Difícil de admitir

11. "Al estil Milk"

Otro jueves más en esta empresa y ya estaba acostumbrada al ambiente y a él. Tres simples semanas bastaron para darme cuenta de que su compañía era agradable de todas las formas. Incluso esos momentos de almuerzos, nos acompañábamos. Fue así que me perdí de nuevo en los recuerdos, en vez de terminar los papeles de la empresa. El teléfono sonó y lo contesté de inmediato.

—Con la corporación Walton. Mi nombre es Alison Bennett, ¿en qué puedo servirle? —Saludo cordialmente mientras mantengo un mi escritorio, un lápiz y una hoja de notas.

—Señorita, soy el señor Eliam Harrison. Puede comunicarle al señor Walton que la junta si es posible, se reprogramará para las cinco de la tarde de hoy —El hombre me comunica por otro lado de la línea.

—En seguida le comunico sobre su recado. Que tenga un buen día, adiós —Me despido dispuesta a colgar.

—Adiós, señorita Alison —Cuelga y anoto la fecha para hoy.

Saqué un suspiro y me levanté del asiento, alisándome la falda tubo. Di unos cuantos pasos hacia su puerta y la toqué, esperando alguna respuesta, pero ninguna llegó.

—Jefe, por favor puede abrir la puerta —Hablo con formalizamos, pero ni siquiera con eso contestó—. ¡Jaiden! —Mis suplicas nos tuvieron efecto, no hubo repuesta suya.

Me desesperaba su silencio que comencé a tocar la puerta con más continuidad. Sé muy bien que está ahí y no ha salido o entrado algún hombre o mujer. Todas las personas que pasaban por ahí, también lo hacían por mis narices. Asustada, decidí abrí la puerta de golpe. Mis ojos por instinto se fueron hacia su escritorio y no se encontraba. Bajé la vista y mis ojos se abrieron como nunca antes. La sangre se me heló y los vellos de mi piel se erizaron. Verlo tirado en el piso, me dejó sin aire y por un momento pensé que mi mundo dejó de brillar. Corrí a su auxilio y comencé a tocar su cara con desesperación.

—Vamos, Jaiden. Responde —Comienzo a gritarle histérica, pero no consigue despertarse—. No me hagas bromas, por favor.

No respondía, era como un pedazo de carne tirado en el piso. Apoyé mi oído sobre pecho para escucharlo y sentí los latidos de su corazón. Respiraba, pero no se despertaba. Corrí como si de un maratón habláramos, hacia mi escritorio y marqué al número de emergencias.

Pasaron diez minutos y los primeros auxilios, no aparecían por ningún lugar. Me encontraba en el suelo esperándolos junto a él, no lo dejaría botado, menos sabiendo que tiene su familia a kilómetros de distancias. Los segundos se me hacían eternos, hasta que se dignaron a aparecer y se lo llevaron en una ambulancia.

—¿Puedo ir, por favor? —Supliqué al borde de las lágrimas.

—No, señorita —El paramédico me dice.

Busqué un pretexto para estar junto a él de cualquier forma.

—Pero soy su novia —Susurre, tragando saliva.

—No puede, como lo siento. Solo la familia —Sin decir algo en mi defensa, cierra las puertas de la ambulancia al frente de mis narices.

Me dejó chocada su actitud, pero no al punto de renunciar a Jaiden. Yo iría a verlo, aunque un paramédico me dijera lo contrario. Corrí de nuevo al edificio, sacando las cosas de la oficina y la cerré con llave. Marqué a todos los accionistas, cancelando las juntas programadas para hoy. Tomé mis cosas de un estante y saqué las lleves del auto. Al dirigirme al elevador, todas las recepcionistas estaban aglomeradas delante de él.

—¿Estas bien, Alison? —Era Anabeth. Le sonrío como puedo y ella toma mi mano—. Estará bien. Estas temblando.

—Estoy bien, iré al hospital —Bajé la mirada hacia mis manos y no paraban de moverse. No me había dado cuenta de lo tan nerviosa que me encontraban—. Te veo luego.

Entré al ascensor y apreté el botón que va a los estacionamientos.

—Suerte —Dicen las tres y las puertas se cierran.

Una hora más tarde por culpa del tráfico llegué con las manos gelatinosas. Aparqué en unos de los lugares más cercano y corrí hasta la recepcionista. Ella con lentitud me dijo en que habitación se encontraba. Corrí algunos pasillos, nerviosa e impaciente de verlo. Me detuve en el número de la habitación y la abrí sin pensarlo dos veces. El desgraciado, estaba recostado con un pote de chocolate en sus manos y se reía a gusto viendo la televisión. Se burlaba como nunca al ver la caricatura, mientras yo la boba perdía una vida del susto inmenso que me hizo pasar. Miré por todos lados y nadie estaba con él. Cerré la puerta de tras mí, perdiendo el control.

—¡¿Tienes una idea estúpido idiota lo cuan asustada me dejaste, tonto?! —Me acerqué a Jaiden y lo golpeé en el estómago.

—Ya basta, duele —Dice riendo—. ¡Ya para!

Dejé de hacerlo, sentándome en un lado de la camilla. La respiración me subía y bajaba desenfrenada, intenté calmarme, pero fue inútil

—Si lo haces otra vez, juro que te mataré —Lo amenacé con firmeza.

—Perdón, pero juro que no fue mi intención darte un susto —Me dejó más tranquila al escucharlo. No lo volveré hacer.

Su mirada viajó por mis ojos y descendió lentamente hasta mantener su mirada en mi mano izquierda. Con delicadeza, dejó su mano sobre la mía, provocándome una descarga eléctrica.

—Te odio —Le confieso.

—Yo también te odio, pero se equilibra con lo que te quiero —Mi corazón por milésimas de segundos dejo de funcionar, provocando algo que hasta el momento no me había ocurrido.

—Veo que ya se despertó, señor Walton.

Doy un respingo cuando escucho una voz detrás de mí.

—Sí, alguien aquí lo logró abriendo la puerta de una —Se limita a decir.

—Mujer sin corazón —Me doy la vuelta y extermino con la mirada a lo que dice ese doctor—. Los exámenes de sangre llegaron y estos son los resultados. Al parecer todo está bien y su desmayo solo se debe a una deshidratación, por no comer.

Sorprendida por lo que estoy escuchado, me doy vuelta lentamente como esas películas de terror. Se encogió de hombros.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 28.10.2021

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