El nombre de Adam resonó por toda mi mente, ¿Victoria estará con él? Tal vez por eso se comportó de una manera tan diferente. No era esa chica triste, se le veía más sonriente. Adam, le debe haber confesado aquello. Tendré que hablar seriamente con ella.
—Creo que es hora de irnos —Irrumpió mis pensamientos, a lo que yo asentí.
Pagó la cuenta, dejando una gran suma de propina y nos fuimos en su auto por una dirección desconocida. Gran parte de la cuidad la sé perfectamente, aunque lo que me causó gran cuidado fue dirigirnos afuera de ella. Suspiré fuerte y me hice la idea de confiar.
—¿A dónde vamos? —Inquirí.
—Tranquila, conmigo nada pasara... —roncó levemente y sonrió—, a no ser que tú quieras. —Aquella voz seductora me daba a entender perfectamente a lo que se refería—. Vamos a un lugar que conocí cuando vagaba libremente afuera de la cuidad.
Sonreí por la sorpresa y me quedé embobada al verle manejar, era tan hermoso a luz de la noche. Este era uno de los pocos momentos tan serenos y sin problema que nos atosigaban. Volví a sentir ese mariposeo que me hizo enamorarme de él. Ya no era ese hombre crudo y frio que me dejó suspendida en la incertidumbre, era más bien ese chico tierno, divertido y egocéntrico del que pienso todos los días.
Tardó más de media hora conduciendo hasta que la cuidad dejó de verse. Pasó por un amplio portón que marcabas las siglas "D.S" reconocí aquella marca en cualquier lugar. Era un viñedo pequeño, pero no menos importante. Nos estacionamos frente a una casa rustica, pensé que ingresaríamos, pero él tuvo algo mejor que dar. Me llevó por la parte trasera de esta, donde había una pequeña manta con varias cosas apetecibles sobre el piso amoldado de césped. Amplié mi sonrisa, completamente sorprendida por esto.
—¿Te gustan las estrellas? —Asentí—. Porque a mí me encantan.
Todo era a simple vista, hermoso. Estábamos en completa soledad, donde aquella se sintió tan reconfortante. Miré directamente al cielo, con la casi nula luz de un farol puesto sobre la manta, miles de estrellas asomaban en plena noche oscura. Nunca me detuve a contemplarlas, pero eran miles de ellas. En la cuidad no era capaz de ver esto, el smog por culpa de la contaminación es la responsable.
—¿Te gustó la sorpresa? —Me preguntó apenas nos sentamos en la manta—. Lo rente para toda la noche.
—Esto es maravilloso —Murmuré emocionada y lo miré directamente a los ojos.
Nos miramos por ese inmerso tiempo en que todo desaparece y nos recostamos en la manta a contemplar las estrellas. La cesta que estaba a su lado, la abrió para sacar unos malvaviscos y lo mostró con gran orgullo.
—Son deliciosos —Chillé emocionada y me dio uno en la boca. Rico sabor a dulce con chocolate.
—¿Quieres que te enseñe a ver las estrellas? —Asentí con la boca llena—. Esperemos que el profesor David me haya enseñado bien astronomía o volveré para regañarle.
Sus palabras me hicieron reír.
—De seguro mejor que el mío en ciencias que dormía toda la clase.
Habló sobre las constelaciones, se desenvolvió de tan bien en el tema muy por el contrario de mí. Al final solo entendí la cuarta parte de todo lo que dijo durante la velada. Me reía en cualquier momento cuando fruncía el ceño al querer hacerme entender, pero era casi imposible. El tiempo entre nosotros hacía que cada segundo fuera más valioso.
—Me quedaría todo el día acá, sino fuera por los osos.
Comencé a reír sin desmedida, incluso me dolía el estómago de tanto reír.
—Aquí no hay osos, cariño. Bueno no en este condado —Musité con el dolor en la panza—. Los únicos osos que veras son esos que encuentras en el zoológico y están a un pelo de colgarse.
Un silencio muy extenso se genera entre ambos.
—Es la primera vez que me dices cariño, preciosa.
Dejé de reír y su mirada intensa cayó en mí. Aquello fue una sorpresa para mí también y extrañamente, me gustó. No era una chica a la que le es fácil entregar su corazón, más bien trato de cuidarlo y protegerlo. Pero ver que mi mundo cambia a su alrededor, tal vez por primera vez sienta la necesidad de querer darlo, aunque sea una parte de él.
—Sí. No lo sé —Arqueé las cejas igual de extrañada—. Tal vez me estoy abriendo hacia algo nuevo —Susurré con cierta tristeza, porque de alguna manera duele que esto de Stefany esté ocurriendo cuando comienzo a dar pasos.
Aquellas fragilidades de mis palabras me dejaron en la cuerda floja. Hubo un silencio perturbador en el cual Jaiden, no dijo nada, se inmutó.
—Yo también quiero intentar eso nuevo contigo.
Se acercó para darme un dulce beso en mi cabello mientras me abrazaba fuerte. Me quedé entre sus brazos por un largo tiempo, me trasmite una confianza que fue difícil entregar al mundo y por alguna razón, aquella inseguridad se esfumaba con sentirlo cerca.
Las horas avanzaron con rapidez, de esa manera es que no tengo noción de nada. Vi por simple curiosidad mi teléfono y revisé la hora. Era bastante tarde así que decidimos irnos. Debí ser un poco mata pasiones, pero Victoria me causa mucho cuidado, está embarazada y no pretendo abandonarla en este proceso.
***
Jaiden aparcó el auto frente a mi departamento. Apenas miré hacia mi piso, vi que la mayoría de las luces se encontraban apagadas. Tal vez este era el momento de creer y tener la certeza de poder avanzar. Lo miré sin despegar la sonrisa de mi rostro. Ha sido una de las mejores noches que he tenido y esta sonrisa nadie me la puede quitar.
—¿Vas a subir? —Inquirí un tanto nerviosa.
—Invitación al departamento —Murmuró con sus cejas jugando traviesamente—. No me la perdería.
—Entonces, que esperas.
Al llegar a mi casa, abrí la puerta encontrado todo a oscuras. Encendí la luz y mi mano fue directo a la boca, horrorizada. Fue como ver un fantasma. Victoria estaba tirada en el piso con sangre entremedio de sus piernas. Mi piel dejó una rara sensación de un corazón destrozado. El pánico se apoderó de mí como una nube negra y la sangre se me heló por completo. Me sumí en el silencio perturbador. Tuvieron que esperar más segundos, antes de reaccionar al shock y fuimos en auxilio de ella. Asustadiza coloqué dos dedos sobre su cuello y por suerte respiraba. Tomé el teléfono y rápidamente con las manos temblorosa marqué a emergencias. Diez minutos después la estaban bajando con oxígeno complemente sumida en el sueño.