Vuelvo a tener el problema que creí que había resuelto hacía un tiempo: Los diálogos. A medida que avanzo en la corrección de los capítulos, en los cuales también dudo sobre su extensión, me cuesta más equilibrar la narración y el diálogo.
En este momento tengo que pensar en mi lector modelo, es una novela juvenil. La novela está dirigida a personas de alrededor de los 14 a 20 años (aunque, como todo lector ideal, no es excluyente). Por lo que he visto, los diálogos son atractivos para esa franja etaria, además de los capítulos largos.
Entonces estoy en esa disyuntiva, entre seguir mi instinto y escribir sin tanto preámbulo o diseñarlo para que sea atractivo para el lector modelo.
Después de todo, puede ser el mejor libro del mundo, pero si nadie lo lee, no va al caso.