Difícil de admitir

16. "Agua de hormiga"

—¡¿Y esto?! —Cuestiono al verme en el espejo con horror—. Ahora dime, ¿dónde se encuentra la parte de abajo?

—¡Ah! No hay, ese es así

Entreabrí mi boca, sorprendida.

—¿Esta camiseta es un vestido? —Pregunté incomoda con lo mucho que se translucía—. No lo creo. Victoria, no iré de esta manera. Me sentaré y se me verán las bragas.

Traté de estirar cogiendo el dobladillo del vestido, pero no lo conseguí.

—¿Y con qué quieres ir? —Me preguntó enojada. Esas emociones de ella están muy revueltas—. ¿Quieres ir al tomar el té con su madre? Ve como quieras. Adelante, ve y elije un vestido. Yo, me rindo.

Al fin lo que deseaba escuchar. Corrí en puntitas al armario de su habitación y abrirlo, aquello me dejó perpleja. Son demasiadas prendas para un lugar tan reducido, practicante no se hallaba ningún espacio. Comencé a rebuscar entre toda su ropa en busca de algo.

—No es que tu vestido sea feo —Suspiré—. Es que solo quiero algo con que me sienta cómoda, Victoria. No con eso.

Imagino la expresión de todos al verme. La borré por completo de mi mente.

—No tienes que preocuparte, debes tener confianza en ti misma, preciosa —Giré entre mis talones y ella me guiñó un ojo—. Es un hermoso vestido el que tienes puesto.

—Eso no lo dicen mis bragas de "Meow" por todos lados —Ella se colocó a reír a carcajadas—. Ese vestido ni siquiera me cubre las bragas. No sé cómo andas con esos trapos por ahí mostrando todas las piernas y los senos.

Ella in importarle, se encoge de hombros. Trato de ignorarla y entre tanta ropa, quise hallar el vestido indicado, pero era inútil. Nos quedamos toda la mañana viendo todo su guardarropa y ninguno era el correcto. Suplicaba porque apareciera un vestido que se viera decente, pero nada. Bufé, ya estaba al borde de la impaciencia hasta que mágicamente lo encontré al fondo, iluminado como un coro celestial.

—Perfecto, lo encontré —Admití fascinada.

Al sacarlo del ropero ella hizo una mueca de disgusto.

—Perfecto para ir a vender biblias —Achiné mis ojos apenas nombró aquello.

—Mira, pero si es ¡Bellísimo! —Regocijé emocionada al verlo detenidamente.

—Ese vestido dice, inserte virgen —Y comenzó a reír mientras la mataba con la mirada—. Serás una virgen que transpira agua bendita.

Ella no lo quiso, pero yo sí y ese era el punto. Además, lo amaba, era un vestido amarillo crema que llegaba hasta la rodilla y no dejaba nada a la imaginación. Era casual, elegante e introvertido. Sin esperar más, me deshice del otro y me coloqué el que encontré perfecto. Me quedó a la medida. Sin dudas mi estilo era el de una mujer sobria.

—No quiero seguir opinando sobre esto —Declaró con los brazos cruzados—. En fin, ve como quieras, pero yo te maquillaré.

Abrí la boca para protestar, pero...

—No tienes opción —Junté mis labios—. Te dejaré hermosa, primor.

Tras una hora arreglando mi cabello Victoria término por fin. Les daba gracias a los espíritus por no maquillarme todo el cuerpo. Me fijé en el reloj de la pared y este marcaba las once de la noche, nos estábamos atrasando. Traté de apresurarla y cuando se dignó a salir de su cuarto, la mandíbula se me cayó en picada. Llevaba un vestido plateado demasiado corto para mi gusto, acompañado de unos zapatos del infarto con tendencia a suicidarse.

—Vamos, son las once de la noche —Le advertí—. Ya la fiesta debe haber terminado —Le confieso angustiosa, pero ella se encierra en el baño con un descaro total.

—¡Espera! —Me recalcó con voz fuerte—. Una embarazada tiene muchas ganas de orinar, no la molestes. Además, las fiestas no terminan a las once, empiezan a esa hora.

Suspiré, apoyándome en la pared.

—¿Cómo lo sabes? —Pregunté cruzada de brazos.

—Porque ese chico... —Trató de recordarlo—. ¿Cómo se llamaba? ¡Agh! Matthew, dijo que era en un club nocturno a unas cuadras por acá, es bastante popular.

—¿Hay que llevar regalo? —Pregunté por curiosidad.

—Claro que no —Eso sonó como un reto—. A veces me pregunto si algún día has ido a una fiesta.

—Tan obvia soy.

—Si lo eres.

Suspiré intranquila. Solo pesar que habrá borrachos, personas besándose alocadamente y tipos drogados. Era como una película de terror. Todavía no estoy preparada para esto, jamás he ido a una fiesta, solo las de mi familia. Una en que lo único que mis primos se drogan es con dulces, cuando era una cría. Escuché la puerta abrirse y Victoria salió con una sonrisa tristona al momento de acariciar su vientre plano. En sus ojos lograba leer el miedo de esta situación.

—Yo te apoyaré en todo...

—Vamos —Desvió el tema justo en el momento en que iba hablar.

Bajamos hasta la calle en silencio, Victoria alzó su mano y un taxi se detuvo al frente de nosotras. El chofer condujo por varias calles hasta detenerse en un club nocturno abarrotado de gente, maldición. Perpleja mis ojos no se aparataron de la extensa fila que había para entrar. No entiendo cómo ingresaríamos. Vic le pagó al conductor y ambas bajamos. A fuera hacia un frio enorme que los huesos se me helaban. Era un manojo de fríos y nervioso, la perfecta combinación para ser un desastre.

—Ven por acá —Ordenó Victoria.

Negué al instante al verla como se dirigía hacia la entrada. Yo solo quise ir a la fila como la gente normal. Al final me arrastró siendo yo objeto de protesta por toda la gente. Genial, tenía otra humillación que agregar a la lista. Al llegar a la entrada, dos rinocerontes con los brazos cruzados se interpusieron en nuestro camino.

—Acá no puedes vender biblias —Bromea él de la izquierda—. La iglesia está a algunas cuadras más allá.

Confundida me indiqué a mí, este asintió.

—Gracioso.

«Estúpido idiota» Dije entre mí con odio.

—Queremos entrar a la fiesta de Matthew Hudson —Victoria chilla emocionada.

—Nena, crees que la gente de atrás tuyo no viene a la fiesta —Comenta irónicamente y la sonrisa de Victoria se desvanece—. Ahora salgan de acá que le estorban a la gente que sí hace la fila.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 28.10.2021

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