El corazón me latía tan rápido que parecía que iba a estallar. Caminaba hacia casa como si cada paso me acercara al mayor sueño de mi vida. Tenía miedo, pero más que eso, tenía ilusión… ilusión de tenerte dentro, aunque aún no sabía si estabas ahí. Imaginaba cómo sería tu carita, si tus ojos se parecerían a los suyos o los míos… ya te amaba sin conocerte.
Al llegar a casa, el tiempo se volvió espeso. Todo se sentía lento, como si el universo me retuviera en ese momento. Abrí la prueba de embarazo con manos temblorosas, torpes, pero llenas de esperanza. Apenas leí las instrucciones, solo quería hacerlo… quería saber. Bajé el short, me senté, hice lo justo, lo necesario, y contuve el resto. Lavé mis manos, y con la prueba aún caliente, la puse sobre su tapa.
Tú estabas en el teléfono. A la distancia.
Y yo… yo solo quería que estuvieras ahí. Quería verte sonreír cuando viera el resultado, quería abrazarte y llorar de felicidad contigo. Coloqué la prueba en vertical y esperé. El corazón me dolía de tanto anhelo. Cada segundo parecía eterno.
Vi cómo el rosa comenzaba a teñir la prueba… y recé, recé con toda mi alma por una segunda línea.
Pero no apareció.
Solo una.
Una línea.
Solo una…
Y con ella, el silencio más ruidoso de mi vida. El vacío. La negación. Miré el papel mil veces. Te llamé. Y cuando te lo dije, no pude contener las lágrimas. No sabía que se podía llorar con tanta fuerza sin que saliera un solo sonido de la boca. Me quebré… me partí en mil pedazos.
Quería tanto ese bebé… quería tanto ese pedacito de nosotros.
Me dije mil veces que podía ser un falso negativo. Busqué en internet, alimenté mi esperanza con cada palabra que parecía darme la razón. Pero no. La prueba estaba clara. El regalo… no había llegado.
Y tú… tú seguías ahí, pero tan lejos, tan ajeno, tan desconectado de mi dolor. Lo único que quería era que me abrazaras, que me dijeras “estoy aquí”… pero no lo hiciste, solo colgaste.
Te busque esos minutos como si fueran horas, sabiendo que si no había algo que me sostendría me quebraría y caería a un lugar del cual no podría salir sin apoyo, te escribí, te llame .. pero no contestaste, demostrando el gran cobarde que eras.. más que odio solo me envolvió la desconsolación Y entonces lloré como solo lloro contigo, pero esta vez sin ti.
Lágrimas sin consuelo, sin brazos, sin refugio.