil y en constante movimiento. No puedo evitar compararlo con el lugar donde vivo y el contraste es evidente.
Cuando llego a la recepción, le muestro la tarjeta a la señorita que atiende. Es una joven de cabello oscuro y sonrisa agradable cuyo semblante me brinda confianza.
—Lo lamento, creo que eso no es aquí. No conozco ningún doctor Dumont —su cara se transforma ahora en desconcierto.
Vuelvo a revisar la tarjeta.
—Es la dirección correcta…Fíjese bien… tal vez es un médico nuevo o algo así…—tanteo la posibilidad, aunque ella se muestra firme en su argumento.
—Estoy segura de que no es aquí. Debe haber alguna confusión…—insiste.
#247 en Novela romántica
#98 en Novela contemporánea
superacion decepcion empezar de nuevo, lucha entre familias, engaño y traicion
Editado: 24.12.2025