Dieciséis años sin Jhon

XI

ATENCIÓN: ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENAS SEXUALES.

Desperté con muchas ganas de vivir, Jhon estaba vivo. Estaba en mi misma ciudad y sabia donde vivía, podria ir en cualquier momento a hablar o desayunar con él.
Después de tanto tiempo, me sentía viva. Jamás había dejado de amarlo y mucho menos había perdido la esperanza de reencontrarlo y seguir adelante nuestra relación. Me sentía como una niña, viviendo su adolescencia otra vez.

Me dispuse a levantarme y tomé un baño, si bien en Buenos Aires hacía frío, este día estaba soportable. Parecía que todo conspirara en mi favor, iría a ver a Jhon.

Me vestí casual pero pensando en lo que le iba a gustar, un jean un poco gastado, un suéter de hilo y una pañoleta.

–Jake, voy a salir a recorrer la ciudad. –dije para no levantar sospechas.
–Esta bien, cariño. –se dio vuelta y siguió durmiendo.

Al salir, decidí pasar por una confitería que había cerca de donde estábamos viviendo, alli compré algo a lo que denominaban "facturas", jamás las había probado pero ciertamente tenían muy buena pinta, y también compré dos capuchinos, a Jhon le encanta el capuchino.

Me dispuse a golpear la puerta, tardó unos segundos en abrirla.

¡Madre mía! Estaba sin remera.

–¿Annie? –dijo con sorpresa y avergonzado.
–Hola, Jhon. Vine a desayunar contigo, si no te molesta.

Joder, la vista era hermosa.

–Claro que no, pasa. Iré a ponerme una remera.

¡Por favor, no te la pongas!, grité internamente.

–Si, claro. –dije sonrojada.

Mientras él regresaba, me dispuse a observar la casa. Se notaba la antigüedad en ella y también la falta de limpieza, Jhon nunca había sido muy agraciado con eso.
Las paredes estaban un poco despintadas y húmedas, pero tenia mucho espacio, una cocina enorme con una pequeña mesa redonda para dos personas, allí coloque los capuchinos y las facturas.
Luego, en la sala habia un hermoso TV Led como de 40 pulgadas, realmente era enorme, acompañado de un sofa color rojo con grietas por el paso del tiempo. Anticuada pero hermosa.

–Te ves linda cuando te concentras. –dijo Jhon parado en el umbral de la sala. Me hizo respingar del susto. 
–¿Hace cuanto estas parado ahí?
–Lo suficiente para notar que te agrada mi casa.
–Pues, si, es bonita. –dije sonrojandome nuevamente y bajando la cabeza.
–¿Desayunamos?
–Claro.

Por Dios, que ricas son esas facturas. Debía comprar muchas más, definitivamente son la gloria.
Pasamos todo el desayuno hablando sobre nuestros hijos, la relación y demás.

–¿Estas en pareja con Jake, verdad? –se notó un poco de desilusión en sus ojos.
–Es complicado, lo estamos pero no se que siento por él realmente.

Pegó su silla a la mía y tomó mi mano. Dios mío.

–Taylor...
–Annie, por favor, dime Annie. –interrumpí.
–Esta bien, Annie. Jamás te olvidé, durante estos dieciséis años solo he pensado en ti, en los niños. Te amo, y nunca he dejado ni dejare de amarte. –colocó su mano y acarició mi mejilla.

Cerré los ojos y espere que continúe.

–Si tú me das tu consentimiento, ahora mismo te beso y te llevo arriba.
–Oh, Jhon, claro que sí.

Casi no finalizo la frase y Jhon ya tenia sus labios en los míos.
Por los dioses, que delicia. Era un beso lento, cálido, cariñoso, que representaba el paso del tiempo, los acontecimientos y el reencuentro de dos almas que nunca dejaron de amarse.

Me tomó de la mano y comenzamos a subir las escaleras, definitivamente era una casa muy grande. Se veía un enorme pasillo, tal vez tenia como cinco o seis puertas. Nos metimos en una de ellas y aparecimos en una habitación con una cama doble y un baño privado, increíblemente limpia y ordenada.

–Éste orden es impresionante, Jhon, te felicito.
–Shh, calla, ya. –me silenció con un beso y comenzo a quitarme la pañoleta y el suéter.

Le quite la remera y ahi estaba su enorme torso nuevamente, en serio hacía ejercicio. Para ser un cuarentón se mantenía excelente.

–Annie, mantienes unos hermosos pechos.
–Basta ya, me averguenzas.

Comenzamos a caminar hasta la cama, alli el me puso contra el colchón para subirse encima mio, acabo de quitar mi ropa interior y la suya.

–Por Dios, Jhon.

Tenia su miembro realmente excitado, había olvidado cuan grande y grueso era.
El sonrió y tocó mi vulva, estaba increíblemente mojada.
Había esperado esto demasiado tiempo.

–¿Te cuidas?

Solo atiné a negar con la cabeza y él se estiro hasta la mesa de luz para sacar un preservativo.
Verlo ponerlo era realmente un placer de los dioses.

Lo abracé con mis piernas mientras lo acercaba hacia mi vagina, él comenzó a besarme el cuello, luego los pezones, oh, hacía que gimiera como si jamás me hubieran tocado en años.

Rápidamente comenzo a besar mis labios y frotó la punta de su pene con mi clitoris.

–Ah, por Dios, Jhon. –gemi con deseo de más.

El introdujo su pene, por fin, Jhon de nuevo dentro de mi. Me encanta.

Nuestros cuerpos comenzaron un movimiento leve, sólo se podia escuchar nuestras respiraciones y gemidos.

–Te amo, Jhon. Realmente, te amo.
–Te amo, Annie.

Dicho esto comenzo a moverse mas rápido, con fuerza y movimiento constante.

Hacer el amor con él, sin dudas, era una maravilla.

El ritmo se aceleró hasta que los gemidos ya eran gritos, mordía mis pezones y tomaba mis piernas.

–Voy a venirme, Jhon.
–Hazlo, cariño.

Disfrute un poco mas y comenzó un orgasmo realmente magnífico, arañaba su espalda mientras gemia su nombre.

Él comenzo a venirse también, gemia descontrolado. Tal y como en los viejos tiempos.

Finalmente, se quedo acostado a mi lado mientras se quitaba el condón y me besó muy tiernamente.

Lentamente, nos acomodamos hasta quedarnos dormidos.



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En el texto hay: viaje, argentina, accion

Editado: 24.07.2019

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